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El PJ de Mendoza discute, pero no confronta sus diferencias

Con acuerdos de cúpula, sin elecciones ni discusión interna, el peronismo insiste en su estado de confusión, incapaz de definir un proyecto para Mendoza que no sea el de apéndice de las variantes directrices nacionales

05/11/2022 07:57
Flor Destéfanis, sucederá a la senadora nacional Anabel Fernández Sagasti
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Las escaramuzas desplegadas en el Partido Justicialista (PJ) para definir la renovación de sus autoridades ratifica algunas percepciones sobre el principal partido de oposición en Mendoza. Pero también expone, a futuro, sus dificultades en la previa de un nuevo año electoral.

La primera certeza que asoma es la vigencia del acuerdo que oportunamente La Cámpora selló con el ex vicegobernador Carlos Ciurca, un tándem que desde hace casi un lustro viene dirigiendo los destinos del peronismo, en claro alineamiento con las ideas de Cristina Kirchner y el gobierno de Alberto Fernández. Una sociedad que logró, también ahora y por abandono de sus rivales, darle continuidad a esa conducción y llevar a la presidencia partidaria a la intendenta de Santa Rosa, Flor Destéfanis, quien sucederá a la senadora nacional Anabel Fernández Sagasti.

Pese a las quejas y el malhumor que entre muchos peronistas circula por el estilo de conducción en extremo confrontativo, poco adecuado -dicen algunos- para el estándar mendocino que los camporistas proponen; pero también tan alineado con un Gobierno nacional que ha demostrado poca capacidad para el manejo de la complejidad y escasa habilidad para explicar sus objetivos, la fuerza interna de los disconformes no fue suficiente para revertir el rumbo partidario.

Por el contrario, muchos referentes territoriales, incluso intendentes exitosos en sus departamentos, que se identifican con el esplendor del peronismo de mediados de los ’80 e inicios de los ’90, esa tríada de gobiernos que encabezó José Octavio Bordón, continuó Rodolfo Gabrielli y cerró Arturo Lafalla, no quisieron/no pudieron hacer frente a la lógica del relato que el Instituto Patria difunde cual catecismo para la militancia. Tal vez porque en algún punto, coindicen.

En ese intento frustrado mucho tuvo que ver la renuncia, a último momento, del maipucino Matías Stevanato quien había sido ungido por sus colegas Roberto Righi (Lavalle) y Emir Félix (San Rafael) para “recuperar el partido” con una fuerte impronta de gestión, más moderna y realista, menos ideologizada, pero claramente peronista.

Ni siquiera el kirchnerismo disidente, aquel que también rompió hace un tiempo con La Cámpora y que se encolumna detrás de la figura de Guillermo Carmona tomó impulso para enfrentar en la interna a quienes hoy manejan el partido (Sagasti, Ciurca y Lucas Ilardo). Eso sí, los carmonistas se rindieron con una dura advertencia a futuro: “Nos vemos en las PASO”, dando a entender que allí no podrán excusas para la disputa".

Lo cierto es que las defecciones de Stevanato y Carmona cierran la posibilidad de dar, más allá de los medios, ese profundo debate público que el PJ viene postergando hace años, que sus afiliados y los mendocinos esperan de una fuerza que ha garantizado en este tiempo la alternancia democrática. Una necesaria confrontación que alumbre nuevos líderes o caminos.

Así, con acuerdos de cúpula, sin elecciones ni discusión interna, el peronismo insiste en su estado de confusión, incapaz de definir un proyecto para Mendoza que no sea el de apéndice de las variantes directrices nacionales. Cooptado y desperfilado -aseguran otros-, incluso atenta contra sus mismos referentes que en el territorio proponen construcciones propias.

El peronismo esconde bajo la alfombra sus diferencias, confundido entre quienes se inspiran en el chavismo y los que no quieren adecuar una doctrina de casi 80 años, pero tensionados por aquellos que buscan no perder los espacios que conducen; aunque intuyan que el 2023 electoral no será fácil para un Frente de Todos (FdT) atomizado y sin mayores logros para mostrar.

Y si bien la nebulosa ideológica no es exclusiva de los peronistas mendocinos, y al margen de sus razones, que en alguna medida también explican sus sucesivas derrotas en la última década, el PJ seguirá dejando en la lista de asuntos pendientes la definición de una identidad que lo reconcilie con las mayorías. Y que les devuelva lo que tanto les entusiasma: el poder. Hasta ahora, ni siquiera eso ha sido suficiente incentivo para la necesaria reconfiguración.

 

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