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No al negacionismo

Se recuerdan 37 años de aquel 10 de octubre de 1986 en que fallecía a causa de un derrame cerebral el escritor y periodista Antonio Di Benedetto. Una buena ocasión para estar atentos y oponernos, porque el negacionismo de la dictadura irrumpe en la campaña presidencial de Argentina. Victoria Villarruel, aspirante a vicepresidenta junto al populista de ultraderecha Javier Milei, intentan borrar de la memoria argentina las miles de violaciones de los derechos humanos ocurridas durante la dictadura.

10/10/2023 00:33
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Por Roberto Suárez, especial para Jornada

Di Benedetto, nuestro más grande escritor, fue víctima de aquel régimen perverso, y como miles de compatriotas, no era terrorista, simplemente un intelectual, un pensador y director de uno de los diarios más tradicionales del país.

Su obra literaria es una de las más originales y potentes escritas en español durante el siglo pasado, y orgullo de la cultura mendocina.

En la noche del 24 de marzo de 1976 fue secuestrado por un grupo de tareas del ejército que había ingresado a su despacho del diario Los Andes, del que era subdirector, trasladado en vehículos militares preso a la Compañía de Telecomuni- caciones del Ejército, de allí al centro clandestino de torturas y desapariciones D-2 y más tarde al penal de Magdalena. También detuvieron a los periodistas de su redacción Jorge Bonardel, Norma Sibilla, Rafael Morán y Pedro Lucero.

Fue el primer escritor apresado por la dictadura. Su nombre figuraba en las listas de “subversivos”. Se le achacaba que como periodista había militado activamente contra cualquier forma de censura. Ya desde 1972 había comenzado a publicar notas sobre la represión policial y los atentados de grupos parapoliciales, fotos de presos e información acerca de procedimientos irregulares, primero de la Triple A y luego de los militares.

En la agonía de su detención fue brutalmente golpeado, torturado y sometido a varios simulacros de fusilamiento. Gran miope, sus carceleros le privaron de sus gafas y le obligaban a arrastrarse desnudo por el piso de su celda para limpiarla. Los golpes que recibió en el cráneo le provocaron ulteriores e intermitentes períodos de amnesia y su cuadro general de salud quedó permanentemente dañado. Borges, Sábato, Múgica Láinez, Victoria Ocampo, pelearon vigorosamente para evitar entonces su desaparición definitiva, el mal agüero militar que cayó sobre Haroldo Conti o Roberto Walsh. 

Fue liberado más de un año y medio después, el 4 de septiembre de 1977, y decidió exiliarse en Europa, primero Francia y luego España. El ánimo del escritor y periodista mendocino quedó destrozado y apenas pudo reunir fuerzas para producir unos pocos textos. En 1984 regresó a Buenos Aires para trabajar como asesor cultural de la Casa de Mendoza.

De las posteriores investigaciones realizadas sobre su caso salió a la luz la actitud de los propietarios, en aquel entonces, del diario Los Andes con los trabajadores “chupados” por el gobierno militar. A pocos días de las detenciones, el matutino hizo firmar la renuncia a todos los periodistas secuestrados con la promesa de continuar pagándoles los salarios a sus familias.

Fue autor de libros extraordinarios, devenidos en clásicos silenciosos de la literatura argentina y latinoamericana. Se destacan colecciones de cuentos como Mundo animal (1953) o Declinación y ángel (1958), así como las novelas El silenciero (1964) y Los suicidas (1969).

Una consideración especial merece su novela Zama, de 1956, su obra más lograda. Es el relato angustiante de la espera de un funcionario de la colonia española en el siglo XVIII que aguarda ser trasladado de Asunción del Paraguay a Buenos Aires. Zama trata con simpleza y maestría la angustia y la ansiedad de toda espera. La directora de cine salteña Lucrecia Martel (La ciénaga, La niña santa, La mujer sin cabeza) rodó la película basada en la novela y que fue seleccionada por el periódico “The Guardian” como uno de los mejores 10 films del siglo.

A cuarenta y siete años de su secuestro por la dictadura militar y a treinta y siete de su muerte, la literatura de Antonio Di Benedetto mantiene una actualidad fenomenal, producto del trato con los problemas que acucian a la humanidad más allá de toda época.

Hay que recordarlo con las palabras que cierran su “Autobiografía”: “Bailar no sé, nadar no sé, beber sí sé. Coche no tengo. Prefiero la noche. Prefiero el silencio”.

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