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El ilusionista Massa se quema con el "fierro caliente" de su propia gestión

A pesar de la serie de medidas que ha lanzado en un intento por mejorar la situación, la gestión del Ministro de Economía sigue plagada de problemas, y enfrenta críticas por escándalos y adversidades políticas. Aunque las encuestas reflejan una posible oportunidad en un balotaje, su camino está lleno de obstáculos

13/10/2023 08:38
Sergio Massa
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Por Luis Abrego

El relato de campaña nos susurra en tono convincente que Sergio Massa "no tenía por qué agarrar" (¿¡!?). Y que aun así se hizo cargo del "fierro caliente" que supone el gobierno que él mismo integra desde el día uno y del que es socio fundador junto al desahuciado Alberto Fernández y la gran mentora, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.  

Todos los nombrados son partícipes necesarios de un gobierno fallido, y de un triunvirato virtual que, a la luz de la sucesión de crisis, optó por la martingala de entronizar al ministro de Economía como presidente de hecho para hacer ellos mutis por el foro, intentando -tal vez- disimular así su propio fracaso. 

De esta forma, Massa creyó hacerse de la suma del poder y lanzó una batería de medidas para intentar diferenciarse de una gestión paupérrima, plagada de errores y traspiés que, con el avance de la lógica electoral, lejos de corregirse, atenuarse o directamente desaparecer, fueron incrementándose y exponiendo al candidato a la hoguera de ese caldero que hoy es el oficialismo. 

Hasta el momento la eliminación del Impuesto a las Ganancias para la cuarta categoría o la devolución del IVA, por citar algunas iniciativas, no han tenido impacto suficiente como para hacer olvidar el resto de los padecimientos.  

Por el contrario, tras los duros embates del segundo debate presidencial, la repercusión que el caso Insaurralde ocasionó en el peronismo al que se le achacó la obscena utilización de los pobres para financiar vidas de lujo en yates por el Mediterráneo, el líder del Frente Renovador debió afrontar esta semana nuevas adversidades, de esas que, en otro contexto, podrían terminar de limar sus chances. Pero como esos protagonistas de películas de acción hollywoodense, resiste y no se da por vencido. 

El dólar superando los mil pesos y la inflación de dos dígitos, superior incluso al registro del mes pasado, 12,7% para setiembre (cuando en agosto nos horrorizamos con el 12,4%), lo que supone una variación interanual del 138,3%, que no hace más que reflejar las consecuencias de muchas de sus decisiones de política económica. 

Peor aún, esa inflación interanual para los alimentos es del 150,1%, un acumulado de mala praxis que sólo incrementa el déficit, deteriora el poder adquisitivo, aumenta la pobreza e impacta más en los sectores más vulnerables. 

Tal descalabro obligó a Massa a suspender una visita de campaña prevista a Mendoza que no tenía mucho sentido en medio de una corrida cambiaria de la cual terminó acusando a Javier Milei, pero que sin embargo concretará sólo en San Rafael como para no abandonar a su suerte una provincia en la que un peronismo dividido parece no encontrar el rumbo, a pesar de los triunfos departamentales en algunas comunas. 

Sin embargo, lo paradójico del caso es que, pese a todos los indicadores negativos de su gestión, que se agravan en el contexto de los cuatro años de Fernández, Massa aún se mantiene expectante y con chances de forzar un balotaje. Una posibilidad que muchas encuestas reflejan, aunque otras pocas lo dejan fuera de carrera el mismo 22 de octubre.  

En menos de 10 días el ambicioso ministro que se encontró en el lugar más deseado en el momento menos indicado intentará torcer un rumbo que parece demasiado adverso como para revertirlo en su favor. Incluso, a pesar de las ampollas.

Por lo pronto, su incansable verborragia, su inacabable cantera de subsidios a costa de emisión y el empuje de un kirchnerismo amenazado lo han sostenido pese al cúmulo de malas noticias.

Un metal ardiente que lejos de lo que proclama su spot publicitario, siempre anheló agarrar para demostrar que, como esos ilusionistas de varieté, con algún truco ingenioso, puede dominar el riesgo y recibir los aplausos. Una ovación final sin razones todavía para asomar. 

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