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Se cumplen 26 años de la partida del gran Tato Bores

Muchas de las palabras del Actor Cómico de la Nación parecen haber sido dichas en la actualidad. ¿Cómo creaba esos textos que quedaron en la historia?

Redacción
11/01/2022 07:54

 

 “Cuando digo por otra parte que estamos viviendo un gran momento de gran expansión monetaria, sé lo que estamos diciendo. Fíjense que en lugar de pagar el dólar a 30, 40, 50, 60, 70, 80 ó 90 mangos, lo estamos pagando ¡a 135! Y si nos mojan la oreja lo vamos a pagar a 200, porque somos tipos ricos”. Son palabras de 1962, es decir, ya pasaron 59 años. Sin embargo, el milagro de YouTube permite comprobar, una vez más, la increíble vigencia de los monólogos de Tato Bores a 26 años de su muerte. Esas palabras del Actor Cómico de la Nación parecen haber sido dichas en estas horas…

Mauricio Borensztein nació el 27 de abril de 1925. Porteño, lo dieron a luz en Libertad y Córdoba, en el seno de una familia creyente. De adolescente no llegó a terminar su tercer año en el industrial Otto Krause. Y a los 15, muchos años antes de ser un referente del humor político que llegó a incomodar con su acidez a presidentes y dirigentes, se acercó al mundo de la música como plomo: era quien se encargaba de llevar instrumentos y atriles de una orquesta.

 

 

Recién en 1957, después de haber participado en varias películas, comenzó a darle forma a su marca registrada, con el programa “Tato y sus monólogos”, en el viejo Canal 7.

Debajo de un peluquín, metido dentro de un frac, subido a las ruedas de unos patines y con un habano en la mano, Tato le hablaba a la cámara a una velocidad inusual, casi sin respirar, retratando la realidad política que tanto en aquellos tiempos como ahora suele ser más cómica que cualquier chiste de ocasión, mezclando personajes reales y ficticios.

Sin saberlo, Tato estaba haciendo lo que hoy se denomina stand-up. Adelantado a los tiempos, él fue uno de los creadores y fomentadores de un género que desde hace rato es mundial.

El domingo 9 de septiembre de 1990, el humorista Tato Bores hizo un monólogo que si no se tuvieran en cuenta sus personajes y circunstancias parecería ser que estuviera hablando de hoy.

“Los monólogos tienen una clave, es una especie de reportaje político. Yo leo los titulares de los diarios y cuento las noticias en el escenario con algún comentario jocoso; pero siempre hay que actualizar las noticias. Un chiste político del jueves no hace reír un viernes”, dijo alguna en una entrevista.

Si bien él era el principal creador de esos textos, tuvo la capacidad de elegir guionistas que supieron explotar aún más su condición de monologuista. Landrú, César Bruto, Jordán de la Cazuela, Aldo Cammarota, Juan Carlos Mesa, Carlos Abrevaya, Adolfo Castelo, Jorge Guinzburg, Basurto, Geno Díaz, Pedro Saborido y Alejandro y Sebastián Borensztein (dos de sus tres hijos) fueron sus socios en la construcción de un personaje que sigue sorprendiendo por la vigencia de sus monólogos.

 

 

Berta Szpindler, su esposa, quien era uno de los personajes infaltables de sus monólogos, dijo en 2002: “Que yo apareciera fue un invento de él, y después todos los libretistas se lo fueron copiando, incluso mis hijos. Surgió cuando hacía televisión. Como él siempre hablaba en primera persona, que todas las cosas le sucedían a él... y él tenía muchos interlocutores en esos monólogos, yo era uno”.

Durante los últimos años, sus programas iban de abril a noviembre. ¿Cómo era Tato durante los seis meses “sabáticos que se tomaba cada año”?, le preguntaron alguna vez a Berta, quien falleció en agosto de 2020. “En esos momentos era malhumorado, chinchudo, siempre preocupado por todo. Eso era él. Lo preocupaba todo, la situación política, social, su trabajo. Era su carácter. Se relajaba en cierta medida, pero igual él tenía siempre su carácter, su temperamento”.

En 1993, el programa “Good Show” terminó antes de lo previsto. Tato tenía un cáncer de huesos que le provocaba dificultades en la movilidad y fuertes dolores. Murió el 11 de enero de 1996, a los 70 años, rodeado de su familia. “Por eso, mis queridos orejones del tarro, a seguir laburando, la neurona atenta, vermouth con papas fritas… y ¡Good Show!”. El cierre de sus monólogos también tiene una increíble vigencia.

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