Y fueron las calles nuevamente, con tantos jóvenes, con muchos de esos que no lo vivieron pero lo saben, al ritmo de raps, de cumbias, de cuartetos. El 24 de marzo es ya una tradición que beben las nuevas generaciones, y el repudio a la violencia de Estado se encarna en aquella vivencia de los hoy ancianos, en los de mediana edad, en los adolescentes que pueblan con sus coloridos las veredas y las plazas, que llenan con su ruiderío la memoria de los que fueron asesinados, que saben –de un modo siempre renovado- de lo que fue aquel idealismo de la generación del Che.