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24 DE MARZO: NUNCA MÁS AL TERRORISMO DE ESTADO

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24 DE MARZO: NUNCA MÁS AL TERRORISMO DE ESTADO

Y fueron las calles nuevamente, con tantos jóvenes, con muchos de esos que no  lo vivieron pero lo saben, al ritmo de raps, de cumbias, de cuartetos. El 24 de marzo es ya una tradición que beben las nuevas generaciones, y el repudio a la violencia de Estado se encarna en aquella vivencia de los hoy ancianos, en los de mediana edad, en los adolescentes que pueblan con sus coloridos las veredas y las plazas, que llenan con su ruiderío la memoria de los que fueron asesinados, que saben –de un modo siempre renovado- de lo que fue aquel idealismo de la generación del Che.

Redacción
26/03/2022 22:38

Por Roberto Follari, Especial para Jornada

Cuando la olvidable Corte Suprema que hoy tenemos hizo la inolvidable “gaffe” de reducir las penas de los genocidas con la apelación al 2x1, se llevaron la pared por delante: allí la sociedad mostró que esta es cuestión saldada, que el repudio a los asesinatos desde el Estado es total, y que es cosa juzgada: la sociedad, en esto, no da vuelta atrás.

  De poco sirve que Macri salga, insólitamente, a reivindicar los indultos de Menem: oscura aceptación del chantaje de los represores, que se disimuló bajo la apariencia de una supuesta reconciliación. Menem, que no era torturado ni desaparecido ni tenía parientes cercanos en esas condiciones, pretendía perdonar en nombre de lo que otros sufrían y habían sufrido. Ahora, el negacionismo de Juntos por el Cambio estuvo a la orden del día: Rodríguez Larreta habló desde Europa de sus presuntas tristezas, mientras una intendenta de pequeña ciudad de Córdoba twitteaba las habituales cargas contra los jóvenes que fueran asesinados, señalando que habrían sido “terroristas”. Hace unos años, Lopérfido como funcionario, había atacado a la cifra de 30.000 desaparecidos, cifra que por cierto es una estimación, pero una estimación plausible que ha encarnado como símbolo colectivo de lo que fue aquel tremendo horror planificado.

  Así Marra, el gesticulador número 2 de Milei, exhibió un discurso muy estudiado, por el cual dijo que repudia la dictadura pero también a los guerrilleros y poniendo a ambos en el mismo nivel, tal cual la conocida “teoría de los dos demonios”. Nada nuevo, por supuesto: es muy evidente que el repudio a los militares y represores lo hizo porque es inevitable, pero él quiere subrayar el supuesto “silencio” respecto a las acciones de los militantes de la época.

  “Se olvidan” Milei y sus acólitos de ultraderecha, que no fueron los jóvenes los que iniciaron la violencia en Argentina. El golpe no fue respuesta a los jóvenes, pues golpes ya hubo antes en 1930, 1955 y1966, además de proscripción al peronismo por 18 años. La anormalidad institucional la fijaron los golpes de Estado: la violencia juvenil surgió como posterior respuesta a la falta de canales democráticos para expresar las demandas populares.

  La violencia, entonces, la comenzó la derecha, y muchísimo tiempo antes de que apareciera la respuesta juvenil a finales de los años sesenta. Violencia que, además –y aunque hoy parezca inconcebible- fue central para que Lanusse y los halcones como López Aufranc, entregaran el gobierno en 1973: la democracia recobrada entonces, lo fue porque los militares se vieron obligados a replegarse ante el crecimiento de los grupos radicalizados.

  El otro factor a tener en cuenta: no fueron dos violencias simétricas. No sólo por su tamaño –las víctimas de la represión ilegal fueron decenas de miles, y agregaron presos, torturados, exilados internos y externos-, sino también por su lugar institucional. Los sublevados en armas debían ser juzgados: la violencia de civiles tiene que enfrentar a la legalidad del Estado, que se le opone e impone. En cambio, la violencia estatal es impune: además de que el Estado debe ser árbitro, y cuando éste se vuelve ilegal, la situación es de total anomia y arbitrariedad institucional. El terrorismo desde el Estado es el peor que pudiera pensarse.

  De tal modo, los gritos de Marra/Milei no resuelven su falta de seriedad conceptual. No se trata de “repudiar a los dos bandos” de la misma manera: la barbarie de haber transformado al Estado, árbitro de la ley, en una máquina ilegal de matar, es incomparable a la situación –ciertamente problemática- a la que respondió de manera alevosa.

  Son argumentos para quienes los necesitan. No para los que llenan las calles con la alegría de sostener una memoria sana, viva, del testimonio de los que sufrieron y murieron, de aquellos que en la flor de la edad regaron el país con la esperanza de un mundo mejor, de una justicia social que todavía se nos niega. De nuevo las alamedas y los sauzales, de nuevo las matracas y los pitos, de nuevo los gritos y las lágrimas, de nuevo las multitudes del ayer y del hoy conjugadas, de nuevo ese caminar cada vez repetido y siempre inédito, 24 de marzo, memorias del sufrimiento y la esperanza, de la necesaria justicia no del todo cumplida, siempre buscada e inasible.-

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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