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Sacados, saqueados

Los saqueos frustrados y los que se concretaron en otros puntos del país, volvieron a exponer la fragilidad de una sociedad estancada, en gran parte rota, con su democracia afiebrada, en la que un horizonte pacífico de progreso parece una utopía sencillamente inalcanzable

25/08/2023 09:22
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Como una película de bajo presupuesto (no podía ser de otra forma en Argentina) nuestro país vivió esta semana una reedición de sus propias y peores pesadillas. Malos sueños que sacudieron una memoria institucional que debería ser festiva, en vísperas del 40 aniversario de la recuperación de la democracia. 

Un deja vú apenas tibio, pero suficientemente explícito como para atemorizar, Mendoza y también en distintas partes del país sobrevoló por algunas horas el descontrol del 2001 y su anarquía social, agudizado ahora por una crisis económica tan severa como entonces y capaz de traer aquellos fantasmas para no sólo para revivirlos. Si no también para plantarlos como testigos incorruptibles de la desazón política. 

La zozobra y la psicosis colectiva que se desató a continuación fue el vehículo perfecto que los oportunistas, pero también desmemoriados o simples delincuentes quisieron aprovechar para la rapiña.

Esa misma de la que cientos de miles viven desde hace tiempo ante la impasividad del Estado, ante la normalización de las víctimas: ya sea porque no les queda otra, o porque en todo caso imaginan su futuro lejos de esta medianía crónica de pobreza, miseria, exclusión, clientelismo y violencia. 

Falsas cadenas de Whatsapp, fake news, rumores bien y mal intencionados, leyendas casi urbanas y aprovechamiento político hicieron el resto. Sólo basta con invocar el hambre para obtener el salvoconducto que permita el robo, el saqueo, la intimidación, el ataque. Como aseguró en declaraciones periodísticas y sin inmutarse, el reciente candidato a presidente, Raúl Castells.  

Hechos aislados, tensión en algunos barrios, proliferación de efectivos policiales, comercios cerrados, cadenas de recomendaciones ante supuestas puebladas que nunca sucedieron. Sólo escaramuzas con profusión de detenidos por alterar el orden público en la cercanía de supermercados, organizar saqueos que no llegaron a concretarse y que sólo en un caso, arrasaron con una carnicería de barrio en Las Heras

Sin embargo, el cometido estaba cumplido, la población aterrorizada y con una sensación de desprotección que sólo parece beneficiar a los que reniegan del sistema, aún con todas sus falencias. Terrorismo digital. O a los que pretenden sacar tajada electoral de la confusión. Irresponsabilidad política. 

Pero claro, Mendoza no es el resto del país. Mucho menos ese Conurbano bonaerense siempre caliente que recibió el efecto contagio de las chispas que con más o menos potencia se encendían en distintas provincias. Y fue allí cuando las imágenes históricas se repitieron y los miedos que creíamos superados volvieron para decirnos que Argentina es un espiral centrípeto, siempre en llamas, capaz de volverse a dañar el ombligo de tanto mirarlo cada vez que se le ocurra. 

Todo ello, en el contexto de un año electoral que parece infinito e incierto, con sorpresas y enigmas como los que suponen Javier Milei o el desconcierto de un peronismo rezagado y sin mayores respuestas que las que puede dar su ministro-candidato, Sergio Massa al que como él mismo describió "no le entra un quilombo más". Y que para mayor desgracia, debe patear y atajar porque el Presidente aceptó entregar su gobierno para que su espacio mantenga competitividad electoral. Tal vez por eso Alberto Fernández eligió en esta circunstancia tan delicada, un silencio que los propios agradecen pero que el ciudadano común le reprochó. 

Aquí, el propio Rodolfo Suarez decidió marcar la cancha y reiterar que la ley se debe cumplir y que quienes no lo hagan deben enfrentar las consecuencias. Y eso les está pasando a los más de 70 detenidos, imputados y algunos de ellos, cerca de 40, hasta trasladados a la cárcel por estos hechos. Aún así, y pese al control de la situación, Omar De Marchi pidió la llegada de Gendarmería en lo que -a todas luces- pareció una sobreactuación del candidato de La Unión Mendocina. 

Es que tal vez, el regreso de los vahos tóxicos de aquella tragedia del inicio del siglo, perturbaron a todos los que quieren vivir en paz y armonía, pero con reglas y leyes que no sean las de la calle. Durante algunas horas, el miedo y la tensión nos sacaron de quicio.

Durante algunas horas, los saqueos frustrados y los que se concretaron en otros puntos del país, volvieron a exponer la fragilidad de una sociedad estancada, en gran parte rota, con su democracia afiebrada, en la que un horizonte pacífico de progreso parece una utopía sencillamente inalcanzable. 

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