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La séptima y mejor vida del Atlético del Cholo

Parece que fueron siglos, pero en realidad apenas si fueron cuarenta y seis días cuando se dijo -y no sin una cuota de razón y más allá de las eternas exageraciones de la prensa deportiva- que el Atlético de Madrid había tocado fondo tras caer 3-0 en Mestalla ante un mediocre Valencia y el equipo rojiblanco apareció sin fuerzas, sin aquel carácter que le había impreso su director técnico argentino, el “Cholo” Diego Simeone.

02/11/2023 22:03
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Por Sergio Levinsky, desde Madrid

Era claro que el ciclo iniciado a fines de 2011, uno de los más largos del mundo en este tiempo, comenzaba a descarrilar y de esta forma, los meses de Simeone en el club en el que su apellido aparece en el himno moderno cantado por Joaquín Sabina, serían los últimos y se especuló con su próximo destino: el Inter de Milán, por su amistad con su compatriota, excompañero y vicepresidente del club nerazzurro, Javier Zanetti, o acaso alguna selección nacional, dado que el “Cholo” siempre dijo que le gustaría dirigir equipos hasta sus 50 años (los cumplió en 2020) y que pasada esa fecha, sí veía como lógico pasar a dirigir selecciones nacionales.

Sin embargo, hoy no queda nada de aquel tiempo de dudas, cuando hasta una gran promesa como el muy talentoso portugués Joao Félix, enfrentado al DT argentino, sostuvo a micrófono abierto que prefería marcharse al Barcelona, donde seguramente podría expresarse con su juego y no seguir en el Atlético, donde estaba limitado por un esquema que no lo comprendía y por el que en la temporada pasada había aceptado irse a préstamo a un Chelsea en crisis, donde tampoco funcionó.

En el Atlético, sus dirigentes de peso (el presidente Enrique Cerezo y el accionista Miguel Ángel Gil Marín, hijo de otro expresidente, Jesús Gil y Gil) veían por primera vez en doce años que tal vez era el momento justo para pensar en un cambio de entrenador y de forma de jugar después de varias críticas solapadas o de un sector de la prensa acerca de un juego casi mecánico, repetitivo, nunca salido de su eje, y por el que se le ganaba a todos los que se les tenía que ganar por diferencias de plantel y presupuesto, pero no había manera de traspasar cierto límite.

En ese momento, Simeone, un personaje que siempre se destacó por su espíritu caudillesco, tenía dos posibilidades: o salir a hacerse cargo de la situación, o negar todo y echarle la culpa a los que hacían rodar estas versiones cuando era evidente que el estadio Metropolitano atravesaba varias etapas de silencio durante los partidos, o se alentaba a los jugadores sin mencionar, muchas veces, al DT. Los “ole, ole, ole/Cholo Simeone” comenzaron a desaparecer de muchos sectores de las tribunas.

Pero Simeone reaccionó de manera ejemplar. Desde ese momento, casi no habló más. Los micrófonos y las puertas del vestuario se cerraron tanto en los partidos como en los entrenamientos en el predio de Cerro del Espino. Todos se concentraron en trabajar y llegaron seis victorias consecutivas en la liga y resultados aceptables en la Champions (que pudieron ser mejores si no le hubiera empatado el arquero Provedel, de la Lazio, fuera de los cinco minutos del tiempo reglamentario en el Olímpico de Roma).

Desde aquel 16 de septiembre y el 3-0 durísimo ante el Valencia, el Atlético ganó siete de sus nueve partidos, todos los de local, y sacó dos empates como visitante en la Champions ante la Lazio y el Celtic. La última vez que los “colchoneros” tuvieron una serie más victoriosa seguida como locales fue con ocho en 2021, y fueron campeones.

En este momento, el Atlético marcha tercero en la Liga Española con 25 puntos, a tres de los punteros, Real Madrid (al que venció en el Metropolitano) y el sorprendente Girona, pero con una salvedad: tiene un partido pendiente ante el Sevilla, como local, el próximo 23 de diciembre. Si lo ganara, alcanzaría la misma línea de los líderes. En la temporada 2013/14, a esta altura, tenía 27 puntos. En la 2020/21, 26. En ambas ocasiones fue campeón.

Pero mucho más allá de los números, lo importante pasa por el juego. Tras ese encierro de trabajo, sin declaracionitis, el Atlético salió mucho mejor de lo que entró. Hoy, Simeone consiguió lo que muy pocas veces en este ciclo: importa el trato de pelota. Ya no se repiten los saques largos desde el arco del gran esloveno Jan Oblak. Salen jugando desde abajo y con criterio. Hay un gran trabajo de los volantes, reforzados por el 5-3-2 pero con jugadores de mucha calidad, producto de la paulatina mejora del plantel. Y arriba, sus dos atacantes pasan por un momento absolutamente desequilibrante, con un gran Álvaro Morata, convertido en un goleador sin polémicas que ahora incluso porta a veces la cinta de capitán de la selección española, y se acabaron esos silbidos entremezclados contra el francés Antoine Griezmann luego de aquella salida al Barcelona, que se tomó como una traición. Hoy, el rubio atacante de la selección gala es, acaso, el mejor jugador de la liga.

Con uno de los mejores planteles de Europa y encadenando buenos resultados, el Atlético se fue convirtiendo en uno de los candidatos claros a ganar la liga y ya parece todo cocinado para que Simeone renueve, una vez más, su contrato, y desde las gradas del Metropolitano volvieron los gritos de aliento al argentino, que ya no se vale de excusas ni necesita justificar los resultados con el cuchillo entre los dientes.

El “Cholo” lo hizo de nuevo, a su manera, sin quejas, con trabajo, y evolucionando.

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