Por Luis Abrego
En ese armado confluye además y principalmente, el Partido Demócrata (PD), la Coalición Cívica-ARI, los seguidores del MendoExit, los libertarios y distintos sectores peronistas no kirchneristas que conforman una extraña melange que incluye tanto a massistas como a un puñado de radicales.
Está claro que la movida representa una escisión por derecha del oficialismo, ya intentada pero fallida en las legislativas de 2021 con lo que fue el Frente Vamos Mendocinos (FVM), por entonces de escasa inserción electoral (3,87%). Pero especialmente ideada -aseguran- para forzar un equilibrio del sistema político que la sucesión de triunfos radicales y el desconcierto peronista creen haber desbalanceado en la provincia.
Lo cierto es que la nueva entente apunta a una restauración conservadora al estilo de los viejos preceptos demócratas, de corte federal pero con énfasis en la identidad mendocina de la que los gansos siempre se jactaron de representar; pero que de un tiempo a esta parte parece haber perdido ese olfato local.
No quedan dudas que más allá de las intenciones de sus impulsores, en particular De Marchi y Difonso, el paso dado supone una vuelta a los orígenes demócratas de ambos; convicción que también comparte Gustavo Gutiérrez (orientador del viraje del partido de Elisa Carrió) y hasta de aquellos dirigentes que faltos de expectativas dejaron el PD para ingresar al Pro de la mano del lujanino y hoy lo acompañan en su regreso de hijo pródigo.
Atrás parecen haber quedado, justamente, las críticas a ese partido avejentado, cooptado por un puñado de dirigentes a los que entonces se los acusó de cerrar la discusión, manejar con mano férrea las listas y no encontrar la fórmula del éxito que lo fue apagando en la consideración popular.
Por el contrario, aquellos impetuosos jóvenes rebeldes que se animaron a desafiar la estructura, romper y buscar nuevos caminos, hoy vuelven en algún punto reivindicados por las viejas lides, pero especialmente codiciados como tabla de salvación de una agrupación cada vez más chica y menos representativa.
En el camino, y más allá del éxito con el que se pueda o no coronar esta nueva empresa creada a la medida de las ambiciones de De Marchi, pero también de las lánguidas necesidades gansas, el ahora precandidato deberá explicar con mayor precisión los alcances de su audacia en un momento bisagra que puede significar un fin de ciclo para el kirchnerismo. Ya que con esta jugada cargada de apelaciones a la mendocinidad abre una puerta para su continuidad, aunque sea disminuida y la de aquellos que aquí lo sostienen.
Aun así, será de compleja decodificación los equilibrios hacia dentro de una unión que no puede sostener acuerdos programáticos en asuntos decisivos de la agenda como es la cuestión minera y su desarrollo, como bien apuntó Mario Vadillo del Partido Verde (PV) para justificar su descontento con el incipiente sello, y por eso, decidir no sumarse.
La carrera por la sucesión de Rodolfo Suárez está en marcha y pese a que todas las estrategias son válidas, sólo una será la que reciba el favor mayoritario, y por ende, se lleve el premio mayor. Es allí cuando se podrá corroborar si esta reunificación de la diáspora demócrata cumplió con el deseo triunfal de sus mayores o si por el contrario, fue de la mano de sus herederos un nuevo eslabón del desencuentro y la derrota.
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