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Cuando la figura de la maestra era motivo de orgullo en cualquier comunidad

No hace mucho en Mendoza, como en el resto del país, la maestra era toda una institución que recibía a diario el apoyo, el respeto y la admiración de la comunidad que veía como educaba a sus hijos. Hoy la realidad cambió y un testimonio así lo narra.

Redacción
29/08/2022 11:26
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"Llegó la maestra", "ahí viene la maestra", fulana de tal "es mi maestra", eran las frases remanidas que cada tanto se repetían, con un gran orgullo, por los niños de hace unos 40 años en la República Argentina, cuando la educación era muy valorada por la sociedad que, en el fondo, se mostraba agradecida por tener a esas heroínas al frente de la formación de sus hijos.

Hoy esa realidad cambió y basta con escuchar unos minutos lo que tienen que decir los docentes sobre la realidad que viven a diario, en las distintas comunidades mendocinas, y del resto de la Argentina, que en su mayoría no valoran el trabajo de estas maestras que actualmente son observadas casi de soslayo.

Emma Elisa Serra es una de las testigos de lo duro que fue educar antaño, claro, las condiciones no eran las mismas que hoy. El esfuerzo y el sentimiento de gesta habitaba en los pechos de esas maestras que hasta iban a buscar a sus alumnos a sus hogares, preocupadas porque habían faltado a clases. Había que educarlos a toda costa y eso era motivo de una felicidad interna hoy difícil de encontrar.

"Yo viví aquel ayer tan lleno de vivencias claras, llenas de entusiasmo, amor y sobretodo docencia. Solo queríamos trasmitir, ayudar, hacer, vivir cada momento junto a nuestros alumnos", recordó Emma luego de entornar los ojos y recordar los momentos de su joven pasión por los chicos.

Las escuelas en su mayoría eran un lugar precario, lleno de problemas edilicios entre otros y eran identificadas amablemente como "escuelas rancho".

 

 

Estaban construidas con los elementos conseguidos en el lugar donde habitaban los pequeños alumnos; "con adobes, ramas de jarilla, leños para el techo, entre otros materiales. Aún así éramos diligentes y felices, gracias a la pasión que generaba el sentimiento intacto de prestar un servicio amoroso. De construcción intelectual, también espiritual y respeto. De entrega casi sin límites", repasó en su memoria la mujer que ya forma parte del gupo etáreo reconocido como adultos mayores en Mendoza.

"En una ocasión, faltaban a clase unos niños, por lo que nos preocupamos. Me dispuse a buscarlos, una vecina me dijo: Entre por ese callejón. Casi muero, había montañas de basura y un estrecho y sinuoso camino, parecía que esas montañas caían sobre el autito", describió la maestra que había ido a tratar de entender y reacomodar la vida de esos pequeños estudiantes.

 

 

"Un hedor insoportable nos rodeaba. La misma basura expandía un polvo que nublaba totalmente la vista, nos arreglábamos con el limpia parabrisas y andábamos suavemente, hasta que divisamos en una montaña a la madre con los tres niños", detalló.

Y añadió con los ojos muy abiertos, somo si volviera a ver aquella escena en forma presencial: "Fue impactante, estaba en el basural del departamento de Maipú, uno de los que componen lo que se conoce como el Gran Mendoza, pero pude solucionar el problema. Los niños volvieron donde debían; a la escuela. Allí tenían su vaso de leche y su almuerzo. Las docentes eran totalmente solidarias, conscientes de la situación y se trabajaba en equipo. Allí los padres nos respetaban, éramos cómplices en nuestra tarea: “Enseñanza integral”…Valoraban nuestra labor, éramos un grupo orgulloso. Sobre cuando me nos identificaban individualmente como La Maestra”.

 

 

"Durante el Primer Plan Quinquenal, a partir de 1930, el Gobierno construyó en zonas alejadas, y en todas las provincias, varias escuelas, muchas de ellas con el paso del tiempo, fueron alcanzadas por la civilización. Aquellas muy lejanas como en la pre-cordillera y dentro de Lavalle, por sus distancias, fueron convertidas en Escuelas Albergues", manifestó Serre.

Según la mujer estaban "totalmente equipadas para docentes y alumnos. Pese a nuestros magros pagos en la Nación no desistíamos de continuar en nuestros puestos, tomando nuestra labor como una gran responsabilidad hacia los niños, no solo para formarlos sino también para asegurarnos de que tuvieran sus necesidades básicas, como alimento, cubierta".

 

 

"Hubo épocas en que fueron suspendidos los sueldos docentes por largos meses, allí aparecieron los que ofrecían dar una parte, contrato de por medio, para que al volver el pago ellos recibían el total. Fue una solución poco equitativa, pero solución al fin", rememoró.

Para Emma, la maestra que miró en perspectiva la realidad, "hoy, el contexto social es otro. No se valora la docencia de la misma forma. No comprenden que las bases, la plataforma de un pueblo, es la educación, sin ella somos nada”.

"No es correcto generalizar, ya que hay grupos compactos que hacen su trabajo con grandes esfuerzos, pero cuando no hay políticas acordes que acompañen, quedan como dispersas, aisladas y se difuminan", dijo.

"Existen desaciertos en políticas económicas que desubican a la población, parece que nunca aprendemos de los sucesivos errores que vienen de larga data. Esto provoca a la sociedad un profundo desconcierto, al confrontar el día a día, así como expresó el filósofo argentino, ensayista, poeta, traductor de literatura de lengua portuguesa y autor de relatos para niños Santiago Kovadloff: Estamos viviendo un hoy sin mañana”.

Ocurre que, para Emma Serre, "el esfuerzo y empeño de algunos, no hacen «el nosotros», donde debiéramos ser un país fructífero, que arrase con las dificultades. Lamentablemente este es nuestro hoy".

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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