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A propósito de "Muchachos" y ese tan paradigmático "nos volvimos a ilusionar"

El filme bate récords de asistencia de espectadores, quizás porque combina las emociones del canto visceral a la sublimación que transforma lo problemático en positivo

 

14/12/2023 16:35
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A casi nada de la celebración del primer aniversario de la conquista en Qatar, este logro deportivo infunde la necesidad de un análisis que excede lo que comúnmente se interpreta como solamente futbolístico.

Pareciera que el paso de los días ubica al triunfo en suelo qatarí como una victoria que, nacida desde una pelota y un arco, pudo haberse desarrollado más ampliamente como parte de la cultura más fuertemente identitaria que anida entre generaciones de argentinos.

Si el primer Mundial, ganado en 1978, está asociado a los goles de Mario Kempes, las atajadas de Ubaldo Fillol y a Daniel Passarella como el primer futbolista que alzó la Copa del Mundo, y el segundo, en México 1986, es sinónimo del extraordinario nivel de influencia que alcanzó Diego Maradona, sobre todo tras el icónico duelo frente a Inglaterra, lo cierto es que las secuelas por el impacto emocional que resultó sumar la tercera estrella están lejos de haberse convertido en una evocación de museo.

Se lo percibe, asimismo, en el ánimo de la calle. Las juntadas familiares o entre amigos, las reuniones laborales y las recurrentes frases en modo comparativo con situaciones de máxima tensión -vivenciadas durante el bimestre noviembre/diciembre del año pasado- remarcan que en el inconsciente colectivo argentino se halla cada vez más internalizado el modus vivendi propio del último bimestre transcurrido ya doce meses atrás.

¿Hará falta explicar qué significa el “¿qué mirá, bobo? ¡Andá pa´llá!” de un Lionel Messi en modo maradoneano a Wout Weghorst? O, por ejemplo, las frases punzantes de Emiliano Martínez a los ocasionales lanzadores de penales, más que nada a los franceses. El pelotazo de Leandro Paredes hacia el banco de suplentes neerlandés. El segundo previo al desenlace entre Kolo Muani y “Dibu”. Los pasos de Gonzalo Montiel y sus tres estrellas ya tatuadas en el cuello. El desahogo tras el gol clave de Leo a México, cuando la angustia por la permanencia en el emirato empezaba a agigantar la duda.

Y el capítulo aparte: “Muchachos” un filme cual si fuera un salvoconducto o una contraseña para reforzar la argentinidad entre compatriotas ubicados en Doha y Lusail, al igual que cuarenta y cinco millones que lo hacían en todo el territorio argentino e imantados por un cántico que se fue transformando en un himno a la esperanza.

Una película al que le basta esa sola palabra – “muchachos”- para identificar de qué se trata, es un punto de encuentro para expresar sensaciones viscerales que están metidas debajo de la piel en la población de nuestro país.

El film, estrenado recientemente y previo a la conmemoración del primer año de aquel angustiante choque contra Países Bajos, se encuadra perfectamente dentro del concepto de producto cultural que interpela el sentimiento popular sin distinción de géneros, clases sociales o lugar de radicación.

Es muy complejo, para aquellos argentinos que tuvieron el privilegio de estar en Qatar durante la Copa del Mundo, llegar a imaginarse lo que sucedió en este país desde el 22 de noviembre hasta el 18 de diciembre del año anterior. Se lo podía presumir, pero nunca al ciento por ciento de las vivencias reales, y que tan bien están reflejadas en esta obra cinematográfica.

Queda absolutamente claro que, dentro de las prioridades que existen en una nación, la del fútbol ocupa un espacio insignificante en relación a las condiciones de vida que enmarcan a la población con respecto a salud, educación, vivienda, alimentación, esparcimiento y trabajo, por ejemplo. De todos modos, también es inequívoco que hubo un pre y post Qatar dignos de ser analizados desde el punto de visto sociológico, psicológico y también político.

Mucho más que una Copa del Mundo se alzó en el Lusail Stadium tras la consagración épica frente a los franceses.

Si ese inmenso poder simbólico se pudiese convertir en un hecho fáctico y abarcador de todas las instancias de la vida, otro sería, quizás, el destino que nos espera y al cual pudiésemos construir.

Sigmund Freud lo supo explicar a su manera, cuando precisó que la sublimación se trata de transformar aquello que es problemático en un factor positivo.

¿Por qué no? Vale la pena probarlo de una vez y para siempre.

 

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