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«Madre/Androide», una película...

La nueva película distópica del ranking de Netflix.

12/01/2022 18:51

 

Pocas veces en la vida llega a ocurrir que uno compruebe tan pronto algún que otro postulado que obstinadamente se posa sobre su razón. También llega a suceder las más de las veces que es uno quien se obstina de manera reprochable contra una idea particular y busca, incluso contra todo pronóstico, las pruebas que afirmen lo que se propone. Este último no es mi caso. Podría decir que vine a encontrarme con una demostración cabal de aquello que vengo mencionando hace tiempo, pero sin haberlo imaginado siquiera. Di con, como quien diría, un caso prototípico.

Mattson Tomlin es un productor, guionista y director norteamericano de 31 años. Este su primer largometraje, que fue escrito a lo largo del 2020, es un proyecto que ideó con la decidida voluntad de convertirse en director. Pues bien, más allá de saber que ha escrito algún que otro guion para Netflix, y que incluso parece haber sido llamado para colaborar con The Batman (2022), próxima a estrenarse en marzo de este año —donde veremos a Robert Pattinson encarnar el mítico papel de Bruno Díaz—, no poseemos demasiados datos acerca de su vida personal. He buceado un poco por la red para saber algo más de este muchacho, ya que su película no habla demasiado bien —al menos para mí— de su forma de concebir nuestro mundo. Quiero decir: tengo la intuición de que este muchacho ha tenido una vida bien mullida y que ha salido más bien poco a la vereda —y que así de poco el mundo ha golpeado con su mano ruda su rostro—.

 

 

Aproximaciones argumentales

Bueno, bueno, nadie se entusiasme demasiado que no vamos a descubrir América. Se trata de una nueva película distópica en la que un fallo tecnológico o la perversa estrategia de una corporación (esto será algo que nunca comprenderemos bien), llevan al mundo a un apocalipsis. La cuestión es perecer, resistir —cosa que tan solo retrasará nuestra muerte— o alcanzar las Islas Afortunadas, por así decirlo.

El metraje comienza con una pareja que se encuentra en un aprieto, ya que serán padres por descuido. Georgia (Chloë Grace Moretz) es la chica, Sam (Algee Smith), el chico. Pues bien, al cabo de un rato, los muchachos van a una celebración de Navidad, pero algo más tarde una hecatombe mundial los deja sumidos en el desastre. Luego de la tragedia, buscarán la manera de llegar a salvo a tierras orientales, donde aparentemente la crisis se encuentra contenida. A lo largo de su viaje vivirán diversas peripecias —que serán más bien pocas—, procurando sobrevivir. La tentación de explayar aquí mis pareceres es tan ardiente, que pasaremos a ello en el acto.

 


 
El cine al que nos estamos acostumbrando

Una de las primeras cosas que inevitablemente sentí ni bien comenzado este film… fueron dos cosas en verdad. Primero, hay un plano, ni bien empieza la película, en la que vemos a un androide con cara de malo sin motivo alguno y eso —siempre que no se trate de una película intencionalmente ridícula— ya no me sentó muy bien. Segundo —esto ya es personal, en verdad—, me inquieta sobremanera eso de imaginar un futuro en el que los androides hacen las veces de mayordomos y demás, ¡todo es tan antropomórfico! ¡Qué poca imaginación!… Yo pienso, si uno quiere que un robot lo atienda a uno, ¿no tiene mayor dignidad que lo haga bajo apariencia de robot que semejando a un humano? Digo, me extraña que en estos tiempos nuestros tan correctísimos, imaginemos mundos en los que volvemos a erigir la esclavitud. ¿Estoy siendo excesivo? Pero volvamos, por favor, y perdonen la digresión.

Bueno, la película pende de un hilo ni bien comienza, pero la fui tolerando; incluso me llevé una sorpresa luego del «apagón» (atentos a la escena, es a los 5 minutos de metraje), aunque no duró lo suficiente —mi sorpresa, digo—, ya que… bueno, verán ustedes. Ocurre, lectores míos, que las premisas de las que se sirve el film, la llamada robolución (entiéndase: revolución de los robots, juego semántico que es de no creer), el origen de la misma, la naturaleza de los androides, el sitio en que se encuentran los personajes y el cómo, son cosas que carecen de absoluta importancia para nuestro guionista y director. Nunca se aclara nada de nada; todo es tan adventicio, todo rezuma tal inverosimilitud que no parece ser cierto que alguien se lo tome en serio (me refiero a alguien como todo el equipo que llevó adelante la obra). Otra cosa que no entiendo es cómo puede ser que se siga refritando el mundo zombi, o mejor digo: cómo puede ser que siempre se caiga en la remanida idea de hacer comportar a los robots (supuestamente inteligentísimos y bla, bla, bla) como tontuelos maniquís automatizados.

Veamos. La dirección de arte es tristísima, al punto de que parece, ¡realmente parece!, que los protagonistas han ido al set vestidos con sus mejores trapos, habiendo pasado antes por un ejército de estilistas, y que su director, ni bien estuvieron aquellos ubicados en posición, ha dicho «¡Acción!» y así las cosas: vemos…  ¡¿qué es lo que vemos?! Porque supuestamente nuestros muchachos se encuentran a la buena de Dios desde hace no sé cuántos meses, superando las inclemencias, el rigor del ambiente, ¡pero eso sí!, con un estilo que flipas.

 



El ritmo es tonto (no me sale otro adjetivo), la fotografía es tonta, la elección de la música es igual de tonta, y si juntamos estas tres descripciones vamos a ver fielmente cómo no existe clima alguno en la película y menos todavía existe posibilidad de empatizar con los personajes. No hay tensión. ¡Pero cuidado! Sí ve uno las intenciones del director de crear una atmósfera inquietante, pero uno ve las intenciones y, como dije antes, nada de tensión. De tensión nada y sí mucho de tedio.

Tampoco ayuda la cámara, cámara que está puesta al mejor estilo «escuela de cine». Verán ustedes en una de las escenas en las que nuestros muchachos intentan encontrar refugio (la escena de la casa), qué tan mal está todo, qué tan poco interés nos despierta la hazaña. Para ser algo más preciso, justificaré lo que digo. La cámara filma a Geo, quien está visiblemente ansiosa, y luego se vuelve hacia la casa a la que Sam pretende ingresar; es una suerte de plano contraplano pero pésimamente dirigido, no vemos nunca qué ocurre con Sam, porque tan solo observamos desde una subjetiva que simula ver lo que ve la muchacha. Cosas como estas son las que dejan ver en claro lo tan amateur que es esta película. Mientras los protagonistas lloran o celebran, uno bosteza y se irrita.

Tan solo, y para cerrar con este análisis, diré que algunos personajes como el soldado o el misterioso hombre del bosque… En fin, que no sé que decir que no sea demasiado fuerte para el horario de protección al menor. No hay matices ni humanidad alguna, cada situación es tan plástica, tan artificiosa que pareciera que todos, sin excepción, fueran androides sin alma ni razón de ser. Tan solo quiero dejar aquí sentado que la persecución del bosque es una de las escenas más bizarras e injustificables que he visto en mi vida alguna vez. Si el director pretendía homenajear al bueno de Sam Raimi, falló escandalosamente; si acaso no fue un homenaje, lo ha insultado imperdonablemente.

 

 

Implicancias

No tengo dudas de que el joven Tomlin se ha rodeado de algunos compinches; que ha pedido  hacer la película junto a sus amigos de instituto, porque todo es muy acartonado; parece que el equipo de creativos nunca hubiera visto realmente cómo es la vida. En la vida existe la suciedad, en la vida uno tiene necesidades, ¡uno toma agua! Es cierto, tan despegado me encontraba yo del film que de a ratos me venían esos pensamientos, pero debo decirles que nunca antes en mi vida me había detenido tanto a considerar de dónde sacaban agua los personajes para continuar la travesía. ¡Agua! ¡Siquiera me refiero al alimento! Nunca se cansan, nunca sufren, nunca se ensucian, nunca temen… Nunca sienten.

Son sumamente importantes este tipo de cosas —para alguien como yo, que tanto me intereso por el mundo del arte (y que procuro vivir del mismo)— a la hora de imaginar una obra. Si acaso incluyéramos en ella a seres como nosotros, debemos ser insoportablemente escrupulosos para describir sus contornos. Si uno respeta la humanidad que nos es propia y desea representarla, no puede menos que aspirar a ser un gran psicólogo, uno que conoce los más esquivos resquicios del ama. Y no me vengan, por favor, con eso de que es tan solo una película de ficción, porque en todo caso es una que nos muestra, o pretende mostrarnos, nuestros yos del futuro, y si esa proyección no es lo suficientemente poderosa, nunca será capaz de llevarnos consigo y, por lo tanto, nosotros quedaremos al otro lado de la rivera viendo estrellarse aquella contra un promontorio. Triste destino de las obras descuidadas —o caprichosas—.

Es cierto, también hay que destacar que la película cuenta con muy bajo presupuesto, es algo palpable debido a sus innumerables planos cerrados, que nunca muestran bien la extensión del sitio en que se encuentran (y que no se trata de un recurso para generar un ambiente opresivo, ¡no!); locaciones muy pobres y todavía menos cuidadas; efectos visuales completamente generados en posproducción con After Effects, etcétera, pero tal cosa no es justificativo como para presentar una película pobre. Presupuesto bajo no significa calidad cinematográfica baja (sobrados ejemplos tenemos).

De lo que ahora —¡y por fin!— sí tenemos un ejemplo claro, es del actual cine. Esta película se encuentra en el puesto 5 en el ranking de Netflix, habiendo desplazado y dejando en el olvido a The Lost Daughter (2021), la anterior película que reseñé, y así como no era raro que esta haya quedado en el olvido, es todavía menos raro que aquella permanezca. Mother/Android es una completa tontería, hecha para espectadores ociosos, que entran a Netflix para acomodar su aburrimiento. No digo que estos lleguen a estimarla, pero sí digo que les da lo mismo que ver cualquier otra obra que valga la pena, y este es el problema fundamental: desplaza, a fuerza de bulto, al buen cine. Ocupa demasiado espacio en un habitáculo ya muy comprometido.

Si no he dado a esta película la calificación más baja (1 sobre 10: Muy mala) es porque tengo en claro que es el primer largometraje de Tomlin. Esperaremos a que se redima si ello es posible. Por último, les dejo una pregunta: ¿Quién, cuando camina por un bosque como los que se encuentran en Norteamérica, debe ir abriéndose paso a machetazos como si se encontrara en el corazón del Amazonas?

Es claro: alguien que no ha caminado por bosques, selvas, ni ha salido de su casa a ver el sol. Alguien que ve mucho cine o lee muchos libros, pero que, seamos sinceros, no ha visto todavía por sí mismo.
 

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