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El balotaje o una nueva odisea de los giles

Tanto Massa como Milei, al que le toque en gracia el favor de los giles, deberán enfrentar los ya duros condicionamientos de la macroeconomía argentina y es muy probable que los más convencidos y rabiosos de hoy sean los primeros desencantados del mañana

10/11/2023 10:11
Massa y Milei son las opciones del Balotaje
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Cuando este fin de semana se cierre el último debate entre los candidatos presidenciales Sergio Massa y Javier Milei, tal vez empiece a definirse el capítulo final del año electoral que se llevó gran parte de nuestra atención, pero también de nuestras energías. 

Será el momento del tramo decisivo de la campaña, las últimas escaramuzas de esta batalla sin cuartel que dejó sobre el tablero a dos expresiones políticas tan incompatibles como imprescindibles en su mutua funcionalidad, lo que se presume como un escenario cargado de aún más tensión.  

Como si ello fuera necesario en medio de un contexto socioeconómico extremadamente delicado, plagado de los sobresaltos que suponen los aumentos cotidianos, la pérdida del poder adquisitivo de los salarios o las dramáticas cifras de la pobreza creciente. 

Aún así, se redoblan los mensajes de quienes lejos de aportar soluciones para la tragedia cotidiana que ha resultado la subsistencia en Argentina se dedican a ensayar constantes extorsiones que satisfagan a uno u otro candidato. Una polarización recargada y más extrema de la que incluso ha soportado este país en las últimas dos décadas. En ese volcán volveremos a votar el 19 de noviembre. 

Ciertamente, la elección es entre modelos antagónicos pero que paradójicamente, de la primera vuelta hasta aquí, sólo buscan agradar al centro, simular moderación, presumir racionalidad, convencer a los desencantados. En definitiva, evitar deslices o traspiés que pongan en riesgo la elección. 

Y todo parece indicar que –justamente- serán esos electores más racionales, quienes podrían inclinar la balanza en una u otra dirección. Sólo que eso será después de haber sido inicialmente despreciados en pos de fidelizar a las respectivas tribus de origen de cada uno de los contrincantes. Ahora, esos giles sólo son un votante deseado y posible. 

Son aquellos giles que en el camino se quedaron sin candidato los que deberán levantar o bajar el pulgar que suponga la continuidad de este modelo repetido de fracaso y estancamiento, de corrupción y prebendas; o dar la posibilidad (aún difusa) a un nuevo contexto en donde todo aquello que se explicitó como un cambio de raíz ahora parece relativizado, y lo que es peor, con el peligro de que en nombre de la libertad sea la democracia la que se inmole. 

El asunto es que en ambos bandos parecen haber llegado a la misma conclusión: con los propios no alcanza. Y que por ello es necesario saltar todas las grietas posibles y masticar todos los sapos que vengan en el menú en pos de un triunfo que ni siquiera así podrá asegurar que la Argentina que viene sea distinta. Mucho menos, mejor. 

Tanto Massa como Milei, al que le toque en gracia el favor de los giles, deberán enfrentar los ya duros condicionamientos de la macroeconomía argentina y es muy probable que los más convencidos y rabiosos de hoy sean los primeros desencantados del mañana. Los giles que vendrán. 

Preocupa que tanta euforia y tensión que sostiene a ambos candidatos no se conviertan en nuevos impedimentos para asegurar un destino de desarrollo que todos prometen pero que más allá de los ya electoralmente decididos, pocos creen posible, hundidos en el hartazgo y la decepción que devuelve la realidad cuando levantamos la mirada. 

El domingo por la noche, y a una semana de la definición, quedará muy poco para especular y mucho para seguir temiendo porque ni Massa ni Milei se han encargado de tranquilizar, sólo aterrorizar con la posibilidad cierta de que gane su rival.  

La valentía que supuso la recuperación democrática nunca imaginó que desde sus propias entrañas la amenaza podía carcomer sus cimientos. Por ineficiencia o ambición, por lo escaso de sus respuestas o por los millones de argentinos que perdieron la fe en el camino a costa de ceder, también con ello, muchas de sus ilusiones y derechos. Así irán a votar los giles. Ojalá sea revancha y no otra equivocación. 

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