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Vicentin: fraude y dictadura

14/06/2020 00:13

El espía oficioso D Alessio (hoy procesado y preso) dijo que “Vicentín es puerto y falopa” y “allí puede hacerse muy buena guita” para gente de su calaña. Está grabado. Pero mejor no hacer caso a lo que diga este tipo de personajes. No hagamos lo que fue propio del  megaespionaje que operó con el macrismo: Fariña o Elaskar eran delincuentes detestables cuando convenía, y cuando convenía se transformaban en transparente fuente de la Verdad. Tanto es así, que un personaje oscuro como Fariña –que fue llevado por Majul a la oficina de Garavano para que juntos establecieran qué debía decir para quedar en libertad- es el que inventó la ridícula versión de “se robaron un PBI”. Aunque el mismo Fariña quizá no sepa qué es eso. Igual, medio país aún repite la frase de quien  fue preso por sus delitos.

Se trata de una cerealera que recibió préstamos irregulares hasta fines de noviembre de 2019 (después de la elección presidencial), cuando desde abril la inhabilitaban sus balances. Que quedó debiendo al Banco Nación –le debe aún- la friolera de 18 mil millones de pesos mientras debe grandes sumas a muchos otros bancos, incluso extranjeros. Que tiene enormidad de tentáculos en diversas ramas económicas, por caso la vitivinicultura. Que posee oficinas propias en Uruguay y Paraguay, y que está siendo investigada por las autoridades del país guaraní. Que tuvo en Nardelli un precandidato a gobernador de Santa Fe por el PRO, y que ha dado fuertes cantidades de dinero a Cambiemos para sus campañas (recompensados por los préstamos de González Fraga, hoy imputado por ello en causa judicial). Y que estaba con altas probabilidades de quiebra –inexplicable, si se atiende a sus enormes ganancias- que dejarían a cientos de pequeños y medianos acreedores sin cobrar, y a muchísimos trabajadores en la calle.

El gobierno hizo lo que correspondía para salvar la empresa: intervenirla, e ir al Congreso para ver la posibilidad de expropiarla. Allí se desató la resistencia empresarial. Desde levantar a una pequeña localidad vicentindependiente, hasta desatar una insólita campaña pretendidamente “anticomunista”, que alcanza una primariedad rara veces vista.

El gobierno italiano acaba de hacer algo parecido con Alitalia al practicarle salvataje, el de Merkel lo concretó con Lufthansa: ambas empresas tendrán fuerte presencia estatal en su patrimonio y su gerencia. Pero aquí jugamos a ser Videla y Pinochet, y encontramos “comunistas” por todas partes, en un juego que por efectivo no deja de ser siniestro.

Cuando el gobierno financió a miles de empresas (hasta algunas dependientes de Techint o del grupo Clarín) para que pudieran pagar sus sueldos en cuarentena, no vimos a nadie salir a decir que eso era “comunismo”: si el Estado salva a los privados, estos ponen cara de dóciles y distraídos. Cuando el Estado expropia a empresarios enriquecidos para salvar acreedores y trabajadores (en un solo caso excepcional, ya no para cientos o miles de empresas) se sale a vociferar que hay “comunismo”. Es tan grosero y casi simultáneo el contraste, que cuesta creer que no se advierta.

En tiempos de posverdad es difícil hacer una discusión seria, pues con muchos medios de comunicación “a la carta” que reproducen la lógica de las redes, es imposible hacerse oir por los que no piensan igual que uno. En otras épocas había pocos medios, y todos teníamos que escuchar lo que se decía en ellos, nos gustara o no. Hoy, todos tenemos emisoras donde se dice sólo lo que queremos. De tal modo, nadie escucha otra cosa que lo que quiere escuchar. Muy poco se aprende, no se soporta nada que contradiga los propios puntos de vista previos.

Así, los que han hecho del “anti” su bandera (anticuarentena, antikirchnerismo, antigobierno, antiexpropiación) salen a cacerolear sin ton ni son, hablando de un “comunismo” que hoy no existe en ninguna parte. Desde una canal de TV se les preguntaba qué opinaban de la deuda de 18 mil millones, por qué la empresa había recibido préstamos cuando ya no  calificaba, cuánto había otorgado a la campaña de Cambiemos…no sabían de eso, no sabían nada. Y no se avergonzaban de no saberlo, ni se inmutaban al conocerlo. Decían: “yo quiero estar aquí, protestando”. Si había alguna razón verdadera para hacerlo, es para ellos lo de menos. “Estamos en contra, no tenemos idea de por qué”, y si nos preguntan respondemos con la vulgata televisiva de “vamos a ser Venezuela”, cuando hemos estado muy cerca de los índices de Venezuela sólo en tiempos del macrismo.

Vicentín –según se denuncia- como Ford o Ledesma, también tuvo ingerencia en la persecución criminal lanzada por la dictadura en 1976. ¿Les importa a los caceroleros? Para nada. No se han enterado. Pero si lo supieran, seguro que su cerril anticomunismo  llevaría a algunos a regocijarse en secreto.-

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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