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¿Un fútbol sólo para ricos?

Desde la llamada Ley Bosman (1995), que el establishment del fútbol mundial no tiembla como ocurre desde el pasado 21 de diciembre, cuando el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) determinó que la UEFA -la Conmebol de ese continente- no tiene el monopolio de la organización de los torneos, a partir de una denuncia de la empresa vinculada a una nueva idea de asociación de clubes, la Superliga, compuesta, por el momento, por el Real Madrid y el Barcelona, seguidos -ahora con dudas- por la Juventus, y con varios clubes de élite que fueron renunciando por el camino, como los “top six” ingleses, alemanes y franceses.

06/01/2024 22:40
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Por Sergio Levinsky, desde Barcelona

 

Este fallo, que no menciona explícitamente a la Superliga, sí pone en claro que, desde ahora, si quisieran, un grupo de clubes podrían organizar un torneo por su cuenta sin que por eso debieran recibir ningún tipo de represalia por parte de la UEFA ni de la FIFA, lo que abre nuevos mercados en caso de que las entidades decidan asociarse.

De esta manera, se abre un nuevo desafío con muchas posibilidades de torneos, aunque, claro, los clubes que encabezan esta idea de Superliga, por ejemplo, deberán sentarse a convencer a los dirigentes de otras entidades, algo que no parece fácil por el juego de intereses que aparecen.

Hace dos años y medio, Real Madrid -verdadero líder de la idea, cuando su presidente, Florentino Pérez, viene insistiendo en que el fútbol vende “cada vez menos” entre los jóvenes, que no se interesan por partidos largos de noventa minutos en tiempos de videos cortos y de enorme competencia de demandas y que entonces hay que cambiar de formato y agregar entretenimiento-, el Barcelona y la Juventus habían logrado reunir a los seis principales clubes ingleses, los llamados “Top Six” (Manchester City, Manchester United, Tottenham, Arsenal, Chelsea y Liverpool), al Atlético de Madrid, al Inter y al Milan, para un torneo cerrado de los 16 equipos más importantes del continente.

En aquel momento, consiguieron el apoyo de un banco como el JP Morgan, que distribuía 5000 millones de euros (una cifra hartamente superior a la que habitualmente paga la UEFA por participar en su máxima competencia, la Champions League), pero el planteo era cerrado: los equipos entraban por invitación, por su tradición de grandes, sin importar la meritocracia deportiva. De nada servía que, como ahora podría ocurrir, el Girona ganara la Liga Española. No entraría en el torneo de la élite por no tener las condiciones que se requieren.

Sin embargo, no alcanzó el dinero ni la insistencia de Pérez. Muchos clubes no la vieron con claridad, especialmente los alemanes -Bayern Munich y Borussia Dortmund- acostumbrados a un sistema más democrático (de hecho, en Alemania la fórmula de manejo de los clubes es del 51% de los socios y el 49% de empresas privadas, que en general tienen sinergia con los proyectos deportivos de las entidades) y el Paris Saint Germain, aunque este es un caso especial, porque Nasser Al Khelaiffi, el CEO, es también el titular de la Asociación de Clubes Europeos (ECA) y está ligado a los derechos de TV porque “beIN Sports”, la cadena que transmite la Champions y paga fortuna por ello, forma parte del entramado de fondos qataríes como el club en el que jugó Lionel Messi por dos temporadas.

De esta forma, tampoco los franceses quisieron alejarse de la órbita de la UEFA. La presión aumentó cuando el entonces primer ministro británico Boris Johnson llamó a cada uno de los seis clubes ingleses para amenazarlos con que, de salir de la órbita de la UEFA, recibirían castigos impositivos y de toda clase, sumado a los hinchas y socios que se movilizaron en contra del nuevo certamen ideado, por elitista. Terminaron yéndose también el Inter, el Milan y el Atlético Madrid, y la Juventus, uno de los aliados de Real Madrid y Barcelona, tuvo que cambiar su staff luego de otro caso de corrupción en el que quedó comprometido.

Visto lo visto, las cosas no parecen nada fáciles para la implementación de la Superliga, por más que el director general de “A22 Sport Management”, la compañía encargada del desarrollo comercial, Bernd Reichard, anda transmitiendo una confianza infinita en la resolución final, luego de cambiar el formato en febrero pasado, abriendo el mérito deportivo y con tres categorías, con ascensos entre ellas.

Uno de los mayores detractores de esta Superliga es el presidente de la Liga Española, Javier Tebas Medrano, quien destaca que los que más sufrirían con el nuevo torneo serían los clubes de clase media para abajo en cada una de las ligas nacionales, porque con tantos partidos que jugarían los grandes, no le darían importancia a sus campeonatos dado que, de todos modos, jugarían siempre en la élite europea sin necesidad de clasificarse.

El nuevo formato presenta tres categorías. Las dos primeras, “Star” y “Gold”, tendrían 16 equipos cada una, y la tercera, “Blue”, 32 equipos, para un total de 64. Durante la primera fase, los clubes se repartirían en grupos de ocho equipos cada uno, por lo que cada uno jugaría un mínimo de 14 partidos (con las revanchas incluidas), y luego, se determinarían las condiciones para llegar hasta la final y también, para disputar partidos por salvarse del descenso o para ascender, según el caso. Claro que para llegar a la liga “Blue” serían muy pocas las plazas posibles, obligando a jugar entre cientos de equipos de todas las ligas europeas para pocos lugares.

Siguiendo con el ejemplo del Girona, si a fines de la temporada 2023/24 ganara la Liga Española, iría a jugar a la tercera categoría europea de la Superliga, la “Blue”, cuando de permanecer en la UEFA iría directamente a la fase de grupos de la tradicional Champions League.

Esto también cuenta para el fútbol femenino, para el que se contempla una Superliga de 32 equipos, con lo que el debate también se traslada a las competencias de mujeres.

Y no termina allí porque ahora se dice que JP Morfan pondría 15000 millones de euros y que, en otra medida que puede cambiar el fútbol, está previsto que todos los partidos sean transmitidos gratuitamente vía streaming, que se mantendría por ingresos de publicidad y desde canales propios, con lo que reventaría el negocio de la TV tradicional.

Ahora queda como desafío conocer, en los próximos meses, si los clubes de élite europeos resistirán esta oferta y seguirán participando en las competencias oficiales de la UEFA, o no. La entidad que dirige el esloveno Alecsander Ceferin se opone terminantemente a la nueva idea -como es lógico, ya que atenta contra su organización- y el dirigente menospreció el fallo de la Justicia diciendo que de todos modos “son dos los clubes que pueden jugar -por el Real Madrid y el Barcelona-“, por la negativa del resto en lo que va del proceso de convencimiento.

Sin embargo, no por nada la UEFA, previendo esta posibilidad, modificó el formato de la Champions para la próxima temporada 2024/25, y en vez de jugarse la primera fase como antes, con ocho grupos de cuatro equipos, ahora se disputará con cuatro grupos de ocho equipos, para que cada uno pueda tener más participaciones y con ello, más premios y transmisiones televisivas.

Pero tampoco termina allí, porque pese a todo el dinero que circula, tratando de seducir a los clubes, aparece la sombra del fútbol saudí, dispuesto a aumentar la oferta para llevarse, en los próximos meses, ya no sólo a estrellas veteranas, sino a más jóvenes y a la clase media, con fondos estatales cada vez mayores que apuestan a generar una potencia definitiva, con miras al Mundial ya otorgado al país en 2034. Esto podría generar una sangría muy importante en el fútbol del Viejo Continente, y que tendría consecuencias en África y Sudamérica, a donde muchos clubes de élite europea irían a pescar todavía más futbolistas.

A propósito de Sudamérica: ¿qué ocurriría si con este fallo del TJUE, los clubes de élite del continente quisieran replicar la idea de la Superliga europea del otro lado del Océano Atlántico? Tema apasionante para otra columna.

 

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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