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Un Boca sin jerarquía pierde una gran oportunidad en el Maracaná

Cuando ya el reloj de arena corría demasiado en contra, y los minutos del alargue se consumían con el inexorable triunfo del Fluminense, Boca se jugaba la gran chance de ganar la Copa Libertadores de América luego de dieciséis años con Saracchi, Janson, Taborda y Bruno Valdez, mientras miraban y alentaban desde el banco de suplentes los Cavani, Figal, Merentiel, Pol Fernández, acaso un símbolo del momento: jugadores sin historia xeneize, recién llegados o discutidos, que reemplazaban a los más renombrados.

04/11/2023 22:31
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Por Sergio Levinsky desde Barcelona

Finalmente, aunque fue derrota digna, Boca terminó su participación en la Copa Libertadores con una dura caída ante un campeón primerizo, el Fluminense, que terminó siendo el mejor equipo del torneo, y el que claramente se preparó con tiempo para levantar el trofeo en el legendario Maracaná, donde disputa sus partidos como local, ante su gente.

Si la derrota de Boca ante Fluminense, en el alargue y con un gol de uno de sus jugadores más talentosos y con nombre de presidente estadounidense, John Kennedy -alguien deberá explicar qué hacía en el banco de suplentes hasta muy avanzado el partido- fue digna y terminó apretando a puro centro y remate de media distancia a los locales fue casi exclusivamente porque el conjunto brasileño, siendo muy superior en lo técnico, prefirió meterse atrás en las dos oportunidades en las que se puso en ventaja, dejando mucho espacio para que el equipo argentino se adelantara, aunque haya sido a los tumbos.

En buena medida, Fluminense es mucho más merecido campeón por lo que hizo a lo largo del torneo que por la final, aunque incluso en ésta haya mostrado destellos de lo que es capaz, con un gran goleador como el argentino Germán Cano -al cabo, el máximo anotador del certamen y que no estaría mal si Lionel Scaloni lo convocara aunque sea para verlo en los entrenamientos-, un talento como Kennedy, dos ruedas de auxilio importantes como Keno o el colombiano Arias y el aporte de la sabiduría de veteranos como Felipe Melo, Marcelo o Samuel Xavier, quienes fueron reemplazados porque no pudieron soportar físicamente los ciento veinte minutos.

Al menos, Fluminense sabía qué hacer cuando podía tener la pelota y naturalmente le gusta tenerla, la busca, aunque la pueda perder. Boca, este Boca desdibujado de Jorge Almirón, no tiene un rumbo. No lo tuvo nunca en la temporada más allá de alguna rachita, y en esta misma Copa Libertadores avanzó hasta la final sin haber ganado un solo partido, porque prefiere aguantar y si se puede, contragolpear, pero regala la pelota por su propia voluntad, porque prefiere ahorrarse el gasto de pensar qué hacer con ella.

Boca sólo se despierta cuando queda en desventaja, y entonces es como si sonara un despertador invisible, que le avisa que así, pierde los puntos o la final, y entonces se sacude y sale, aunque no sepa muy bien a qué. Y ni siquiera repara en las pequeñas ventajas que puede tener como el haberse quedado con un jugador de más para el segundo tiempo del alargue por expulsión de Kennedy al festejar su gol. Ni eso. Frank Fabra, el técnicamente muy dotado lateral izquierdo colombiano, volvió a demostrar que pensar es un ejercicio difícil y se hizo echar también, y entonces el partido se volvió a equilibrar en lo numérico.

Lo de Boca, insistimos, fue digno, más allá de que se haya dormido en el gol del muy oportunista Cano, o no haya podido hacer nada en la gran definición de Kennedy en el alargue. Pero lo fue en base a garra, a la marca, a haber rematado, aunque se a, varias veces al arco como casi único camino, y así llegó el empate de Luis Advíncula, con un remate de media distancia.

Es cierto que Boca llegó lejos, nada menos que a la final de la Copa Libertadores, pero suena a mucho, a exagerado, tomando en cuenta el fútbol desplegado, los magros 13 goles en 13 partidos, el haber tenido que pasar por penales, gracias a Sergio Romero, contra débiles Nacional de Montevideo y Racing, y un Palmeiras que atravesaba una mala racha.

Pero su dirigencia, socios e hinchas no se pueden engañar, más allá de haber copado Río de Janeiro y el Maracaná como pocas veces se recuerde para un equipo argentino. Hace ya muchos años que no juega bien (creemos que desde aquel equipo que dirigía Alfio Basile entre 2005 y 2006), confunde “garra” con meter sin jugar, no apoya demasiado a sus divisiones inferiores (a las que recurre cuando ya no queda remedio) y no apuesta a una línea de fútbol con la pelota en los pies, por lo que tampoco tiene claro el entrenador que puede ser útil a una determinada política.

Cuando a principios de temporada llegó el uruguayo Edinson Cavani -un jugador de clase internacional, un gran goleador- señalamos que el riesgo no residía en él (que además, llevaba dos años marcando muy pocos goles en sus equipos y no había sido tenido en cuenta por el entrenador del Valencia para este nuevo año), sino en la falta de un sistema de juego que lo ayude, y la escasa compañía de jugadores en el ataque, lo que podía llegar a ser perjudicial. Muchos confundieron esta crítica con otra individual hacia el gran delantero celeste, pero los resultados comenzaron a verse y aquella algarabía inicial se fue apagando como un fósforo.

Boca, hoy, no es un equipo con identidad y de hecho, a falta de tres fechas para finalizar la fase de grupos de la Copa de la Liga, por el momento no está clasificado para la próxima edición de la Copa Libertadores 2024, a la que podría acceder también si gana la Copa Argentina, en la que se encuentra en semifinales luego de pasar las últimas ruedas…por penales y gracias a Romero.

Habrá que ver, ahora, cómo repercute esta derrota en la final ante Fluminense en la continuidad de un Almirón que ya era mirado de costado por los magros rendimientos y resultados, y qué consecuencias traerá esta final perdida en las elecciones presidenciales del club en diciembre, si Juan Román Riquelme contará o no con el aval del socio, o si se produce un cambio de época.

Del otro lado, Fluminense festeja su primer título copero tras haber perdido la final de 2008 como local y por penales ante Liga Deportiva de Quito. Otro título de Copa Libertadores para los clubes brasileños, que se acercan como nunca en la historia a los argentinos, líderes todavía en la tabla general (25-23), con un entrenador como Fernando Diniz, que comparte el puesto con el interinato en la selección de su país, que en pocos días debe recibir a la argentina por la clasificación mundialista.

Fluminense tuvo que recorrer un largo camino, a la sombra de sus vecinos de Flamengo, o Vasco Da Gama o de los equipos paulistas, mineiros o gaúchos, que construyeron una mayor tradición. Pero los “tricolores” aprendieron las distintas lecciones que recibieron en el trayecto hasta coronarse ahora. ¿Sabrá tomar nota Boca de este nuevo traspié en Sudamérica?

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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