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Messi, modelo 2022

El Paris Saint Germain (PSG), el club francés de los incontables millones de euros, el del doping-financiero o el también llamado “Club-Estado” por recibir fondos ilimitados desde Qatar y que se dio el lujo de contar en el mismo equipo con Neymar, Kylian Mbappe, Ángel Di María y Giorgino Wijnaldum, volvió a perder por la Liga y en este caso fue 3-1 como visitante ante el Nantes, con el que caía 3-0 al finalizar el primer tiempo.

19/02/2022 22:32
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Por Sergio Levinsky, desde Buenos Aires. Especial para Jornada

Como en tantos otros partidos, Lionel Messi participó, hizo alguna que otra asistencia, colaboró a veces en el ataque y muchas otras estuvo lejos de la jugada y sus intervenciones fueron incluso aceptables, pero claramente no tuvo un peso decisivo en el partido, jugado a gran velocidad impuesta por los locales, que en 25 fechas acumularon 38 puntos, 21 menos que su vencido, el PSG, cómodo puntero a 13 puntos del Olympique de Marsella de Jorge Sampaoli, que tiene un partido menos.

No hay dudas de que el PSG va a ganar la liga. No está en peligro pese a la derrota. También podría avanzar a los cuartos de final de la Champions League europea porque el gol de Mbappe sobre la hora en la ida de los octavos en París ante el Real Madrid generó que un empate lo coloque en la rueda siguiente del gran objetivo de la temporada. Sin embargo, nadie puede engañarse y menos, los dirigentes del poderoso club de la capital francesa, y especialmente el brasileño Leonardo, director deportivo de la entidad, que ya le comunicó al entrenador argentino Mauricio Pochettino que salvo un viraje en el juego del equipo de 180 grados, su situación está finiquitada.

Es cierto que el PSG no logra jugar bien ni tener continuidad y muchas veces terminó ganando en los últimos cinco minutos partidos ante rivales flojos que de todos modos lo complicaron, o ante otros como el Real Madrid, que con el cambio de reglas acerca de que el gol de visitante ya no vale más doble, vino a París a buscar la “media inglesa”: empatar de visitante para ganar de local y casi lo consigue.

Pero ninguno de estos elementos cambia el concepto acerca de lo que lleva de temporada Lionel Messi, quien en 20 partidos oficiales lleva marcados 7 goles y generado 7 asistencias, una cifra que podría ser considerada aceptable para otro jugador pero no para alguien de sus quilates, siete veces Balón de Oro como mejor jugador del mundo y quien no bajó de los 30 goles desde la temporada 2007/08, catorce años atrás, cuando contaba con 21 años y marcó 16.

En su defensa podría argumentarse que a sus casi 35 años atravesó un momento traumático en agosto pasado, medio año atrás, cuando se fue de mala manera del Barcelona porque quería quedarse e insólitamente fue club catalán el que le abrió la puerta de salida, o que después de 20 temporadas en el Barcelona, en el que era amo y señor, capitán e ídolo total, tuvo que cambiar de ciudad, de equipo, de idioma y de contexto con su familia, aunque muchos podrían decir que no será ni el primero ni el último caso de deportista de élite al que le ocurre.

Pero hay algo cierto: este Messi no tiene mucho que ver con aquel que vimos en el Barcelona, el que nos deslumbró con su velocidad, con sus repentizaciones, con su cambio de ritmo, con sus pases magistrales, con su increíble capacidad de marcar goles desairando a los arqueros.

Parece que nos tenemos que ir acostumbrando a un Messi más terrenal, más ajustado a la media, de menor peso específico, que ya no da certezas de que podrá atravesar un mano a mano ante un rival, o que un tiro libre suyo será gol y hasta incluso un penal será sinónimo de conversión.

La gran pregunta que este cronista se hace es si es posible perder talento por tratarse de un jugador veterano, o si se trata de motivación, de adaptación a un nuevo contexto o a un problema de estructura de equipo. Porque sí es habitual observar que con el paso del tiempo, un jugador pierda velocidad y potencia, pero, por ejemplo, la pegada no es algo que se pierda ni por veteranía ni por aumento de peso.

La otra gran pregunta es cuánto puede incidir esta performance de Messi en el próximo Mundial, que muchos afirman que será el último que disputará en su vida (cosa que no nos atrevemos a sostener aún). ¿Podrá cambiar en nueve meses esta realidad? ¿Alcanzará con la motivación para ir por el título más preciado luego de haber ganado la Copa América? ¿Influirá tácticamente tener a sus espaldas un mediocampo con jugadores de buen pie que le hacen el trabajo más pesado para que flote detrás de Lautaro Martínez y acaso le pasen por los costados los volantes que a veces hacen de extremos? ¿Será suficiente el hecho de sentirse cómodo en el plantel que por fin consiguió un título importante luego de 28 años, lo que determinó su mejor momento en relación con el público?

Todo esto lo sabremos en unos meses, pero las alertas rojas comienzan a encenderse si es por lo que observamos día tras día con el PSG, donde el argentino, uno de los mejores jugadores de la historia, aparece como apagado, casi como cumpliendo burocráticamente las labores para las que fue contratado. Sin alma, sin una motivación especial, como si a cada rato mirara un reloj de calendario que le va diciendo cuántos días faltan para concentrarse con la selección argentina con miras al Mundial. Y nada más. ¿Será la mejor manera de llegar a la cita de Qatar?

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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