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Messi juega en otra liga

Hay algunos personajes, en distintos rubros, un muy reducido grupo, que conforman los elegidos. Aquellos que reúnen condiciones muy especiales en lo suyo.

22/07/2023 23:36
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Por Sergio Levinsky. Especial para Jornada

Que son inimitables, irrepetibles. En el fútbol, tras reinar en el mundo, el brasileño Pelé (Edson Arantes do Nascimento) solía decir, cuando le preguntaban si era posible que surgiera alguien como él, que jamás ocurriría “porque al nacer yo, mis padres cerraron la fábrica”.

Sin embargo, Pelé llegó a coincidir como jugador, cuando se encontraba ya en el final de su carrera, con la camiseta del Cosmos de Nueva York, con un joven Diego Maradona, que comenzaba a despuntar en Argentinos Juniors. Poco tiempo después, con el brasileño retirado, el equipo estadounidense, con muchas estrellas, viajó a Buenos Aires a jugar un amistoso con los “Bichitos Colorados” en el estadio José Amalfitani de Vélez Sársfield y bajo una lluvia torrencial, el joven número diez del conjunto argentino hizo maravillas en el barro, eludiendo rivales llevando la pelota de cuchara, sin que tocara el suelo. Al terminar ese amistoso, el “Kaiser” Franz Beckenbauer, capitán de la selección alemana campeona del mundo poco más de un lustro atrás y ex compañero de Pelé en el mismo Cosmos, sostuvo que lo que vio aquella tarde-noche en Buenos Aires no se lo había visto ni siquiera a “O Rei”.

Sin embargo, tampoco Maradona fue el último genio del fútbol. Argentina se dio el lujo de que apenas tres años después de la fiesta de su retiro en la Bombonera, apareciera otro, Lionel Messi, quien siendo muy joven debutaba en el Fútbol Club Barcelona. El tiempo pasó, y este otro argentino ganó todos los títulos y batió todos los récords habidos y por haber estableciendo cifras milagrosas, casi imposibles para un futbolista, hasta que a un medio internacional se le ocurrió relacionarlo con una cabra por una sencilla razón. En inglés, su nombre es “goat”, las siglas de “Greatest of All Time” (el mejor de todos los tiempos”).

Y si nos guiamos por lo ocurrido en su esperado debut en el Inter de Miami, ante el Cruz Azul, todo se confirma con otra muestra no sólo de su genialidad sino de los muy pocos elegidos que en apenas unos minutos pueden dejar una huella y en este caso, con tanta gente en el mundo (y en el pequeño estadio DRV PNK de Miami, en Fort Lauderdale, con capacidad de 21 mil espectadores) y millones frente a los televisores o las computadoras.

Si se quisiera caer sólo en los fríos datos del contexto del debut de Messi en el Inter de Miami, ya podría afirmarse que en todo el año, el equipo no había ganado un solo partido oficial, que va último en la Conferencia Este de la Major League Soccer (MLS), y que se trataba del primer cotejo por la Leagues Cup, un campeonato que agrupa a equipos de tres países de la Concacaf (Confederación del Norte, Centro y el Caribe de Fútbol) -Canadá, Estados Unidos y México), dos ligas (la MLS y la mexicana) y con 47 participantes de los cuales 45 se eliminan primero en una fase de 15 grupos de 3 equipos, del que los dos primeros pasan a la fase siguiente, en la que se suman el Los Ángeles FC (vigente campeón) y el Pachuca (el que sacó más puntos en México) para seguir avanzando en un play off de 32 escuadras.

En ese contexto, en el que el Inter de Miami debe jugar ante el Cruz Azul mexicano y el Atlanta United de los Estados Unidos (equipo al que, casualmente, dirigiera en el pasado el hoy entrenador de Messi, Gerardo Martino), debutó ante los aztecas con Messi (que no hizo la pretemporada y que venía de unas largas vacaciones en las Bahamas, y que llegaba como agente libre) en el banco de suplentes, hasta que promediando el segundo tiempo ingresó, con todo el estadio celebrando y con estrellas como el basquetbolista de la NBA Le Bron James o la extenista Serena Williams, en lugar de su compatriota Benjamín Cremaschi, hijo del exrugbier Pablo Cremaschi y portador de la camiseta 30 (el mismo dorsal que usó el capitán de la selección argentina en su anterior etapa en el Paris Saint Germain).

Y con tanta expectativa mundial, con todos los focos puestos en él, con todo el equipo esperándolo, con el mundo del fútbol paralizado con su regreso y aún sin estar físicamente en su mejor forma, a Messi le bastó un cuarto de partido para intentar un gol olímpico (no fue por muy poco), metió un par de asistencias perfectas, mostró destellos de su clase inigualable a los 36 años y lo que faltaba, un golazo de tiro libre pese a una nutrida barrera (cocodrilo incluido) y un arquero rival, Andrés Gudiño, que pese a su estirada, no pudo impedir, y por si fuera poco, a los cuatro minutos de descuento, en lo que fue la última jugada.

Pero no es todo. Porque para que se generara ese tiro libre recto al arco, siempre peligroso con una pelota parada en los pies de un genio como Messi, fue el argentino el que se entrometió entre dos defensores para provocarles la falta. Es decir que él lo organizó, lo preparó y lo ejecutó con maestría para darle a su equipo la primera victoria del año, en su debut.

Es que Messi, a sus 36 años, seguramente perdió velocidad, ese slalom que dejaba rivales atrás como postes, esa gambeta endiablada e imparable, pero ganó en muchas otras cosas, pero fundamentalmente, en entendimiento del juego. Porque es cada día más sabio: sabe cuándo pasar, cuándo parar, cuándo gambetear, cuándo ir para adelante o para los costados, cómo provocar una falta, cuándo asistir y hasta cómo caer en una falta sin que su cuerpo sufra grandes daños.

Pocos jugadores en el mundo pueden llegar a ese status porque para poder acercarse, primero hay que tener las condiciones técnicas y la lucidez de Messi, que por eso mismo es un genio, uno de los tres únicos genios que dio la historia de este deporte, junto a Pelé y a su compatriota Maradona.

Messi no necesitó (ni lo necesita nunca) demasiados minutos para demostrar la enorme diferencia entre él y todo el resto, en el partido de Miami y en el mundo del fútbol. Enseguida se asoció con el también debutante, amigo y excompañero Sergio Busquets, y parecía que con el resto se conocía desde hacia años, y llevaba apenas un par de prácticas.

Si este debut fue así, ¿qué podemos esperar de lo que viene? Mucho, porque todo indica que el club que manejan David Beckham y Jorge Mas ya tiene arreglado el contrato de otro exBarcelona como Jordi Alba, negocia para cerrar con otro exazulgrana como Andrés Iniesta, con el exRealMadrid y PSG Sergio Ramos y hasta podría llegar otra estrella de los tiempos de fulgor del Barcelona y uno de los mejores amigos de Messi, el uruguayo Luis Suárez, hoy en el Gremio de Porto Alegre.

Un Messi, entonces, en un retiro dorado. Un fútbol con menos exigencia, con otro ritmo competitivo, rodeado de amigos y de gente que lo admira, y en un contexto social como el de una ciudad repleta de argentinos y latinoamericanos que lo hacen sentir como lo que es: único.

En tiempos en los que el color rosa está de moda también por el estreno mundial de la película “Barbie”, el ya discutible modelo de “chica perfecta” con Margot Robbie, acompañada de Ryan Gosling, en el fútbol, acerca a Messi, con la camiseta del Inter, al otro modelo, más real, más palpable, pero al mismo tiempo, con tintes milagrosos por lo conseguido y por sus movimientos plásticos y por su capacidad de generar tanta magia, y la sensación de que los que amamos el fútbol somos unos auténticos privilegiados por haber coincidido con semejante monstruo del balompié.

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

 

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