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La revolución tranquila de Xavi en el Barcelona

Cuando en las próximas horas el Fútbol Club Barcelona visite a la Unión Deportiva Levante por la Liga Española, lo hará con una racha de catorce partidos sin perder, la mayor de los cinco torneos nacionales más importantes de Europa, además de tener que definir como local la serie de cuartos de final de la Europa League ante el Eintracht Francfurt luego de haber empatado 1-1 en la ida en Alemania.

09/04/2022 21:39
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Por Sergio Levinsky, desde Barcelona

Si algún hincha  “culé” hubiese imaginado en noviembre una situación como ésta cinco meses más tarde, seguramente habría pensado que se trataría de una broma, de un sueño o de una quimera, pero es la realidad. Hoy el Barcelona es uno de los mejores (sino el mejor) equipos de Europa después de haber comenzado la temporada de manera mediocre, sin luces ni demasiados refuerzos de peso, y arrastrando todavía la escandalosa salida de la estrella más importante de su rica historia, Lionel Messi, por la puerta de atrás.

Los de agosto eran días raros y calurosos en Cataluña. Joan Laporta, el mismo presidente de los tiempos dorados de la colección de títulos de toda clase con Josep Guardiola como entrenador, regresaba para hacerse cargo del club luego de ganar unas elecciones en las que utilizó como publicidad una gigantografía con su foto a pocos metros del estadio Santiago Bernabeu y la leyenda “Ganas de volver a veros”, que lo resumía todo. Transmitía ambición, picardía, conocimiento del medio, y osadía.

Sin embargo, tuvo que hacerse cargo de que el Barcelona no podía pagarle a Messi lo que éste valía, ni siquiera aceptando rebajarse la ficha a la mitad, cuando el mayor error lo había cometido la junta directiva anterior, que presidía Josep María Bartomeu, porque cuando el argentino no se sentía cómodo y quería salir a mediados de 2021 con aquello del burofax, prefirió subirse al ego de no permitírselo en vez de razonar que era la última oportunidad de vender caro su pase a otro equipo (Manchester City o PSG, los que reciben doping financiero estatal) y con ese dinero, armar un plantel de futuro (lo que de todos modos tuvo que hacer el club azulgrana un año más tarde, pero con dinero genuino porque Messi se fue libre).

No sólo eso: Laporta, sin dinero en las arcas, decidió esperar un poco más antes de echar al neerlandés Ronald Koeman, en ese momento entrenador de un equipo devastado, y cuya frase principal de esos días tampoco ayudaba a mejorar: “Es lo que hay”, o “me conformo con llegar entre los cuatro primeros en la Liga”.

Era un Barcelona que por primera vez en muchos años encaraba sin fe la Champions League, y que había logrado traer, a duras penas, al tanque Memphis Depay, al grandote Luuk De Jong, sin lugar en el Sevilla, y para colmo, enseguida se malogró lo de Sergio Agüero, quien tuvo que abandonar el fútbol al encontrársele un problema cardíaco.

El inicio de la temporada no pudo ser peor y enseguida, Laporta se dio cuenta de que así no se podía seguir y aunque no formaba parte de su promesa electoral sino de la de un adversario (Víctor Font), mandó un par de emisarios a Qatar a dialogar con Xavi Hernández, que llevaba tres temporadas dirigiendo allí, para tratar de convencerlo de que se hiciera cargo del equipo lo antes posible.

Xavi respondió que sus ganas de hacerse cargo del Barcelona eran evidentes, que su relación con el club qatarí (Al Sadd) le permitiría salir, pero que pretendía el regreso del doctor Ricard Pruna al departamento médico e importantes cambios en las divisiones inferiores. A los pocos días, el ex volante azulgrana y de la selección española ya estaba dirigiendo al equipo y al principio tuvo que tragarse varios sapos, como no poder pasar la fase de grupos de la Champions, eliminado por el Benfica, y quedar, muy pronto, demasiado lejos del Real Madrid, que además le ganó con claridad en el Camp Nou.

Pero en poco tiempo, Xavi demostró que tiene las cosas muy claras. Tanto o más que cuando era jugador y ya aparecía la idea de un director técnico en potencia, que si era referente para Josep Guardiola en el gran equipo que marcó una época en el mundo del fútbol entre 2008 y 2013 (cuando Tito Vilanova quedó a cargo por unos meses hasta que tuvo que retirarse por una enfermedad que derivó en su fallecimiento), se convirtió directamente en el lugarteniente de Luis Aragonés, y luego de Vicente Del Bosque, en la selección española que fue dos veces campeona de Europa y una del mundo entre 2008 y 2012.

La revolución que llevó a cabo Xavi en el Barcelona, en apenas cinco meses, no necesitó de ruidos, de declaraciones rimbombantes, de frases grandilocuentes. Apenas conceptos, movimientos finos de piezas, rotaciones hasta encontrar un equipo titular que fuera fijo, confianza en su plantel, con una primera pregunta que movilizó a todos: “¿Estais dispuestos a ingresar, si hace falta, en el minuto 92?”.

De a poco, el equipo fue encontrando una línea. Se acabaron los pelotazos sin sentido, y se recuperó lo que se suele llamar “El ADN Barça”: triangulaciones, toques cortos, llegadas en bloque, criterio para administrar la pelota, no correr por correr, y algo que se había perdido hacía muchísimo tiempo, acaso desde el final del ciclo Guardiola-Vilanova; presión muy alta, recuperación inmediata de la pelota y en campo rival.

Por si fuera poco, el mercado invernal de diciembre mostró a una junta directiva más creativa en busca de soluciones para mejorar el plantel. Llegaron Adama Traoré (Wolverhampton), Pierre-Emerick Aubameyang (Arsenal) y Ferrán Torres (Manchester City), que se sumaron a Eric García (Manchester City) y al regreso de Daniel Alves, pero Xavi no se quedó en eso, sino que ayudó a la maduración de un proyecto de super crack como Pedri González, le dio cada vez más espacio a Gavi, y si irremediablemente Ousmane Dembélé iba a irse a otro club, hartos de sus lesiones y su irregularidad y su cuestionada vida fuera de las canchas, ahora pasó a ser un fijo en el once titular y ya se reiniciaron las conversaciones para renovar su contrato.

Ya Sergio Busquets dejó de ser aquel jugador lento como una carreta al que muchos daban como ciclo cumplido, el uruguayo Ronald Araujo se asentó como titular al lado de un Gerard Piqué del que nadie se acuerda de su rol de empresario organizador de eventos en sus días de descanso, y el equipo empezó a funcionar de tal modo, que ya pelea el subcampeonato de la Liga y si el próximo jueves sortea en el Camp Nou el escollo del Eintracht Francfurt, estará en semifinales de la Europa League, que también definirá como local.

Este Barcelona, que ya parece haber encarado, por fin y sin tapujos la era post-Messi, y mientras espera por el regreso de otro de sus futuros grandes cracks, Ansu Fati, con dos lesiones serias en medio año pero a punto de regresar, se dio el lujo no sólo de golear al Real Madrid en el Bernabeu por 0-4, sino que esa noche, los blancos la sacaron barata porque la diferencia pudo (y debió) ser mucho mayor.

En cinco meses, en silencio, con coherencia y trabajo, y con conceptos claros y sencillos, Xavi había logrado dar vuelta la tortilla y el Barcelona había vuelto a ser el de casi siempre, dejando atrás estos mediocres años para sembrar un equipo de enorme futuro y de muy buen presente, mientras el club se va recuperando con la llegada de nuevos sponsors, que acaso permitan refuerzos de gran jerarquía.

Aquel chico tímido que iba entrando como suplente para reemplazar a Guardiola en los segundos tiempos, ahora parece seguir sus pasos como entrenador. El Barcelona vive una primavera que tiene muy poco de casualidad.

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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