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La peligrosa tentación del negocio con la Selección

Tras años de distanciamiento de los hinchas y la selección argentina, llegó, por fin, el tiempo de las vacas gordas. Los tres títulos logrados consecutivamente -Copa América, Finalissima, y especialmente el Mundial- han generado un absoluto cambio de timón en la relación y todo parece sonreír a los jugadores y cuerpo técnico después de la tan esperada y festejada conquista de Qatar en diciembre pasado.

03/09/2023 13:10
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Por Sergio Levinsky. Especial para Jornada

Por fin, y más allá de lo que pueda ocurrir deportivamente en esta doble fecha de clasificación mundialista para 2026, la selección argentina se prepara para un gran recibimiento en el estadio Monumental con un masivo respaldo, y los negocios fluyen entre sponsors, invitaciones y el cartel de “no hay entradas”, que aparece a las pocas horas de que se ponen en venta.

Hasta aquí, un panorama no sólo aceptable sino lógico de acuerdo con la idiosincrasia de un país que respira fútbol. Sin embargo, aparecen ya algunos signos alarmantes a partir del negocio que unos pocos comienzan a vislumbrar, con la viveza criolla que intenta sacar partido de cada punto, de cada segundo posible como campeón del mundo.

Si antes del Mundial de Qatar ya había una propensión a “hacer caja” disputando partidos amistosos de poca monta deportiva pero que atraía suculentos emolumentos que implicaban extensos viajes, que a su vez motivaban fuertes enojos de los clubes poderosos que son los que ceden los jugadores -lo que ellos denominan “Virus FIFA”-, eso se profundizó con la obtención del título, la popularidad de Lionel Messi y la fortuna que se paga por ver jugar a la albiceleste en cualquier parte del planeta.

Se llegó a decir desde el entorno de la selección argentina -cifra que suena casi a ciencia ficción- que de la última gira para jugar amistosos estrambóticos -cuando no hay tantas fechas para encontrar rivales de fuste-, se recaudaron cerca de 600 millones de dólares y las marcas auspiciantes desbordan como pocas veces se recuerda. Hasta Emiliano “Dibu” Martínez hizo su visita particular a Bangladesh para comentar con las autoridades de este país, fanático del fútbol argentino, sus grandes atajadas durante la máxima cita qatarí.

Pero los negocios no terminan allí sino que recién comienzan. Además de la tradicional venta de derechos de TV, de la AFA surgió la idea del llamado “ID Fan” por el cual se proponen abonos de tres status diferentes -Oro, Plata y Bronce- por los que se paga una cifra anual por el sólo hecho de “asociarse” (una manera de vender un ficticio acercamiento a los símbolos del campeón del mundo) pero sin garantía de acceder a los estadios. Eso se paga aparte.

Por ejemplo, en la tercera categoría, “Bronce”, por 24 mil pesos anuales se puede conseguir un ID pero no hay ninguna garantía de ingresar a ninguno de los nueve partidos que la selección argentina juegue de local en la clasificación. El beneficio, habiendo pagado de antemano, no es ingresar a los estadios sino gozar de una “prioridad” sobre todos aquellos que no se quieran (o puedan) asociarse, pero luego las entradas se decidirán en función de cupos y de la capacidad del estadio, porque, además, “Oro” y “Plata” tendrán prioridad sobre Bronce.

Los que tengan el abono “Oro” tendrán, sí, asegurado el paquete de las nueve entradas para los partidos, y el cupo para la compra de boletos para la Copa América 2024 y el Mundial 2026 pero claro, teniendo que pagar, luego, y en un tiempo “determinado”, cada uno de esos tickets. Y en el caso de “Plata”, se asegura cierto stock como prioridad de compra, pero sin tener asegurado el cupo.

Además, en todos los casos, en el momento de adquirir las entradas en cualquiera de los tres sistemas de abonos, deberán hacerlo en “Deportick”, la ticketera oficial de la AFA, que desde ahora centraliza todo el negocio y ya no lo deja más en manos de terceros (más alá de que puedan asociarse a ella).

Si bien no parece mal que la AFA quiera centralizar y capitalizar los negocios de la selección argentina en un momento tan particular como éste, lo que no se nos explica -y es lo que más preocupa- es qué sucederá con los que no disponen de ningún tipo de abono, al fin y al cabo, la gran mayoría de los argentinos que sueñan con ver en su casa al equipo nacional y que no se encuentran en condiciones de pagar semejantes precios.

Este nuevo negocio no hace otra cosa que elitizar el fútbol, hacerlo mucho menos popular de lo que verdaderamente es, y termina siendo un espectáculo para minorías pudientes y el resto deberá conformarse por verla por TV o, con la ñata contra el vidrio, tratar de arrancar algún saludo de los campeones del mundo a través de la ventana del autobús que los traslada al estadio o a la concentración.

Este intento por elitizar el fútbol no es nuevo. En otro tiempo de crisis y en otras circunstancias complicadas socialmente para el país, ya ocurrió que la Selección de Marcelo Bielsa, entre 1998 y 2004, pocas veces pudo ser vista siquiera por TV por muchos argentinos, que debían pagar el sistema codificado para ver a la albiceleste y hay varios casos en los que ya no en el estadio sino tampoco por TV se la pudo ver a partir de las reglas fijadas por el monopolio de los torneos sin competencia, y el caso llegó hasta el Congreso Nacional. Hoy, al menos, existe (como indica la ley) la figura del “interés público” que permite ver a los representativos nacionales deportivos en cotejos oficiales.

La AFA, seguramente bien asesorada por el marketing y los auspiciantes, sostiene que “por primera vez en la historia, los seguidores más fieles de la Selección van a poder ser parte de una comunidad con prioridad en la compra de entradas para los partidos de nuestro primer equipo, además de otros beneficios”. Dicho en criollo, si tenés una buena situación económica podrás ir a la cancha y alentar a la selección argentina y si no la tenés, aguántate en casa y mirá la TV. De hecho, la única manera de acceder al estadio será que quitando los abonos de Oro, Plata y Bronce, aún queden localidades, cosa altamente improbable.

No es lo que se merece un equipo que. Por fin, conectó con la gente luego de darle una enorme alegría en tiempos de vacas flacas en otros órdenes, y que motivó que más de cinco millones salieran a la calle a festejar. Un alto porcentaje de aquellos que salieron, se quedarán ahora sin chances de volver a ver a los suyos, por imperio de los peligrosos negocios que se arman alrededor de un tremendo éxito deportivo.

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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