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Jugar de amarillo

Corría 1982 cuando el Bayern Munich cayó, otra vez, ante los “Diablos Rojos” del Kaiserlautern en el Fritz Walter Stadion, y sus dirigentes, hartos de que siempre pasara lo mismo en los últimos ocho años, comenzaron a pensar que allí había un maleficio o algo así.

19/03/2022 22:19

Por Sergio Levinsky. Especial para Jornada

Paul Breitner, uno de los líderes de ese plantel y campeón del mundo en 1974, llegó a afirmar con ironía que  al visitar al Kaiserlautern (en el que, por cierto, atajaba el gran Ronnie Hellstrom que brillaba en la selección sueca -que viste de amarillo- y que falleció en febrero de este año), hubiera sido más fácil “entregar los puntos por correo”.

Fue entonces que para la siguiente visita ante el Kaiserlautern, los dirigentes del poderoso Bayern, que reinaba (como ahora) en el fútbol alemán y con la base del equipo nacional que llegó a la final del Mundial de España 1982, tomaron la sigilosa decisión de encargarle a Adidas, la marca que siempre viste al equipo (y que tiene acciones en el club), que pensara en un diseño especial para ese partido pero nadie estaba enterado y hasta el mismo día del partido, la prensa no sólo no estaba percatada sino que los bávaros salieron a hacer precalentamiento con un buzo que no insinuaba nada.

Al momento de iniciar el partido, ahí estaban los jugadores del Bayern vestidos de amarillo con vivos verdes, pantalón azul y medias blancas en vez de su clásica casaca roja con vivos blancos. Esa vez se produjo un quiebre y por fin ganaron con gol del recio defensor Klaus Augenthaler y no sólo eso sino que su gran arquero belga Jean Marie Pfaff contuvo un penal.

Para los años siguientes, quedó el lindo recuerdo de aquel día y el Bayern repitió cada tanto la vestimenta entre 1993 y 1996 aunque con un amarillo más cercano al de la camiseta australiana.

¿Cuestión de cábala, de romper maleficios, de chamanismo? Lo cierto es que no son muchos equipos en el mundo los que visten de amarillo pero un buen porcentaje de los que se han atrevido, dejó huella.

Ni hablar del mejor equipo de la historia del fútbol moderno, la selección brasileña campeona del mundo en México 1970, que más allá de gustos y opiniones, ganó todos los partidos que disputó incluso desde la etapa clasificatoria hasta la gloriosa final del 4-1 ante Italia, que debería estar en cualquier manual de este deporte.

Ucrania, país de triste referencia en estos días, también dio varios campanazos de amarillo, como en Alemania 2006, en tiempos de Adriy Shevchenko, como en la pasada Eurocopa 2021, en la que el ex gran delantero del Milan fue su director técnico. Y si hay un referente de estos años de amarillo es el Borussia Dortmund, proveedor de grandes cracks (ahora el noruego Erving Haaland) y que supo dirigir con mucho éxito el alemán Jürgen Klopp, ahora de enorme suceso en el Liverpool, que, cómo no, a veces también juega de amarillo.

Este cronista vio volar a Lionel Messi vestido de amarillo en el ya desaparecido estadio Vicente Calderón, cuando aquel magnífico Barcelona de Josep Guardiola goleó como visitante a un Atlético de Madrid pre-Diego Simeone, con tres goles de tan excelente factura que todo el estadio se paró para aplaudirlo, con la excepción de Diego Maradona –estaría cansado, seguramente- que estaba de visita y fue invitado a la zona noble.

Ahora, de manera extraña, el amarillo está de moda en el fútbol. Con esa camiseta, su segunda equipación, el Chelsea logró grandes resultados, el Villarreal, conocido como “Submarino Amarillo”, fue campeón de la Europa League en la pasada temporada, y avanzó ahora a los cuartos de final de la Champions venciendo nada menos que 3-0 a la Juventus, como visitante, y uno de los jugadores del momento en Europa es Pedri, del Barcelona, que viene del Las Palmas, ahora en Segunda,  que también usa nuestro color de marras de manera tradicional, y que en los Setenta llegó a tener en sus filas nada menos que a los argentinos Daniel Carnevali, Enrique Wolff, Miguel Brindisi y Carlos Morete.

En el Monumental, por la Copa de la Liga, Boca saldrá a jugar el Superclásico también vestido de amarillo, en una extraña decisión que parece chocar de bruces con aquellos tiempos en los que Juan Riquelme- que más bien miraba al palco para hacer el gesto rebelde del Topo Gigio, más que habitarlo mate en mano como vicepresidente- administraba como nadie la pelota sin necesitar de recursos extra deportivos para ganar partidos.

“Hoy vuelvo al fin/ Vuelvo a mi hogar,/Aprendí a respetar a los demás/Ya te escribí en mi carta/Que logré mi libertad./Tú ya sabes que has de hacer/Si aún piensas en mí/Si piensas en mí.

Pon alrededor del viejo roble aquel/Una cinta si tú pensaste en mí/Pues hoy hace tres años/Que me fui de aquí./Yo temo mirar/Pues el autobús/Cerca pasará/Del viejo roble donde /Deberás darme tu amor

Si al final no puedo hallar/Esa cinta amarilla en el lugar/Me sentiré de nuevo/En prisión y lloraré/Con el autobús me iré/Y te olvidaré/Y te olvidaré”.

Esta clásica canción del estadounidense  Rusell Brown e Irwin Levine, que popularizó Tony Orlando (Michael Anthony Orlando Cassavitis) - la cantaba con su banda “Tony Orlando and Dawn”- , se denominó “Ata una cinta amarilla al viejo roble” y se refería a un soldado que volvía de la guerra y se dirigía a su domicilio en un autobús. Y para saber si su mujer lo acepta de nuevo, le pide que ella ate una cinta amarilla a un viejo roble cerca de su casa.

Esa canción luego se utilizó como símbolo de esperanza para que los seres queridos volvieran sanos y salvo de la guerra. La canción tiene más de dos mil versiones y sólo fue superada por “Yesterday”, de Los Beatles.

El éxito fue tan grande que llegó a todos los rincones de los Estados Unidos a fines de la década de los Setenta con la Crisis de los Rehenes en Irán y recrudeció a principios de los Noventa con el envío de tropas de ese país al Golfo Pérsico, cuando las cintas amarillas fueron colocadas hasta en los espejos retrovisores de los taxis neoyorquinos.

Al fin y al cabo, esta canción se refiere a la fidelidad. En el Superclásico, el color amarillo, también estará ligado a ese concepto. Acaso los hinchas piensen, como enseña la dulce voz del notable cantante brasileño Toquinho, que “en los mapas del cielo el sol siempre es amarillo/y la lluvia o las nubes no pueden velar tanto brillo”, aferrados a una ilusión de noventa minutos.

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