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El arrollador paso del Manchester City, y algunos atenuantes

Hay un clima de euforia que puede captarse en el ambiente del fútbol europeo, y acaso mundial, parecido en cierta manera a lo que despertaba aquel Barcelona de 2008 a 2013, aunque en este caso, en referencia al Manchester City, que comparte el mismo director técnico que el de aquel equipo catalán que marcó a una generación: Josep Guardiola.

20/05/2023 23:50
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Por Sergio Levinsky, desde Barcelona

Este momento mágico no está relacionado tanto con los resultados, más allá de que el equipo “ciudadano” cada vez se acerca más al Triplete de esta temporada: acaba de ganar la Premier League de atropellada, venciendo al que fuera puntero durante casi todo el trayecto, el Arsenal, desmoronándolo anímicamente, al punto de coronarse antes de tiempo cuando parecía que sería una puja hasta el último segundo, espera por la final de la Copa Inglesa (FA Cup) ante el Manchester United en Wembley, y en la misma semana, consiguió clasificarse para la definición de la Liga de Campeones de Europa, más conocida como la Champions League, el próximo 10 de junio ante el Inter de Milán en Estambul.

 

Sin embargo, el enamoramiento por el Manchester City no está ligado sólo a la eficacia, sino a un juego vistoso que en cuanto al preciosismo, habíamos perdido desde aquellos años del Barcelona de Xavi Hernández, Andrés Iniesta, Sergio Busquets y especialmente, Lionel Messi, que generaron un culto a la estética en todo el mundo, y aquel clímax cuando tres jugadores de las divisiones inferiores azulgranas fueron postulados para la terna por el Balón de Oro como mejor jugador del mundo. Fue cuando el Barcelona aportó ocho jugadores a la selección española campeona del mundo en Sudáfrica 2010 y que motivara que ante la pregunta que le formulábamos a los periodistas catalanes acerca de quién iba a ganar aquella final de Johanesburgo ante Países Bajos, la respuesta fuera “El Barça”.

 

El Manchester City lleva varias temporadas con el mismo entrenador, Pep Guardiola, en un ciclo virtuoso (acaba de ganar su quinta liga inglesa, la tercera consecutiva, en seis años), pero es mucho más terrenal que su antecesor catalán de hace una década, y sin embargo, fue perfeccionando sus planteles al punto de haber llegado a una gran producción en los últimos seis meses, que vio su punto máximo el pasado miércoles ante Real Madrid por la semifinal de la Champions, en condición de local.

Es cierto que ya en la temporada pasada, el “City” estuvo a tres minutos de llegar a otra final ante el Liverpool pero el ingreso del brasileño Rodrygo, en el Santiago Bernabeu, le dio un pase a un Real Madrid esotérico (así como hubo un equipo blanco de las cinco copas de Europa comandado por Alfredo Di Stéfano, otro llamado “Yeyé” de los años sesenta, el de los Galácticos, o el que ganó tres copas seguidas con Cristiano Ronaldo), pero en esta ocasión, parece que el meticuloso, y por momentos excesivamente experimentador Guardiola, parece haber aprendido algunas lecciones para poder aplicarlas en esta especie de revancha que tuvo muy pronto, apenas un año más tarde, en la misma ocasión, aunque con la condición de local revertida.

 

Guardiola- que minimizó los efectos psicológicos de lo ocurrido hace un año ante nuestra pregunta en la conferencia de prensa previa al partido de ida en Madrid- entendió que había que salir airoso del Bernabeu, donde su equipo estuvo más abocado al oficio que al juego -algo que ya hizo en la misma ciudad en los cuartos de final de la temporada pasada ante el Atlético Madrid de Diego Simeone-, para poder estar liberado para definir la serie ante su público despegando, ahí sí, todo su repertorio.

 

Aunque el técnico catalán no quiera aceptarlo en público, lo psicológico toma un cariz cada vez más importante. Habían pasado apenas meses desde que manifestó que no veía a su equipo con hambre, que jugaba sólo para cumplir. Era cuando todos pensaban que el Arsenal, dirigido por su ex ayudante de campo Mikel Arteta, ganaría, por fin, esta liga, y muchos vaticinaban un fin de ciclo para Guardiola, por el lógico desgaste del paso de los años.

 

Sin embargo, el DT consiguió que los jugadores se pusieran las pilas y otra cosa fundamental: que el enorme goleador que tiene en su plantel y que no lo tenía en el pasado (aunque sí tuvo muy buenos que no los aprovechó lo suficiente), el noruego Erling Haaland, se acoplara más al juego y terminara de redondear una dupla perfecta con el mejor jugador del plantel -más allá de su habitual ciclotimia-, el belga Kevin De Bruyne. Apoyado por un gran Ilkay Gündogan en el medio, por el crecimiento espectacular del español Rodri como mediocentro -acaso el sucesor de Busquets en esa posición-, y los altos rendimientos de Bernardo Silva y Jack Grealish en las bandas, el ataque se hizo temible, llegaron los resultados y con ellos, la gran seguridad para el asalto final a todos los títulos posibles.

 

 

Así fue que el Manchester City masacró al Real Madrid, aunque hay que detenerse en este punto. Porque no todos los motivos de la histórica goleada del City pasaron por el ganador. Carlo Ancelotti, el gran entrenador italiano, cometió en Manchester un error muy grave (que queda minimizado en la historia ante tantos aciertos, aunque ahora hay quienes quieren magnificar esta caída como si todos los años los blancos estuvieran obligados a levantar la “Orejona”).

 

Ancelotti (como le ocurriera, aunque del otro lado de la cancha, a Didier Deschamps con Jules Kounde en la final del Mundial ante Ángel Di María), pensó que como durante toda la temporada le rindió mucho aquella innovación táctica de colocar a Eduardo Camavinga de lateral izquierdo, no tenía por qué cambiar para la revancha de Manchester tras el 1-1 como local. Pensó que su rival de la Champions era como cualquiera de la liga española, o como varios, incluso, del torneo europeo.

Pero el Manchester City actual, con uno de los más altos presupuestos del mundo, no es como muchos de esos equipos. Que Camavinga, sin mucho oficio de lateral izquierdo cuando es volante central, haya tenido que vérselas contra el Bernardo Silva actual, ya fue demasiado. Tanto, como cuando Koundé, excelente marcador central, fue utilizado como lateral en la final de Qatar: un desperdicio.

 

Raro que el entrenador italiano, siempre caracterizado por el sentido común que le permitió ganar tantos títulos a lo largo de su carrera, no optara por continuar con Antonio Rüdiger en su marca personal a Haaland, incorporar a su lado al brasileño Eder Militao (en rigor, el titular en el puesto, que estaba sancionado), para desplazar a la izquierda a David Alaba, dejando siempre a la derecha a Dani Carvajal, y pasando a Camavinga al medio, con Federico Valverde de cuarto volante “ventilador” por la derecha, y el ataque con Vinicius Jr y Karim Benzema. El italiano se confió, y lo terminó pagando caro.

 

Otro párrafo para el Real Madrid, con cierta relación con el anterior. Probablemente, con el actual equipo titular (sumando a suplentes como Rüdiger, Dani Ceballos, Marco Asensio, Alphonse Tchouameni y Rodrygo), al Real Madrid le pueda alcanzar para volver a pelear por otra liga española, otra Copa del Rey y hasta seguirá siendo superior a muchos equipos de la Champions. Pero lo ocurrido en Manchester fue un enorme aviso a lo que viene en partidos como estos. No sólo en Inglaterra, sino también ante un Bayern Munich, ante un PSG, e incluso ante un Arsenal en Londres o un Nápoli en el Diego Maradona.

 

 

El Real Madrid tiene excelentes jugadores que lo han ganado todo y que están en condiciones de seguir ganando, por su clase y su mentalidad. Pero el tiempo pasa para todos y muchos de esos jugadores, especialmente dos que fueron pilares de este tiempo, Luka Modric y Toni Kroos -Casemiro se marchó a tiempo al Manchester United-, ya no resisten físicamente más de una hora, y a veces hasta menos. Y eso es inexorable. Si la dirigencia no se da cuenta de esto, muy probablemente este equipo se vaya apagando. Necesita un fuerte recambio porque no parece ser un plantel largo.

 

Al Manchester City le espera ahora el mayor desafío de su historia: una final de Champions contra el Inter, que no jugará como el Real Madrid y que dificilmente su entrenador, el muy inteligente Simone Inzaghi, cometa un error tan grueso como el de Ancelotti en Inglaterra. Los de Milán son rocosos, con tres grandes y potentes delanteros (Lautaro Martínez, el bosnio Edin Dzeko y el belga Romelu Lukaku), y una fuerte línea de cinco volantes, en la que todos saben lo que tienen que hacer. No será nada fácil contra un equipo que viene en crecimiento y que tendrá una gran oportunidad luego de trece años de haber ganado la copa anterior.

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