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¡Viva el Pepe!

El Pepe Mujica hace unos días recibió, de manos del presidente Alberto Fernández, la máxima condecoración que concede la Argentina: el collar de la Orden del Libertador. Don San Martín lo hubiera celebrado.

06/11/2021 22:20
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Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires. Especial para Jornada

¿Celebrado por qué? Porque es el uruguayo que más nos quiere. Porque la Patria Grande, por contar con dirigentes docentes como él, tiene todavía semblante y pulso. José “Pepe” Mujica llegó al salón Blanco de la Casa de gobierno, con los 86 años de su edad, barbijo, un saco que ya tiene muy domado, sin corbata por supuesto.

Agradeció y afirmó una vez más que uruguayos y argentinos somos hermanos de placenta. Nada menos. Confesó que no piensa facilitarle el juego a la muerte porque a él le gusta tomar vino y “del otro lado no hay vino”. Con su pausado tono campechano a los argentinos nos dijo: discutan, discrepen todo lo que les parezca, pero por favor, “quiéranse más”. Para quererse –agrego yo – ante algunos temas cruciales hay que deponer el chicaneo, la mentira, la posibilidad de incurrir en frases dictadas por el odio, como: “¡Viva la insuficiencia cardiaca!” o “¡Viva el cáncer!” o “¡Viva pólipo!”

Sostiene el Pepe, en Brecha

   Hace dos décadas largas Lucho Soria entrevistó a Mujica para la revista Brecha. El Pepe por entonces era legislador; atrás quedaba su pasado como Tupamaro, doce años de cárcel, entre ellos dos años en un pozo. Escuchemos algunos momentos de la excelente entrevista de Soria. Le respondió el Pepe remontándose al otoño de 1984, cuando recuperó su libertad:

“Yo formaba parte del grupo ‘los rehenes’ que nos rotaban por las unidades militares y en una de ellas estuvimos cerca de dos años en un pozo subterráneo, sin movilidad. Aislados del mundo y de nuestros afectos. El síntoma más evidente de vida era siete ranitas a las cuales las alimentaba con miguitas de pan. ¿Sabés que las hormigas gritan? Lo descubrí al ponerlas en el oído para entretenerme. (…) Tuve siete años sin leer nada, salvo unos pedazos de diarios.
    Sigue el Pepe: “El sueño nuestro cuando nos sacaban al baño era encontrar en vez de papel higiénico pedazos de diarios viejos para saber que pasaba afuera. (…) los primeros tiempos durante meses estuvimos con las manos atadas en la espalda con alambres.”
   Pese a tanto sufrimiento el Pepe vadeó los resentimientos. A sus 65 años le expresó entonces a Lucho Soria: “Puede sentirse como una monstruosidad, aparente, lo que voy a decirle... le doy gracias a la vida por lo que he vivido, porque si no hubiera pasado esos años, de aprender el oficio de galopar para adentro para no volverme loco de pensar, me hubiera perdido lo mejor de mí mismo. Me obligaron a remover mi suelo y por eso me hice mucho más socialista que antes. (…) puedo decir  que yo nunca estuve preso, porque no me pudieron derrotar, al igual que los otros compañeros que no resignaron las ideas. Ellos triunfan cuando nos hacen bajar los brazos”.
   El “Pepe” Mujica redondeó así su autorretrato:

“Soy un veterano, un viejo que tiene unos cuantos años de cárcel, varios  tiros en el lomo, soy un tipo que se ha equivocado mucho, como su generación, medio terco, porfiado, y que trata hasta donde puede de ser coherente con lo que piensa, todos los días del año y todos los años de la vida. Y que se siente muy feliz, entre otras razones, por contribuir a representar humildemente a quienes no están, y deberían estar. (…) Yo discrepo con Bertolt Brecht porque opino que no hay hombres imprescindibles, sino causas imprescindibles, caminos imprescindibles. (…) El futuro, que pese a quien le pese, es nuestro, porque no nos pudieron derrotar”.

 Mercado y calentamiento   

   Esta columna estuvo dedicada a José Mujica ocho veces en la última década. Alguna vez reflexionamos sobre aquellos argentinos que con frecuencia dicen envidiar la calidad de la política uruguaya y a mandatarios como don Pepe Mujica. La pregunta para esos envidiadores (hoy instalados en la ciénaga del odio) es: Si hubiera sido argentino, un tipo con la trayectoria de Mujica, con media docena de balas en el cuerpo, con su activo pasado tupamaro, ¿aquí hubiera llegado a la presidencia de la nación? La respuesta es obvia: no nos engañemos. Aquí no hubiera llegado ni a senador, ni a diputado, ni a intendente, ni a concejal.

    Pero, por favor, no nos quedemos en el modo nostalgia, esta es una buena ocasión para traer a esta columna, nuevamente, un discurso antológico don Pepe Mujica, en el junio del 2012, en una Cumbre climática realizada en Brasil. El calentamiento global indica que la burlada Pachamama se calentó, se hartó. Aquel discurso sostenía una pregunta crucial: ¿Hasta qué punto al capitalismo consumista del Primer Mundo –neoliberalismo mediante–, le importa la mentada ecología?

   En aquella ocasión los almidonados mandatarios del mundo escucharon al desaliñado Mujica, al principio con visible desgano. Pero a los pocos minutos aquel discurso se convirtió en una flor de encíclica laica que contiene “verdades brutales”. Es imprescindible reiterar las reflexiones de don Pepe porque la vida de la humanidad entera ya entró en su cuenta regresiva. El planeta se está cocinando al espiedo. ¿Qué le estamos dejando a nuestros nietos? Hemos perdido la razón, y perdido la vergüenza. En nombre de la “libertad” asistimos últimamente a la quema de barbijos, a la denigración de vacunas que al principio eran “venenosas” y después eran “pocas”. Si la libertad no incluye a la solidaridad, esa libertad no es libre, es un amasijo de pus resentida.                       
   Don Pepe en la Cumbre del 2012 fue al grano. Dijo: “Permítasenos hacer algunas preguntas en voz alta. Toda la tarde se ha hablado del desarrollo sustentable. De sacar las inmensas masas de la pobreza. ¿Qué es lo que aletea en nuestras cabezas? El modelo de desarrollo y de consumo que queremos, ¿es el actual de las sociedades ricas?”
   Los altos estadistas neoliberales, neobuitres, carraspearon. Don Pepe siguió: “Me pregunto: ¿qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de autos por familia que tienen los alemanes? ¿Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar?”

   La pregunta arrinconó al Primer Mundo capitalista con ese “cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar”. Para los distraídos don Pepe explicitó: “Más claro: ¿tiene el mundo los elementos como para hacer posible que 7 mil u 8 mil millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de despilfarro que tienen las más opulentas sociedades occidentales? ¿O tendremos que darnos otro tipo de discusión?”
   Ya con dedo en la llaga, don Pepe avanzó: “Hemos creado esta civilización hija del Mercado; ha deparado un progreso material explosivo. Pero la economía de Mercado ha creado sociedades de Mercado. Y nos ha deparado esta globalización. ¿Estamos gobernando esta globalización o ella nos gobierna a nosotros?”
   Sin abandonar su tono campechano, Mujica no dio respiro: “¿Es posible hablar de solidaridad en una economía basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad?”

   No hacía falta que lo nombrara, don Pepe seguía denunciando y sacándole la careta al hipócrita y prolijo neoliberalismo: “La gran crisis que tenemos no es ecológica, es política… El hombre no gobierna hoy a las fuerzas que ha desatado, sino que las fuerzas que ha desatado gobiernan al hombre. Y a la vida. No venimos al planeta para desarrollarnos solamente… Venimos para ser felices. Porque la vida es corta y se nos va. Y ningún bien vale como la vida. Esto es lo elemental. Pero la vida se me va a escapar, trabajando y trabajando para consumir un “plus” y la sociedad de consumo es el motor de esto. Ese hiper consumo está ‘agrediendo’ al planeta. Y tienen que generar ese hiper consumo, para que las cosas duren poco; hay que vender. Y una lamparita eléctrica, entonces, no puede durar más de 1000 horas encendida. ¡Pero hay lamparitas que pueden durar 100 mil horas! Tenemos que sostener una civilización del ‘úselo y tírelo’, y así estamos en un círculo vicioso. Pero no podemos seguir gobernados por el Mercado, tenemos que gobernar al Mercado. Por ello digo: el problema que tenemos es de carácter político. Los viejos pensadores –Epicúreo, Séneca y también los Aymaras– definían: ‘Pobre no es el que tiene poco sino el que necesita infinitamente mucho’.”

    Don Pepe –el único mandatario sin corbata– avanzó: “Sé que algunas cosas de las que estoy diciendo ‘rechinan’. Pero tenemos que darnos cuenta de que la crisis del agua y de la agresión al medio ambiente no es la causa. La causa es el modelo de civilización que hemos montado. Hay que revisar nuestra forma de vivir. Mis compañeros trabajadores lucharon mucho por las 8 horas. Y ahora están consiguiendo las 6 horas. Pero el que tiene 6 horas, se consigue dos trabajos; por lo tanto, trabaja más que antes. Para pagar la moto, el auto, cuotas y más cuotas, y cuando se quiere acordar es un viejo al que se le fue la vida. Y uno se pregunta: ¿ese es el destino de la vida humana? ¿Solamente consumir? Estas cosas que digo son muy elementales: el desarrollo no puede ser en contra de la felicidad. Tiene que ser a favor de la felicidad humana; del amor a la tierra, del cuidado a los hijos, junto a los amigos. Porque es el tesoro más importante que tenemos.”
    El Pepe, cerró así: “Cuando luchamos por el medio ambiente, tenemos que recordar que el primer elemento del medio ambiente se llama ‘felicidad humana’.”

    Emocionados lo abrazamos. Y brindamos como a él le gusta, en castellano y con el luminoso vino oscuro. ¡Salud! ¡Viva el Pepe!

 

* zbraceli@gmail.com   ===    www.rodolfobraceli.com.ar

 

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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