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Tener razón el Jefe Indio

Justamente Trump o Bolsonaro, este último tan imitado ahora por los liberales o (neo) liberales nativos. Estamos atravesados por noticias que, bien leídas, espeluznan; porque en el fondo se refieren a lo que les espera a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos.

23/10/2021 21:42

 

Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires. Especial para Jornada

Esas noticias se nos pasan de largo porque estamos distraídos, güevoneando con las corridas cambiarias, con la histeria del dólar, con el chicaneo electoral.

   Mientras tanto, las cumbres climáticas son desairadas y la democracia es cariada; se coquetea con la nostalgia de la mano fuerte. Nostalgia que arrecia entre los liberales y (neo)liberales. Hablando de güevonear, tal vez lo menos grave sean los vaivenes amorosos de bellos ejemplares como son Wanda y Mauro y la China nacional.

   Mientras tanto el mundo pudre sus aires y pudre sus aguas y degüella bosques y lo del cambio climático ya dejó de ser una anécdota  de los “pendejos y pendejas ecologistas”. Damas y caballeros, el Paraná, nuestro río Paraná, está exhausto; se puede caminar por su lecho, ¡tiene el nivel de cualquier Pelopincho!

    Nuestra indiferencia activa es preocupante, se expande. Hay graves noticias que se consumen, pero como simple curiosidad. Revisemos algunas noticias tremendas. Nos dicen, por ejemplo que “el mes de junio del 2015 marcó la temperatura media más alta, en la totalidad del planeta, en la historia de la humanidad (por lo menos desde que se iniciaron estos registros, hace 115 años.) No se trata de un mes aislado: este pavoroso record se extiende al primer semestre del 2015, que es el más caluroso de la historia. Los datos vienen de la Agencia Meteorológica de Japón (JMA). Y de la Agencia Espacial Estadounidense (NASA). Y de la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de Estados Unidos (NOAA). Madremía. Cada año nos trae un inquietante record. La Tierra entera está recaliente. Con perdón de la tenebrosa expresión: por algo será.

   Será porque el Primer Mundo, a través del neoliberalismo, habla de ecología de la boca para afuera. Porque los aires están intoxicados y las aguas podridas hasta la hediondez y los boques en millones de hectáreas talados y la minería a cielo abierto haciendo fechorías y los cultivos como los de la maldita bendita soja están extenuando la tierra, succionando las napas. 

     A propósito de soja y de saqueo, en nuestros pagos el bondadoso grupo Benetton decidió compensar a la familia mapuche Curiñanco-Nahuelquir con un regalo de 11 mil hectáreas. Los mapuches dijeron: “Nos quieren regalar un pedacito de lo que nos pertenece desde siempre.”

 

 

     Los dramáticos informes de la NASA y de la Administración de Océanos y Atmósferas de EE.UU. le dan la razón a una vieja carta de un Jefe Indio que metió el dedito en la llaga de la inconsciencia. Un poco de memoria:

   En 1854 el Gran Jefe de Washington (presidente de los EE.UU.) hizo una “generosa” oferta por una gran extensión de tierras indias, prometiendo, como Benetton, crear una “reservación” indígena. A esta obscena “generosidad” le respondió el jefe indio Sattle. Parece hablarle a los voraces neoliberales de hoy. Bajemos un cambio. O dos cambios. Escuchemos nuevamente al sabio Sattle:

   “¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento? Si nosotros no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo podrán ustedes comprarlas? Cada brillante mata de pino, cada grano de arena, cada gota de rocío, y hasta el sonido de cada insecto es sagrado. La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo la memoria de los pieles rojas.

   “Los muertos del hombre blanco olvidan su origen cuando emprenden su viaje a las estrellas; nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra madre. Somos de ella y ella es de nosotros. Las flores son nuestras hermanas; el venado, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Peñas, prados, caballo y hombre, todos somos la misma familia.

   “El Gran Jefe de Washington quiere comprar nuestras tierras y nos dice que nos reservará un lugar. ¿Él se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos? (…) “El agua cristalina de ríos y arroyuelos es la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos nuestra tierra deberán recordar que es sagrada y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también de ustedes. Deben tratarlos con dulzura de hermanos.

  “El hombre blanco es un extraño. La tierra no es su hermana sino su enemiga, y una vez conquistada él sigue su camino, dejando atrás hasta la tumba de sus padres. Les secuestran la tierra a sus hijos. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran y se venden. Su apetito devorará la tierra dejando atrás sólo un desierto.

  “Nuestro modo de vida es diferente. La sola vista de sus ciudades entristece los ojos. No tienen sitio donde escuchar cómo se abren las hojas en primavera, o cómo aletean los insectos. ¿Soy un salvaje que no comprende nada? El ruido insulta nuestros oídos. ¿Para qué sirve la vida si el hombre no puede escuchar el grito solitario del gran pájaro ni las discusiones de las ranas?

  “El hombre blanco no parece consciente del aire que respira. Nuestras tierras deben conservarse como cosa sagrada. Por ello, si decido aceptar la oferta, yo pondré otra condición: el hombre blanco debe tratar a los animales como a sus hermanos. He visto a miles de búfalos pudriéndose, muertos a tiros por el hombre blanco. ¿Qué sería del hombre sin los animales? Lo que les sucede a los animales también le sucederá al hombre. Todo va enlazado.

 

 

   “Enséñenle a sus hijos que la tierra es nuestra madre. Que todo lo que le ocurra a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra. Que cuando los hombres escupen el suelo se escupen a sí mismos.

   “Esto sabemos: todo va enlazado, como la sangre que une a una familia. El hombre no tejió la trama de la vida, él es sólo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo.

   “Ni siquiera el hombre blanco queda exento del destino común. Después de todo quizá seamos hermanos. Ya veremos. Sabemos que nuestro Dios es el de todos los hombres.

   “También los blancos se extinguirán, quizá antes que las demás tribus. Contaminen sus aguas y su aire y una noche perecerán ahogados en sus propios residuos. Pero ustedes caminarán hacia su destrucción rodeados de gloria, inspirados por la fuerza del dios que los trajo a esta tierra y que por algún designio les dio dominio sobre ella y sobre el piel roja.

   “¿Dónde está el matorral? Destruido. ¿Dónde el águila? Desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia.”

   Posdata: Carta estruendosamente vigente, la del Jefe Indio. Tener razón el Jefe Indio. La humanidad al espiedo, ya asomó, Recordemos los más de 45 grados de calor recientes en Canadá y en una lonja de los Estados Unidos.  Al compás del neoliberalismo capitalista, el infierno ya crepita más acá de nuestras indiferentes narices. Somos habitantes digestivos, somos protagonistas de la indiferencia activa. Ojo al piojo y a la pioja: he ahí, en esa indiferencia, el combustible de este alegre suicidio planetario.

 

* zbraceli@gmail.com   ===    www.rodolfobraceli.com.ar

 

 

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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