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Mayo, 25: la patria no es una cañita voladora que ahí sale, que ya fue

Si nacimos el 25 de Mayo de 1810, es señal que estamos cumpliendo 213 años de edad. Pregunta indispensable: cumplimos años, pero ¿también crecimos? En todo caso tenemos una preciosa oportunidad para el chocolate, para las empanadas y el locro; desde luego, para el sucesivo brindis.

25/05/2023 11:13
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Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires. Especial para Jornada

Todo esto si es que tenemos alimentos para poner sobre la mesa. Y si es que tenemos mesa. ¿Suena apocalíptico? Posiblemente suene así. Pero estamos en este mundo y al mundo lo venimos saqueando, pudrimos sus aguas y corrompimos sus aires, sin piedad degollamos sus bosques.

   Volvamos al 25 de Mayo. Cumpleaños. Flor de ocasión para reflexionar(nos). Por empezar prestemos atención a la paupérrima presencia de banderas en casas y edificios. Comparémosla con la cantidad de banderas que siempre brotan por el Mundial del fútbol. Diferencia abismal. Pregunta que viene al caso: ¿Será que el fútbol es una patria más intensa que la patria misma?

   Puede parecer que exagero. Yo no exagero, la que exagera es la realidad

   Voy a recuperar ideítas que frecuentaron esta columna. Meditemos la palabra “patria”. Por empezar; es una palabra gastada, muy manoseada. Incluso se permiten enarbolarla los señores de la buitredad, los que privatizan el alma, el corazón y hasta le ponen rejas al cordial aire de nuestras plazas.

   Adelante: en este 2023: Ya muy cumplido el bicentenario de nuestra tan dudosa Independencia, ¿qué entendemos cuando decimos patria?

   Patria, palabra deshilachada por el uso alevoso. Por el caradurismo. Por la alevosía.

   Patria, palabra vaciada por tanto discurso incoloro, insípido, inodoro.

   Patria, palabra desangrada por los violadores de la Constitución, por los violadores de la Vida y de las Muertes, por los secuestradores de identidad que hasta arrancaron criaturas desde la placenta, por los valientes de oficina que nos arrojaron a la (des)guerra de Malvinas, alentados por la euforia entusiasmada del periodismo estelar. Y del coraje etílico.

   Patria, palabra saqueada sin asco por los hijos de la impunidad, por los infatigables amigos de la Mano Dura, por quienes alentaron el 2 por 1.

   Patria, palabra extenuada, ensuciada, desteñida, torturada.

   Sigamos. A ver: ¿qué significa, verdaderamente, exhalar un “viva la patria”? ¿No será que en el fondo decimos “viva la Pepa”?

   Busquemos pronto un hondo espejo. Mirémonos. Afrontemos un examen de (in)conciencia. A ver, ¿por qué carajo miramos para otro lado cuando sabemos que la mentada patria es loteada, regalada? ¿Cuando sabemos que estos años estamos rifatizando enormes pedazos de mapa, encima por un puñadito de chirolas?

   Estamos sumidos en la desmemoria. ¿Ya olvidamos que aquí, a partir de 1976 y otra vez durante la última década del siglo 20 la patria quedó reducida a ser un agujero con forma de mapa en donde no quedaron ni los mástiles? (Una suerte porque, ¿qué bandera hubiéramos izado?)

   No nos hagamos los distraídos: la patria, como compromiso extendido de nuestra sociedad, está en pañales. Saludable sería que bajáramos a los próceres de sus monumentos. Recordemos: eran tipos que se jugaban el pellejo, es decir la vida. ¿Preferimos descafeinar nuestra historia? ¿Queremos próceres posando para las tapas del futuro Billiken? No olvidemos, por favor: algunos de ellos eran tipos vehementes, tipos de lecturas y de acciones arriesgadas. Tipos dispuestos a todo. Por el Cabildo andaban los corajudos y atrevidos Castelli, Julián Álvarez, French, Paso, Berutti, Monteagudo, Belgrano, Moreno. Eran muchachos muy ambiciosos. Lúcidos belicosos. No le tenían miedo a los libros ni a la mentada libertad. Carecían de “asesores de imagen”. Los más brillantes de entre ellos no llegaron a viejos. Y recordemos, por favor, que un año antes que ellos otros jóvenes intentaron la misma revolución, allá en la siempre estoica Bolivia. El sueño lo concretaron. Y lo pagaron con sus vidas. Vidas jóvenes, desgajadas.

  Reiteramos la pregunta que traemos año a año: ¿Que pasaría hoy, aquí, con aquellos jóvenes de Mayo? Serían sospechados con el “por algo será”, serían tildados de subversivos. Porque eran tipos de libros tomar, que encarnaban sus consignas. Se sospecha que uno de ellos, Mariano Moreno, fue nuestro primer desaparecido. Parece que lo “murieron”, lo borraron del mapa con un purgante intenso cuando iba en barco a la Gran Bretaña. Y le dieron marítima sepultura. Adiós pues con ese loquito y con su pasión militante.

  Moreno, patrono de los periodistas, escribió algo que tendrá vigencia mientras anidemos un resto de dignidad:  “Es preferible una libertad peligrosa a una servidumbre tranquila”. (Damas y caballeros, no nos estamos refiriendo a la libertad que ladra un tal Milei).

   Hay demasiados compatriotas que no toleran esta ecuación. Claman sin disimulo por un papito mesiánico que imponga “orden” mediante la Mano Dura. Siempre nos aletea el anhelo de la “servidumbre tranquila”. Elijamos: o la incomodidad de tener conciencia, o la comodidad de convertir a la digestión en nuestra única actividad cívica. ¿Hasta cuándo estaremos, (des)fondados, a merced de los buitres de afuera auspiciados por los buitres de adentro?

   En nuestros corazones y cerebros y riñones, en nuestros güevos y güevas está la decisión. La escarapela no debe tener por dueños a la alevosa Sociedad Rural Sojera. La mejor escarapela se lleva por el lado de adentro, y consiste en vivir arriesgando: o elegimos los riesgos de la libertad o seguimos eligiendo la comodidad de la servidumbre. ¡Y a eructar se ha dicho!

   Quienes tenemos techo y abrigo y comemos con mantelito el seguro pan de cada día y de cada noche, quienes estamos alfabetizados, hoy no debemos darnos el cómodo lujo del desaliento. El mundo está crepitando y, joder, nosotros estamos adentro. Ante el impiadoso (neo)liberalismo, a la hora de dormir durmamos, pero con un ojo abierto. Y el otro también. Bajar los brazos es cobardía obscena: ofende a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos, y así sucesivamente.

   A la democracia debemos sembrarla cada día con su noche. La patria, como la democracia y como la Vida misma, es una actividad. ¿Y qué significa actividad?

  Actividad significa soñar a rajacincha. Pero soñar haciendo. Y significa poner los güevos y las güevas sobre la mesa.

   Posdata.  Ya con 213 años de edad, algo resulta imperioso: dejemos de forrear a la palabra patria. Una pregunta más: ¿Podemos decir patria mientras, activamente indiferentes, miramos para otro lado cuando a la patria le muerden y le arrancan pedazos de mapa, cuando a la patria la lotean por monedas?

  Amigas y amigos: la palabra “patria” necesita ser aprendida como sinónimo de “solidaridad”. Sol y dar y dad.

    La patria no es una cañita voladora que sólo asoma cuando estamos de Mundial de fútbol. El DesFondo Monetario Internacional carece de patria, simplemente es apátrida. Es decir, es criminal.

 

zbraceli@gmail.com   ===   www.rodolfobraceli.com.ar

 

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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