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212 años de edad. Pregunta: ¿Crecimos o duramos, “querido Rey”?

Otro 25 de Mayo en nuestras vidas. Como patria ¿independizada? sumamos 212 años de edad. Pregunta: cumplir años ¿nos significó crecer, envejecer o simplemente durar?

21/05/2022 22:02

Por Rodolfo Braceli, Especial para Jornada. Desde Buenos Aires

     Ocasión preciosa para locro, empanadas y ¡brindis! Siempre y cuando tengamos locro, empanadas y vino para poner sobre la mesa. Y claro, siempre y cuando tengamos mesa. Flor de momento para reflexionar ligerito sobre la palabra patria. Palabrita ajetreada, tan gastada y manoseada, tan enarbolada y robada incluso por la buitredad (que todo lo privatiza y de nada se priva).

     Si me permiten: retomaré reflexiones que en esta columna vengo arrimando desde hace casi dos décadas. Al grano: en este 2022, ¿qué nos sugiere la palabra patria?

    Patria, palabra deshilachada por el uso y por el abuso y por el creciente caradurismo (neo)liberal.

    Patria, palabra vaciada por tanto discurso incoloro, insípido, inodoro.

    Patria, palabra tantas veces violada por los violadores de la Constitución, por los violadores de la Vida y de la Muerte, por los secuestradores de identidad que hasta arrancaron criaturas desde la placenta.

     Patria, palabra que usaron sin ruborizarse los valientes de oficina, aquellos que nos arrojaron a la (des)guerra de Malvinas fogoneados por la euforia entusiasmada del periodismo (des)comunicador.

     Patria, palabra saqueada sin asco por los propietarios de “la única verdad”, por los hijos de la impunidad, por los infatigables nostágicos de la Mano Dura, por los alevosos propiciadores del 2 por 1 para cancelar las penas judiciales de los genocidas.

     Patria, palabra extenuada, ensuciada, desteñida, torturada, vaciada.

     Cuando decimos “viva la patria” ¿por un casual no estaremos diciendo “viva la Pepa”?

     Mirémonos en lo más hondo del espejo. Intentemos un examen de (in)conciencia: revisémonos sin hacernos trampa:

    A ver: ¿por qué miramos para otro lado cuando la patria es loteada, regalada, parcelada con lagos incluidos, rifatizada al peor postor?

    ¿Hemos olvidado que aquí, a partir de 1976 y otra vez en los años de la última década del siglo 20 la patria quedó reducida a ser un agujero con forma de mapa, tremendo agujero en donde apenas si quedaron los esqueletos desnudos de los mástiles?

     ¿Será posible que hayamos olvidado que malvendimos las joyas de la abuela y vendimos a la abuela también?    

     No nos hagamos los distraídos: respetables damas y caballeros, la patria, como compromiso coagulado en nuestra sociedad, está muy pendiente.

    Muy saludable sería que bajáramos a nuestros próceres de sus monumentos, y que recordáramos que eran tipos que se jugaban el pellejo, es decir la vida. No descafeinemos a nuestra historia: aquellos próceres no hacían “como que”, no estaban posando para la tapa del futuro Billiken. Eran tipos vehementes, calentones, de lecturas y de acciones arriesgadas. Estaban dispuestos a todo. Por allí andaban los atrevidos Castelli, Julián Álvarez, French, Paso, Berutti, Monteagudo, Belgrano, Moreno. Eran jóvenes ambiciosos y lúcidos y temerarios. No le tenían miedo a los libros ni a la mentada libertad. Caramba o carajo: carecían de “asesores de imagen”. Por distintos motivos, los más brillantes de entre ellos no llegaron a viejos. Y no olvidemos que, un año antes,  otros jóvenes intentaron la misma revolución, allá en la siempre estoica Bolivia. Con sus vidas pagaron el atrevimiento. Nada menos. Vidas jóvenes, treinteañeras, ¡adiós vidas en gajo!

  

 Pregunta tan imprescindible como incómoda: ¿Que pasaría hoy, aquí, con aquellos jóvenes de Mayo? ¿Serían sospechados con el criminal “por algo será”? ¿serían tildados de agitadores?

    Sigamos recordando: los revolucionarios del Cabildo de Buenos Aires eran curiosos, tipos de libros tomar que le ponían el cuerpo a sus consignas. No eran tibios, no eran neutros, no eran pavos reales presuntuosos, no eran políticamente correctos. Eran cantores: se cantaban en la comodidad de los híbridos. Uno de ellos, Mariano Moreno, fue tal vez nuestro primer desaparecido. Hay fuertes indicios de que lo “murieron”, lo borraron del mapa con la ayuda de un purgante exagerado cuando iba en barco hacia la Gran Bretaña. Y rapidito le dieron marítima sepultura. Adiós pues con ese loquito y con su apasionada militancia.

    Moreno, con el tiempo elegido patrono de los periodistas, dijo algo que tendrá vigencia mientras anidemos dignidad: “Es preferible una libertad peligrosa a una servidumbre tranquila”. (Ojo al piojo: cuando hablamos de “libertad” no estamos hablando, para nada, de los monicacos libertarios de estos días, panelistas adiestrados para el arte de hacer barullo televisivo).

    Ya que la tenemos a mano, en estos tiempos conviene reiterar, con todas sus sílabas, aquella frase del insolente Mariano que, no hay caso, suena como una canción: “Es preferible una libertad peligrosa a una servidumbre tranquila”.

    Para demasiados compatriotas esta ecuación es irritante, y debe ser “aniquilada”. Consideran que la democracia y la libertad “llevan al libertinaje”. Entonces –lo pregonan–,  sueñan con el advenimiento de algún sumo papito encarnando la Mano Dura. Se anhela con descaro la “servidumbre tranquila”. Se admira y se imita desaforadamente al “modelo Bolsonaro”. En nosotros está la elección: elegimos la incomodidad de tener conciencia, o elegimos la comodidad de convertir a la digestión en nuestra única actividad cívica.

    Antes de que se nos vaya la Semana de Mayo, otra pregunta: ¿Por qué esta patria nuestra se encuentra tan a merced de los buitres, de la alevosa buitredad de los que anidan sus fortunas en lejanos paraísos financieros?

    La respuesta más cómoda argumenta: “Lo que pasa es que hoy no tenemos ejemplos”. Algunos, muchos, se lavan las manos proponiendo el ejemplo de los próceres patrios. Eso no nos ha dado resultado, por lo visto. Ocurre que los próceres están lejos y congelados en la estéril perfección del bronce. Los “ejemplos” los tenemos, realmente, pero más acá de nuestras narices, en los hombres y mujeres primordiales que trabajan y que sueñan. Pese a todo.

   En nuestros corazones y cerebros y riñones, en nuestros güevos y güevas está la decisión. La escarapela no debe tener dueños (dueños como la Sociedad Rural). La mejor escarapela se lleva interiormente, corazón adentro, y consiste en elegir arriesgando: o elegimos los riesgos de la libertad o seguimos eligiendo la comodidad de la servidumbre. ¡Y a eructar se ha dicho!

    Quienes sucedemos con techo y bien abrigados y tenemos mantelito para el pan de cada día y de cada noche, quienes estamos alfabetizados, hoy por hoy no debemos, no podemos darnos el lujo del desaliento. Ante el arrasador (neo)liberalismo, bajar los brazos sería obsceno.

    Convengamos: como la democracia y la Vida misma, la patria es una actividad. Una actividad, como lo es la mentada esperanza. ¿Y qué queremos decir con actividad? Actividad significa soñar a rajacincha. Pero soñar haciendo. Y significa poner los güevos y las güevas sobre la mesa. Y significa el ejercicio activo de la solidaridad.

    Así es: estamos cumpliendo nuestros 212 años de edad; algo imperioso nos convoca: la palabra patria necesita ser pronunciada y, urgente, necesita ser aprendida como sinónimo de solidaridad. ¿No será esa la clave tan buscada?

      Venimos atravesando una pandemia. Por ejemplo, usar barbijo y vacunarse son sencillos modos de la solidaridad. La inflación desde hace décadas nos come por las patas. Uno modo de enfrentarla es negarnos a comprar apenas advertimos que el costo es inflado por si acaso. Ser solidarios a la hora de comprar y de consumir, ¿no será ese el modo de doblegar por fin a la eterna inflación moral?

     No hay caso: patria es una palabrita hermana de solidaridad. Quien dice patria dice matria. Quien dice matria dice mapatria. Quien dice mapatria dice 25 de Mayo. Ya es tiempo de que dejemos, pusilánimes, de disculparnos y besarle las suelas al “querido rey”. No olvidemos las palabras del Señor Macri: Según él “nuestros próceres debían tener angustia de tomar la decisión, querido rey, de separarse de España”?

     Por favor, la patria así concebida, siente vergüenza ajena.

     Esta es nuestra cuestión: como a la democracia, a la patria hay que soñarla haciéndola. Patria. Matria. Mapatria. Ahora sí, ¡salud!

* zbraceli@gmail.com   ===    www.rodolfobraceli.com.ar

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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