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“Meditación en la Villa”

Hace unos años La Iglesia Argentina reivindicó la figura del padre Carlos Mugica. Fue en el significativo ámbito del inicio del plenario de los cien obispos del país, que sesionan en Pilar.

15/05/2023 00:38
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Por Roberto Suárez, Especial para Jornada

“El padre Mugica fue un sacerdote que vivió su fe y su ministerio en comunión con la Iglesia y al servicio de los más necesitados, que aún lo recuerdan con gratitud, cariño y dolor”, dijo en aquel entonces el presidente del Episcopado, monseñor José María Arancedo.

Tras señalar que el asesinato del padre  “está presente en la memoria de la Iglesia” y pedir elevar “nuestra oración por él, por nuestro hermano Carlos”, Arancedo consideró que el aniversario de su muerte constituye una ocasión para rogar por la reconciliación de los argentinos.

Nos pareció bárbaro que la iglesia de nuestro país, institucionalmente, saldara una deuda histórica con el cura que fue el símbolo de unión con los pobres y que encontró la muerte por luchar con su predicación en defensa de los derechos humanos.

En este mes se cumplieron 49 años de aquel 11 de mayo de 1974, cuando el padre Carlos Mugica terminó con algunas de sus rutinas habituales. A las ocho y cuarto de la noche, después de celebrar misa en la iglesia de San Francisco Solano, en el barrio de Villa Luro, se disponía a subir a su humilde Renault 4-L, cuando un triste personaje, en el que algunos testigos creyeron reconocer al comisario Rodolfo Eduardo Almirón, el jefe de la "Triple A" lopezrreguista, bajó de un auto y le pegó cinco tiros en el abdomen y en el pulmón. El tiro de gracia se lo dio en la espalda. Fue otro de los atentados terribles que sufrió el país, bajo el gobierno peronista con López Rega ministro de Bienestar Social, a la cabeza.

El sacerdote fue enterrado posteriormente en el cementerio de Recoleta, hasta que el 9 de octubre de 1999, el cuerpo de Mugica regresó donde seguramente hubiera querido descansar, la villa de Retiro, en la capilla Cristo Obrero que había construido. El entonces, cardenal  Jorge Bergoglio participó de la ceremonia y reclamó: “Por los asesinos materiales, por los ideólogos del crimen del padre Carlos y por los silencios cómplices de gran parte de la sociedad y de la Iglesia”

Carlos  nació en Buenos Aires el 7 de octubre de 1930, en el seno de una familia de clase alta. Su padre, Adolfo Mugica, fue diputado conservador entre 1938 y 1942 y posteriormente, en 1961, ministro de Relaciones Exteriores, durante la presidencia de Arturo Frondizi. Su madre, Carmen Echagüe, pertenecía a una familia de estancieros bonaerenses.

En 1949 comenzó la carrera de derecho, y curso solo dos años, en la Universidad de Buenos Aires. En 1950 viajó a Europa, donde comenzó a madurar su vocación religiosa. En marzo de 1952, a los 21 años, ingresó al seminario para iniciar su carrera sacerdotal, y se ordenó como sacerdote en 1959.

Simultáneamente en el mes de enero de 1959 se produce un acontecimiento de particular importancia para los católicos: el Papa Juan XXIII convoca al Concilio Vaticano II que daría inicio en octubre de 1962. Tenía por finalidad renovar la Iglesia, reducir el autoritarismo en su seno y acercarla a la gente, principalmente a los más necesitados. Mugica y muchos otros curas jóvenes reciben estas novedades con entusiasmo, no ocurrió lo mismo con la cúpula eclesial que se esforzó por evitar a toda costa que los cambios llegaran a nuestro país o las aceptaron a regañadientes. El papa Paulo VI continuó la obra de Juan XXIII y fue el encargado de cerrar el Concilio en 1965.

Los cambios impulsados desde el Vaticano ponían la atención en que los católicos estuvieran más predispuestos a dialogar con quienes no pensaban igual, también se hizo hincapié en el predominio del recto proceder más que en la fe que cada uno profese, también hubo cambios de importancia en la liturgia, la misa dejó de realizarse en latín para efectuarse en el idioma de los feligreses, además el sacerdote dejó de darle la espalda a los concurrentes a la misa.

El 26 de marzo de 1967 el papa Paulo VI dio a conocer la encíclica Populorum Progressio a la que Mugica recibió alborozado pues la consideraba revolucionaria, ya que hacía hincapié en la situación de los más pobres.

Desde Latinoamérica, un grupo de sacerdotes propuso un nuevo compromiso: la Teología de la Liberación. Aparecen así los sacerdotes tercermundistas, entre los cuales militó fuertemente el padre Carlos, hasta ser asesinado por la Triple A.

Como mejor homenaje quiero cerrar esta columna con una oración que escribió Mugica en 1972 a la que llamó “Meditación en la villa”.

“Señor, perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos que parecen tener ochos años tengan trece;

Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro; yo me puedo ir, ellos no;

Señor, perdóname por haber aprendido a soportar el olor de las aguas servidas, de la que me puedo ir y ellos no;

Señor, perdóname por encender la luz y olvidándome de que ellos no pueden hacerlo;

Señor, yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no: porque nadie hace huelga con su hambre;

 Señor perdóname por decirles: ‘No sólo de pan vive el hombre’, y no luchar con todo para que rescaten su pan;

Señor, quiero quererlos por ellos y no por mí. Ayúdame.

Señor, sueño con morir por ellos; ayúdame a vivir para ellos.

Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz. Ayúdame”.

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