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“Ha ocurrido algo asombroso, inesperado…”

Esa frase expresó Jorge Luis Borges el 30 de octubre de 1983, cambiando su escepticismo por alegría y esperanza.

29/10/2023 23:42
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Por Roberto Suárez, especial Jornada

Aquel día hace hoy 40 años, triunfó la UCR con la fórmula Alfonsín - Martínez, con un porcentaje de 51,7%, frente a la fórmula de Luder - Bitter del Partido Justicialista, que obtuvo un porcentaje de 40,1% de los votos.

Con esta elección, Argentina comenzó un nuevo ciclo político. Desde entonces, el pueblo argentino ejerce ininterrumpidamente el derecho a votar, sosteniendo la Democracia como premisa fundante de la vida en común: con diferencias, tensiones, acuerdos y desacuerdos, con avances y retrocesos. 1983 marca un corte con una historia que hasta 1975 estuvo atravesada por una sucesión continua de Gobiernos democráticos, interrumpidos por golpes militares. Y a partir del golpe cívico militar del 24 de marzo del 76, el pueblo argentino recuperó la Democracia dando cierre a un pasado reciente signado por el terrorismo de Estado desplegado por las juntas militares y sus cómplices civiles, que instaló el terror como política de disciplinamiento social. Un plan sistemático de persecuciones, desapariciones forzadas de personas, robo de bebés, sustracción de identidades, creación de Centros Clandestinos de Detención y exterminio, proscripciones, exilios. Y que hoy vemos, con alarma, como florece el negacionismo de aquella dictadura por parte de la formula, para el ballotage, Milei-Villarruel, apoyados ahora por el binomio que se quedó en el camino hacia la presidencia, Bulrich-Petri, apadrinados por Mauricio Macri. 

Hoy debemos celebrar co entusiasmo esta fecha del 30 de octubre , como un hecho histórico, fundacional, y recordar con respeto y reconocimiento por su conducta y su intensa trayectoria de estadista al servicio de la República a Raúl Alfonsín.

Hoy es momento de repasar su vida con aciertos y errores, pero donde se destaca una trayectoria intachable que lo lleva a recibir ese consenso que lo hace trascender al mundo de los inmortales.

Sin duda que a Raúl Alfonsín, en los últimos años de su vida, por encima de sus méritos, contradicciones y desaciertos, la ciudadanía en su gran mayoría lo reconoció como a un conductor  que ayudó a transitar, desde la dura crueldad  de la dictadura hacia la difícil construcción de la República.

La figura de Alfonsín quedó finalmente en la historia como la de un gran líder demócrata latinoamericano, moderado pero perseverante en la conjunción de idealismo y realismo, y la de uno de los dirigentes políticos de mayor y mejor trayectoria de la Argentina. Muy pocos pueden dudar hoy de la honradez personal, de sus convicciones democráticas y de las capacidades intelectuales del ex presidente que lo diferencian claramente de varios otros que han ejercido las más altas funciones en la política.

La historia reconoce que fue un hombre austero, prolijo en sus cuentas personales, nunca le interesó tener bienes materiales, trabajador incansable hasta altas horas de la noche y además gran madrugador. Un intelectual lúcido, lector incansable y autor de varias obras que van desde su primer libro “La cuestión argentina”, hasta el último

“Fundamentos de la República Democrática”, pasando por “Democracia y Concenso”, títulos imprescindibles para interpretar los últimos años de la vida política, desde la experiencia del hombre de estado y el trabajo intelectual de quién recorrió el espinel de la filosofía política y jurídica.  Orador brillante y fogoso, imbuido de valores éticos y morales incuestionable, idealista, cascarrabias, apasionado y perseverante.

Líder natural de principios republicanos muy profundos, luchador incasable y defensor de la democracia a ultranza. El perfil de Alfonsín se puede definir como dialoguista a ultranza y  firme defensor de sus ideas, pero jamás propenso a la descortesía, el rencor o la descalificación al oponente. En su concepción, si la política no se nutría del dialogo terminaba en agresión.

Defensor de la democracia por antonomasia, no la concebía sino como un proyecto de largo plazo, retroalimentado por el diálogo fecundo y constructivo. Su proceder fue totalmente coherente con su prédica, en el llano lo practicó sin retaceos y, en su función de gobierno, mantuvo innumerables reuniones con políticos de todas las extracciones y, con exponentes de todos los sectores de la sociedad.

Su figura, luego de 14 años de fallecido, revive en momentos en que pareciera que la política languidece, reemplazadas por las posturas mediáticas sin contenido, en épocas en que escasean las propuestas y el reclamo inmediato reemplaza a la palabra racional, cuando el dialogo parece evaporarse y florece el odio.

Seguimos mirando hacia arriba a esa  estrella, que ilumina el cielo nacional con su ejemplo de honradez, tolerancia, incitación al diálogo y a la pacificación, que permite decir que muchos mueren, pero pocos mueren para renacer.

Pero en estas cuatro décadas debemos destacar el valor de la lucha por los derechos humanos y todo lo que se hizo desde aquel inicio de 1983 hasta ahora para enjuiciar a los responsables de los siete años de muerte.

El juicio a las juntas militares, un proceso que no tuvo precedentes en América latina y que terminó con la condena a prisión perpetua para los mayores responsables del terrorismo de Estado en la Argentina se inició el 22 de abril de 1985 bajo la presidencia de Raúl Alfonsín, quién desde 1983, en nombre de los Derechos Humanos no sólo hizo garantizar las libertades personales. También se consagró el pluralismo y la tolerancia, el diálogo y la argumentación, tomando distancia de una cultura política que durante casi todo el siglo XX había practicado la descalificación facciosa del enemigo .

En nombre de los Derechos Humanos, la Justicia condenó en 1985 a los principales responsables del terrorismo de Estado, junto a los responsables de las organizaciones armadas terroristas. La Justicia, al condenar las propias prácticas del Estado terrorista, fundamentó el Estado de Derecho, basamento de la democracia.

El Juicio a las Juntas Militares ejecutado a lo largo de 1985 por el presidente Raúl Alfonsín, apoyado por todas las organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales, fue en efecto un ejemplo mundial. Uno de los más importantes, si no el más, desde el histórico juicio de Nuremberg a los jerarcas nazis. Sentó un antecedente concreto, clave en la jurisprudencia internacional, referido a la responsabilidad del Estado republicano ante una situación de violencia armada interna.

Hay que recordar que poco antes de abandonar el Poder Ejecutivo, el gobierno militar sancionó la ley 22.924 que tenía como objetivo  evitar que se juzgara y castigara su accionar durante los años que estuvo en el poder. Esta norma, la "Ley de Pacificación Nacional" o "Ley de Auto amnistía", otorgaba inmunidad a todos los miembros de las Fuerzas Armadas por crímenes cometidos entre el 25 de mayo de 1973 y el 17 de junio de 1982. Al mismo tiempo, el decreto N° 2726/83 establecía la destrucción de los documentos referidos a la represión militar.

En 1983, durante la campaña electoral, Italo Luder se declaraba dispuesto a aceptar la autoamnistíadecretada por los militares. El peronismo temía entonces la revisión de las violaciones a los derechos humanos desde el Estado antes de la dictadura, durante los gobiernos de Juan e Isabel Perón. En particular, la creación, el accionar y los crímenes de la Alianza Anticomunista Argentina, “las tres A”.

Sin embargo, con la llegada de la democracia, muchas cosas cambiaron. El gobierno de Alfonsín derogó en diciembre de 1983 la "Ley de Autoamnistía" y se dictaron dos decretos ordenando el arresto y la investigación judicial de los miembros de las tres primeras Juntas Militares que gobernaron el  país entre 1976 y 1983.

El firme y sólido compromiso político en torno de estos principios, forjado en 1983, había sido precedido por la acción verdaderamente heroica de organizaciones sociales que, bajo la dictadura, defendieron el tema de los Derechos Humanos contra viento y marea, como Madres y Abuelas de Plaza de mayo, Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y Liga por los Derechos del Hombre, entre otras organizaciones.

Debido a que la cantidad de delitos sobre los que existían constancias superaban los diez mil, el fiscal contra las juntas, Julio Cesar Strassera tomó la decisión de recurrir a un mecanismo utilizado por el Consejo Europeo de Derechos Humanos, sobre la base de casos paradigmáticos. La fiscalía presentó entonces 709 casos, de los cuales el tribunal decidió examinar 280.

Entre el 22 de abril y el 14 de agosto de 1985 se realizó la audiencia pública. En ella declararon 833 personas. Las atrocidades que revelaron muchos de esos testimonios sacudieron hondamente la conciencia de la opinión pública argentina y mundial.

Del 11 y el 18 de septiembre de 1985 el fiscal Strassera realizó el alegato de la fiscalía, que luego ha sido considerado como una pieza histórica. La fiscalía consideraba que la responsabilidad por cada delito debía ser compartida por los miembros de cada junta a la que se le había probado participación. Strassera cerró su alegato con una frase histórica:

"Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: 'Nunca más ".

Con su frase ‘Nunca más’, dos palabras terminantes y simples, Julio Strassera sintetizó el significado del llamado Juicio del Siglo en América Latina.

Su alegato lo convirtió en un símbolo de la lucha permanente por los derechos humanos. Nuestro agradecimiento debe ser eterno. Sin embargo, a 40 años de aquel histórico acontecimiento debemos impedir que el negacionismo de esas atrocidades que representa los candidatos libertarios puedan prevalecer en el país.

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