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100 años de la pelea del Siglo

Hoy se cumplen 100 años de la primera pelea del Siglo XX, cuando Luis Angel Firpo enfrentó a Jack Dempsey, el 14 de setiembre de 1923, en el Polo Grounds de Nueva York, ante 80.000 espectadores. Millones de argentinos que acompañaban la retransmisión del combate por "radio a galena", siguieron las alternativas de los dos rounds más impresionantes de la historia del boxeo.

14/09/2023 01:28
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Por Roberto Suarez

El pleito duró 3 minutos y 57 segundos. Firpo cayó en nueve oportunidades -siete en el primer round- y Dempsey en dos ocasiones. Firpo lo sacó del ring con un derechazo por 18 segundos en el asalto de apertura y el conteo absurdo del árbitro Jack Gallagher permitió que el combate continuara y Dempsey ganara por KO.

La caída del estadounidense, documentada en una fotografía, fue nombrada como “el momento deportivo más espectacular del siglo XX”.

Sólo hay un boxeador en la historia del boxeo mundial, Luis Angel Firpo, cuya memoria ha quedado grabada –más que por su trayectoria, su técnica o su patético apodo– por una sola pelea, recordada como la más devastadora de los pesos pesados de todos los tiempos; pelea que para colmo le dieron por perdida en un pésimo arbitraje que lo consagraría como el ganador moral (por contrario imperio) ante la opinión pública imparcial y la prensa seria de los Estados Unidos.

Claro que ese combate fue por el campeonato mundial de los pesos pesados, cuyo titular era nada menos Jack Dempsey, “The Big Jack” (el grande), que venía reinando desde hacía siete años. El desafiante, casi tan desconocido como su país, para poder enfrentarlo debió dejar en la lona, en impresionante sucesión de peleas, a una decena de los mejores púgiles norteamericanos de esa categoría.

Cierto, además, que su fama no la lograría por su dominio del arte de la defensa ni por su técnica pugilística, sino por su pegada demoledora y su coraje indomeñable, que en los rings norteamericanos vendría a sustituir a su mismísimo apellido, y que sería para él lema de combate, definición de su capacidad de lucha y recuerdo indeleble en la historia del boxeo.

“The Wild Bull of the Pampas”, “El Toro Salvaje de las Pampas”, fue el nombre que le impuso, pero en las palabras inglesas más agresivas, Damon Runyon, un renombrado cronista del boxeo norteamericano, al ver sobre el cuadrilátero a ese hombre de aspecto impresionante, desnudo, cubierto de sangre, con las greñas chorreándole sobre la frente ceñuda, insistir en sus embestidas implacables, con la cabeza baja y una bravura indómita ante un rival que lo castigaba sin clemencia hasta caer finalmente vencido.

Firpo, quien, nacido en la provincia de Buenos Aires, en Junín, dijo haber recibido de maestros mendocinos, cuando el boxeo estaba prohibido en Buenos Aires, los pocos recursos técnicos que le permitieron dejar en la lona a esa seguidilla de poderosos púgiles norteamericanos.

Lo insólitamente veloz de la carrera de Firpo, en un país extraño que era la meca del boxeo mundial, se debe a aquellas peleas que no sólo sugirieron al cronista deportivo del New York American el nombre que inmortalizaría al púgil sudamericano, sino las tres peleas que le ayudaría a explicar tan rápido ascenso.

El comentarista Runyon las descubrió en los combates con Bill Brenna (ídolo de Chicago y digno rival de Dempsey), con un promisorio Jack MacAulife (que para el ex campeón James Corbett era el pesado más completo que había visto en los últimos veinte años), con el sargento Hommer Smith (famoso por su dureza y a quien no obstante Firpo mandaría quince veces al suelo). Sin dejar de lado otro combate simbólico, con Jess Willard, el corpulento ex campeón de todos los pesos que debió poner fin a su carrera ante la contundencia de los puños del argentino.

¿Y cuáles habrán sido, por fin, las aptitudes de Firpo descubiertas en aquellas peleas? La primera, la agresividad, afianzada por una valentía sin flaquezas; luego un poderío físico sin precedentes en la historia del boxeo, poderío de golpazos contundentes, más instintivos que técnicos, y por último, una capacidad de reacción que lo llevó a salir airoso de los peores riesgos, convirtiéndolo de atacado en atacante.

Todas esas aptitudes o cualidades, Firpo las pondría en juego en aquel enfrentamiento épico con Dempsey, que la historia del boxeo recordará como “la pelea más devastadora de los pesos pesados de todos los tiempos”.

Un domingo 7 de agosto de 1960, una triste noticia conmovió las redacciones de los diarios y obligó a interrumpir las programaciones de las radios: había muerto de un infarto fulminante un ídolo popular. Una gloria del deporte nacional, acaso el fundador del boxeo. La partida de Luis Angel Firpo sacudió al país como suelen hacerlo aquellos privilegiados que han logrado meterse en el alma popular. Moría un emblema, un mito en vida y una leyenda viviente el primer gran ídolo deportivo de la Argentina. Sus restos están en el cementerio de La Recolecta, los argentinos y turista que lo visitan  se encuentra el mausoleo con su imagen en la entrada una  escultura que fue realizada por el artista argentino Luis Perlotti.

El hecho de recordar los 100 años de este acontecimiento me llevo a la idea de escribir un libro, un ensayo, “Crónicas de 100 años”, que voy a presentar el próximo 6 de octubre en la Feria del Libro de Mendoza, donde me refiero a la gran pelea del siglo pasado y lo que ocurría en el país en temas como la política y el tango, también tomo a otros ídolos populares del boxeo que siguieron a Firpo, y lo que ocurría con ellos y las circunstancias llamativas de las décadas del 50 y el 60.

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