Un(a) corte, una quebrada…y nos vamos!!

Un corte, nos anunciaba aquel conductor de tv en su programa de tango. Y un corte, ha sido: éramos felices en el acuñamiento de la Selección, de Messi, incluso del Dibu y sus excesos celebratorios.  Lo éramos porque a pesar de los detractores -que antes hablaban mal del ex del Barcelona, y ahora lo hacen de los que festejan en el Obelisco-, las cinco millones de personas en la calle no dejaron ningún legado importante de heridos o de muertos. Era la celebración, el calor, la fiesta, las ganas de tanto tiempo, la alegría recuperada, la albiceleste querida, el abrazo al desconocido.

Por Roberto Follari, Especial para Jornada

Y se venía la Navidad: el gesto del amor solidario y a la vez exigente. El momento de sentir que podemos querer a los demás, que vamos más allá de nosotros mismos, y que en la realización de todos va la de cada uno y cada una. Y allí vino el corte, la Corte. Que decidió devolver buena parte -no todo- de lo que pedía la ciudad de Bs.Aires: que en nombre de haber enviado -por decisión de Macri- la policía citadina a jurisdicción de la CABA, habría que darle a ésta una suma monumental de dinero. Que si bien no depende técnicamente de la coparticipación, es obvio que de allí sale: lo que se le da a la CABA, se nos quita a las provincias. Con este fallo, menos dinero para todos nosotros, menos para provincia de Bs.Aires, menos para La Pampa o Misiones.

  Como ha dicho algún reconocido diario afín a la oposición nacional, los fallos de la Corte van sistemáticamente contra el peronismo. Eso se ha hecho obvio, y muestra la rara situación de que los miembros de esta reducida Corte no sólo mantienen una posición política parcial y definida, sino que no se ocupan de disimularlo.

  JxC sale a ostentar apoyo a la institucionalidad: no cuesta apoyar los fallos, cuando están en favor propio. De modo que ese propio interés se muestra como supuesta virtud  republicana. No tan republicano es Pepín Rodríguez Simón, consejero de Macri prófugo de la justicia argentina. No tan republicano es haber filmado clandestinamente una reunión de la Gestapro en La Plata, donde se espió a una reunión secreta que incluía a espías. No tan republicano fue cablear las cárceles para escuchar lo que decían los presos y sus abogados, como se hizo en Ezeiza, o sostener al grupo Mario Bros, grupo de espionaje ilegal al cual se tomó por curiosamente “cuentapropista”.

  En fin: poco avanza la causa judicial sobre los que quisieron asesinar a Cristina, y la Corte no ha dicho palabra sobre la vergonzosa reunión en Lago Escondido de jueces, fiscales, empresarios y un ex espía. Estamos esperando.

  De modo que ahora el gobierno nacional y muchos provinciales, señalan que no puede acatarse el fallo de la Corte sobre más dinero para la CABA. No porque no quisiera acatarse, dicen, sino que alegan que no hay cómo obtener ese dinero sin violentar leyes y reglamentos vigentes. Instan a la Corte a aclarar de dónde saldría el dinero.

  En eso estamos: pleno conflicto de poderes, difícil situación donde el Ejecutivo sostiene que la Corte pretende gobernar al país “de facto”, y donde la oposición se defiende a sí misma cuando dice defender la institucionalidad.

  Y pensar que éramos felices. Que tuvimos días en que bastaba la bandera argentina para producir apoyos casi unánimes, cuando el fútbol nos hizo olvidar por unas semanas nuestras miserias cotidianas. Hoy un sector opositor ha paralizado el Congreso, y el choque institucional augura situaciones nada halagüeñas para el futuro.

  El gobierno sólo podría imponerse si logra promover voluntad colectiva en su favor. No parece fácil: las fuerzas del FdT están dispersas, y un tema judicial no suele convocar a la población. Si sumamos a esto la situación vacacional, el pronóstico no le es optimista.

  Pero barrer con la ecuanimidad, meter lo judicial a resolver lo político e inclinar la balanza siempre para el mismo lado como sucede hoy con la cúpula judicial, tampoco augura buenos tiempos. La anormalidad institucional se puede mantener por lapsos largos, pero nunca es eterna: y cuando finaliza, es siempre con catástrofe.

  Se viene Navidad. Otra causa de felicidad, siquiera momentánea. Nunca cambia nada luego del 25 de diciembre: somos luego, tan buenos o malos como lo éramos antes. Pero ojalá alguna ráfaga de humanidad alumbre en la imagen de aquel Jesús bebé en la extrema pobreza del pesebre: si seguimos caminando hacia el abismo como sociedad donde mandan más los jueces que los votos, estamos sembrando tempestad y violencia hacia el futuro. Estemos alertas, en la esperanza de que nos mostremos capaces de torcer el rumbo a tiempo.-

 

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