Por Roberto Follari, Especial para Jornada
Desde sectores del kirchnerismo lanzan un “Operativo clamor” en torno de Cristina, quien técnicamente no está proscripta, pero sin dudas es perseguida y se la podría proscribir. Ella es la figura máxima de la política argentina, al menos en cuanto a votos propios, y en cuanto a las adhesiones que concita, o a la frecuencia con que la tv la refiere, aunque a menudo sea para atacarla. Es máxima figura, pero ha declarado que no será candidata. Y no es nada fácil que pudiera llegar al 40% que se requiere para ganar en primera vuelta.
Ello lleva a pensar que el operativo podría tener una finalidad diferente: quizás poner en agenda la persecución a la figura de Cristina -a quien se aplican los rigores del lawfare que en su momento llevaron a la cárcel a Lula-, a la vez que devolverle centralidad al momento de definir las candidaturas.
Ello parece chocar con la voluntad de ir a las PASO que ha manifestado Scioli al declararse candidato, a las que también debiera someterse Alberto Fernández, si finalmente se presenta. La duda es si habrá una ordenación de cargos definida en espacios de conducción, o si serán las PASO las que ordenen. Esta última opción parece contener más al conjunto heterogéneo de voluntades que hay en el Frente de Todos, pero es notorio que existe puja al respecto.
En Juntos por el Cambio hay fuerte conflicto. A candidaturas de la UCR, no se da prácticamente nada: todas las fórmulas a presidencia los excluyen, o los tienen en segundo lugar. El PRO vive su interna como la interna de todo el espacio: Macri no disimula su simpatía por la extrema derecha representada en Patricia Bullrich. Esta última sigue con sus declaraciones que la acercan a Milei, pero la alejan del voto mayoritario. Rodríguez Larreta dice que está contra la grieta, pero abunda el antiperonismo en su lenguaje. Siguen saliendo chats de D’Alessandro obtenidos clandestinamente: la confrontación continúa subiendo.
También sube lo belicoso -en otra escala y con otros procedimientos- en la guerra internacional que libra Rusia contra EE.UU. y la OTAN, con Ucrania como territorio donde se sufren muertes y bombardeos. Las últimas semanas han sido de aumento constante en la tensión: tanques para Ucrania, pedido de aviones caza por Zelenski, viaje de éste a Europa Occidental, y de Biden a Ucrania. Siguen las interminables sanciones a Rusia, con sus interminables incumplimientos: se compra a Bielorrusia o a la India el combustible ruso, sólo que ahora de manera indirecta.
China se decidió a jugar más fuerte, ante la evidente intención de EE.UU. de llevar a Europa a una confrontación que vaya más allá de Rusia. Y declaró que su alianza con Rusia es firme “como una roca”: el mensaje no puede ser más claro. Rusia abandona el tratado de limitación nuclear con EE.UU., por lo cual amenaza con usar armas atómicas; y hace saber que prueba un misil que lanza proyectiles atómicos a miles de kilómetros de distancia, con potencia de daño 2000 veces mayor que Hiroshima. Un arma de destrucción más que masiva.
La inacabable presión de Occidente enviando más y más armas y municiones, insistiendo con más y más sanciones a Rusia y apoyos a Zelenski, ha causado reacciones. La ofensiva rusa ha sido muy dura las dos últimas semanas. Y el conflicto, por esa vía, no tiene salida.
Hasta a Latinoamérica ha querido meter la OTAN en la guerra -y ni qué decir Zelenski-: afortunadamente prima hasta ahora la cordura, y nadie quiere entrar en ese conflicto ajeno, hecho con una vaga y poco creíble defensa de “la democracia”, como si en Latinoamérica no supiéramos cuántas dictaduras prohijó EE.UU.
Ahora ha aparecido el plan chino de paz, y parece haber decisión en Francia y Alemania de obligar a Zelenski y Putin a sentarse en una mesa de negociación. Obviamente que es difícil, pues Rusia quiere mantener todo lo ganado en el plano militar, y Ucrania pedirá el retiro total de sus tropas. Pero hay que empezar por algún lado la búsqueda de la paz necesaria: y quitar la ayuda inacabable a Zelenski, es un modo de empezar a reducir el conflicto a un espacio localizado, en vez de hacerlo base de una posible guerra mundial.
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