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No basta la continuidad de la guerra en Ucrania con acusaciones mutuas de los contendores, ni los problemas que causa a Europa su seguidismo a las políticas de Estados Unidos en la OTAN, que llevan a Alemania a volver al carbón. Ni el provocativo viaje de Pelosi a Taiwan con enérgica respuesta desde China, y con nueva provocación imperial enviando buques de guerra a la zona. No basta con que a Trump le hayan allanado una de sus mansiones, y que esté al borde de un juicio por violación a las leyes de seguridad de su país. Son tiempos revueltos a nivel mundial.

Redacción
13/08/2022 23:19
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Por Roberto Follari, Especial para Jornada

Los gobiernos progresistas de Latinoamérica tienen, dentro de este contexto, sus propias desventuras. A Cuba, literalmente, un rayó la partió, y por acción del mismo se desataron los incendios en Matanzas, que han agotado fuertes reservas petroleras. Incendios que evocan los que por el intenso calor se producen hoy en toda Europa, incluso en la bucólica Inglaterra donde Johnson se va tras sus papelones fiesteros.

  México tiene sus singulares problemas: narcos que incendiaron automóviles en virtuales tomas de ciudades en Jalisco y Guanajuato, para terminar en la fronteriza Ciudad Juárez, con daños en vidas que son irreparables. Mientras desde el Sur, lograron entrar a territorio azteca unos 10000 inmigrantes que pretenden llegar a Estados Unidos, creando inevitables problemas de seguridad interior más el enojo del amo del Norte, que busca que los inmigrantes no lleguen al cauce fronterizo del Río Bravo. La pobreza que produce la depredación capitalista en Centroamérica, se cobra su revancha en las recurrentes marejadas de inmigración.

 Mientras, a Castillo le hacen imposible la vida en Perú, y el presidente/maestro resiste con dificultades los permanentes embates para voltearlo, que la derecha ensaya desde antes de que subiera (buscando no aceptar el resultado electoral). En Chile el gobierno ligado al movimiento que acabó en la postulación de una nueva Constitución -que reemplace al engendro de Pinochet-, se ve obligado a postular algunas modificaciones al texto propuesto, para intentar que la población acompañe al proyecto constitucional. En Colombia, un flamante presidente como es Petro, se ve en la difícil tarea de pacificar al Ejército de Liberación Nacional, última guerrilla beligerante en ese país. Tarea compleja porque requiere medidas sociales además de las que hagan al posible desarme de la añeja organización, y que no son fáciles de concretar. Las negociaciones –al igual que ocurrió en su momento con las FARC- se realizan en Cuba.

  En la Argentina, la impasse económica que ha acompañado la entrada de Massa al gabinete se mantiene, pero no puede durar mucho más. Por ahora se estacionó el dólar paralelo, pero el índice inflacionario fue esperablemente muy alto. El acento está puesto en conseguir moneda estadounidense, único modo de evitar una devaluación que podría ser desastrosa. Está todo aún por decidirse en esta pulseada crucial.

  Mientras, el poder judicial sigue haciendo simulacros de justicia a través de un insólito fiscal Luciani que, en el afán de acusar a la ex presidenta, afirma que ser fiscal lo exime de ser imparcial. Si un fiscal está para acusar, parece que está permitida la animosidad contra la persona acusada, afirmación ciertamente temeraria e incomprensible, ya que la acusación se hace en nombre de la ley y del Estado, no de algún rechazo o beligerancia de orden personal. Con apoyo televisivo, parece que hay un sector judicial que cree que todo vale, y que ir a jugar fútbol a la quinta de Mauricio Macri resulta de lo más natural.

  La oposición nacional también tiene sus problemas. Carrió se descarrió, y lanzó de sus habituales dardos incisivos y confusos, esta vez contra otros miembros de Juntos por el Cambio. Estos decidieron rechazar airadamente a la pretendida Pitonisa, cuyas informaciones huelen siempre a grupos de espionaje, no siempre argentinos. “¡Basta, Carrió!” bramó la Bullrich, seguida por Larreta y muchos otros. Pero al día siguiente, curioso mutis por el foro: JxC comprendió lo que –pasmosamente- por mucho tiempo no entendió la coalición gobernante: que discutir internas en público es un papelón que la población no consiente. Pero el súbito silencio tras la ruidosa reacción inicial, renueva la impunidad para Carrió: ella sabe de su capacidad de destrucción, y seguirá usándola cada vez que le convenga. Esta vez pareció hacerlo con el consentimiento de Macri, a quien Carrió en otros tiempos criticaba con ferocidad.-

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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