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La guerra entre la OTAN y Rusia: larga y lenta escalada

“Zelensky nos pidió de todo- decían algunos líderes europeos- ya basta. No le daremos tanques” Habían prometido que no: pronto le dieron tanques. “Eso es lo último, es mucho gasto y mucho involucramiento”. El ucraniano siguió pidiendo y pidiendo. “No le daremos aviones”. “Quiero aviones”, clamó por enésima vez Zelensky. “Allí tiene aviones. Le damos también”.

Redacción
27/05/2023 22:03

Por Roberto Follari, Especial para Jornada

  La actitud bélica de la OTAN es cada vez más abierta y atrevida, y cuando afirman que “ningún soldado europeo irá a Ucrania”, parecen estar adelantando la posibilidad de enviar tropas a territorio ucraniano. Es decir: ya se está en guerra abierta por parte de la OTAN en contra de Rusia. Y es sabido que la guerra la inició expresamente Rusia con su invasión, pero antes hubo la intervención de la OTAN en el golpe de Estado de 2014, y la la amenaza de llevar arsenales atómicos cerca de la frontera rusa.

  Ahora ya hay operaciones guerreras pro-Ucrania dentro de territorio ruso, lo que no podría disfrazarse de “defensa”. La hipocresía nodal del Dpto. de Estado los lleva a decir que “EE.UU. no recomienda estas acciones”, pero lo cierto es que ha habido saboteo a trenes por descarrilamiento, así como el dron contra la cúpula del Kremlin, entre otras escaramuzas. Se trata de ir imponiendo situaciones de hecho, para que luego se hagan de derecho.

  La tan hablada contraofensiva ucraniana parece incluir el componente de atentados en territorio ruso, cuya autoría es obvia, por más que desde Ucrania se la niegue. Ello, mientras en el espacio ucraniano los dos contendores parecen admitir que la situación está empantanada, en una especie de imposibilidad para cualquiera de los bandos de imponerse claramente sobre el otro, o de avanzar decisivamente. Lo cual lleva a pensar en una guerra de largo alcance temporal.

  ¿Quiénes son los grandes perjudicados por esta conflagración? No los Estados Unidos, que está a miles y miles de kilómetros del conflicto, tensándolo como parte de su estrategia de cerco contra China. Pero sí está perdiendo Europa. Una Europa que ha debido humillarse al grado de que, siendo casi obvio que fue EE.UU. con sus aliados quien bombardeó los gasoductos Gulf Stream de Alemania, todos guardan silencio y dicen que nada se sabe sobre los atentados.

  Europa es la que puede ser alcanzada por misiles o por algún escarceo atómico desde una Rusia que, acorralada, puede apelar a lo peor. No es casual que europeos estén llenando los consulados latinoamericanos para sacar pasaportes de nuestros países: es adonde emigrar en caso de que la conflagración alcance a Europa Occidental. Lo cual, por cierto, sería un enorme absurdo, dado el escaso interés estratégico que esta guerra tiene para las poblaciones del Viejo Continente.

  No importa: la locura belicista crece, y en una insólita declaración, un funcionario de Polonia declara que su país y su gobierno colaboran en conspiración para la caída del gobierno de Bielorrusia, el cual es aliado de Putin. Mientras, en Moldava la situación es inversa: el gobierno es prooccidental, y hay parte de la población que es pro-rusa, y que sale a manifestar contra el gobierno.

  Si agregamos esto a los problemas entre Bosnia y Kosovo, bruscamente renovados, el mapa europeo luce muy conflictivo. Y la OTAN no las tiene todas consigo: es bastante probable que Erdogan triunfe en las elecciones turcas, y mantenga su posición ambigua en relación con Rusia y con la guerra.

  En Europa Occidental se sufren las consecuencias del conflicto. Suba en algunos precios, desabastecimiento de otros productos, que al aparecer vienen encarecidos. Una anormalización de la prosperidad económica que se gozó por tantos años. Alemania tuvo crecimiento negativo en su economía, lo cual implica que ha entrado en recesión, como consecuencia de la carencia de combustibles: la locomotora de Europa se ha detenido.

  Pocas expresiones públicas de crítica a la participación europea en la guerra se han visto en ese continente. Parece asumirse la actitud de dependencia hacia Estados Unidos como un destino, como algo fatal e irreversible, mientras las economías nacionales se van arruinando paulatinamente.

  La corrupción ucraniana es invisible a los ojos: se ha detectado venta ilegal de armas europeas -de las enviadas a Ucrania- en el mercado negro internacional, pero se insiste en gastar los impuestos de los europeos en remitir armamento a ese país. El mayúsculo escándalo de cuando hace tres meses Zelensky tuvo que echar a varios ministros y funcionarios de primer nivel por pruebas de corrupción, se mantiene en cuidadoso silencio. La propaganda de guerra sigue presentando el conflicto como una lucha por la democracia, no como una lucha por el poder geopolítico: y el nazismo explícito de algunos sectores de combatientes y de civiles ucranianos es disimulado por medios de comunicación unilaterales e hipócritas.

  La guerra sigue, Europa sufre, Rusia y Ucrania son quienes acumulan muertos y mutilados. Lamentablemente, la paz que líderes como Lula han postulado, choca contra el muro de quienes, desde el Norte, quieren sostener la confrontación para avanzar hacia la China. Total, el territorio de combate está con un océano de por medio.-

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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