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Justicia…esa te la debo.

Con un árbitro bufonesco e histérico -un regalito más de esa “irreprochable” institución que es la FIFA-, Argentina pudo ganarle a Países Bajos. Sufriendo por logros del equipo de Van Gal -hay que decirlo-, pero también por la “ayudita de los amigos” que su equipo recibió: 10 insólitos minutos de prórroga (incomprensible que esos lapsos de tiempo sigan siendo potestad absoluta de cada referee), 8 tarjetas amarillas para nuestros jugadores (pero también otras para el cuerpo técnico y, si nos descuidamos, para parte del público y de la Cámara de Diputados argentina), y una notable falta de marcación de faltas contra la albiceleste. Una vergüenza, el árbitro.

Redacción
10/12/2022 22:12
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Por Roberto Follari, Especial para Jornada

  Pero una maravilla de tesón, el equipo. Se levantó tras el traspié del gol en el minuto 100 del partido por parte de los naranjas, y dominó rotundamente en el complementario, sobre todo su segundo tiempo. Llamativamente, el insólito Mateu dio…sólo un minuto!!, cuando Argentina arrollaba a los ex Holanda. Enzo clavó un tiro que con rebote pasó apenas sobre el travesaño, y otro dio en el poste. Lautaro intentó, pero respondió el arquero. Y el tiempo se acabó, porque contra Argentina Mateu da 10 minutos, pero cuando a los nuestros le va bien, sólo uno.

  Llegaron los penales. Messi dio cátedra, y junto a la magistral muestra del Dibu, arruinando los dos primeros intentos nerlandeses, nuestro equipo se puso claramente arriba. Sin embargo, Enzo no estaba en su día para con el arco, y la erró. Había que meter el próximo, sí o sí. Se decía que patearía Di María, pero Lautaro quiso hacerlo: “acá está mi esposa, mis hijos, mi familia toda”, explicaría luego. Y la rompió: a la pelota, y a su mala racha. Argentina ganó, contra un rival fuerte pero que no merecía ganar, y contra un árbitro payasesco y parcial, que no tiene altura para dirigir en un Mundial (y quizá tampoco en un partido de Liga: 2313 tarjetas amarillas en 498 partidos). Increíble que pueda seguir arbitrando, cobijado por los estilos de la FIFA. Merece ser jubilado, con recomendación de un buen psiquiatra.

  Hasta al bueno de Messi consiguió enojarlo. Ya lo había hecho Van Gal con sus declaraciones previas, por lo que Lionel le regaló el Topo Gigio de Riquelme, tras hacer el segundo gol argentino: lo estampó con rostro grave. Y le dedicó a Mateu unas palabras al final del partido, alertado de que no puede decir lo que piensa porque, encima, lo podrían sancionar. La sancionada no es la FIFA ni, que sepamos, el excéntrico árbitro: son los jugadores que, con las amarillas, como en el caso de Acuña y Montiel, quedaron imposibilitados de jugar contra Croacia.

  Todo muy pintoresco: también en el primer partido, perdido sorpresivamente por Argentina contra Arabia Saudita, se nos anuló…tres goles consecutivos!!, por el VAR. Al menos uno de ellos -y quizá más de uno- no estaba en off side. ¿Qué se puede hacer en esos casos? Nada: la FIFA manda, y el que no obedece pierde. Poco importa que la FIFA no sea precisamente una muestra de autoridad moral, por ej. con la decisión del Mundial para Qatar. Pero sus decisiones son inapelables.

  No cuesta asociar al mundo político y judicial nacional. Ante las revelaciones grabadas en el pasmoso tour por Lago Escondido en la propiedad del inglés Lewis, donde jueces, un jefe de espías, un ministro y empresarios de medios hicieron un paseo connivente, algunos de los implicados decidieron iniciar acciones judiciales (o sea, acciones entre sus amigos) por haber sido hackeados ilegalmente. Con lo cual -obvio- reconocen la veracidad de lo difundido en las grabaciones. Evidente muestra de favores indebidos y de acciones de encubrimiento que incluyen el “lo voy a hacer cagar” contra algún funcionario, nada ha dicho la Corte Suprema, nada el Consejo de la Magistratura. Sólo en el mundo académico se ha mostrado el rechazo a lo actuado. La Corte es como la FIFA: tiene el poder, hace discrecionalmente. Y si te quejás, peor: te sacan tarjeta amarilla, como hicieron con Messi.

  El juez Ercolini es uno de los escondidos en el lago. Es el que levantó y ofició buena parte de la causa por la cual, en la misma semana que se supo del escándalo en el Sur, se ha condenado a Cristina Fernández de Kirchner. ¿Alguna palabra de explicación? ¿Alguna muestra de que él no debió formar parte del proceso? No: para nada. Hay un poder judicial, pero difícil que a sus decisiones pueda asociárselas con “justicia”: porque a esta te la debo, para parafrasear a algún conocido ex presidente.-

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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