Por Roberto Follari, Especial para Jornada
Es que la persecución que ella denuncia, efectivamente existe: y luego de la insólita suspensión de elecciones en dos provincias faltando apenas cinco días para realizarlas, está claro que judicialmente puede pasar cualquier cosa. Tanto, que la comedia continúa: el procurador Casal -puesto por Macri a dedo- dice que la Corte no tiene competencia para decidir sobre la elección en Formosa… pero agrega que podría intervenir, si así lo quiere!! (y vaya si ellos lo quieren…)
La oposición argumenta que Cristina no se presenta porque no mide electoralmente. Pero hasta Larreta tuvo que desdecirse, tras lanzar ufano que “ella se baja porque nadie la vota”. Grotesco: es la persona con más intención de voto de todo el espectro político argentino. Y ni hablar de la atención que concita: da una entrevista, y el país funciona como si hubiera cadena nacional. Pretender desdeñar a Cristina es un oficio que tontamente practica la tv hegemónica en todo momento, engrandeciendo su figura. Aun así, es cierto lo que apuntó Brienza en alguna entrevista: no es esperable que la presidenta pudiera salir airosa en segunda vuelta, si en ella toda la derecha se junta.
Es cierto que hoy ni siquiera es claro que toda la derecha pueda juntarse, porque el lío interno entre los más radicalizados del PRO contra los más “políticos” (Macri y Bullrich vs. Larreta) es muy agudo, estando la mayoría de la UCR y la Coalición Cívica del lado de Larreta. Pero fuera de todo ello está Milei, y si hay alguien que hoy produce susto en el stablishment empresarial y financiero, es el histriónico personaje que entre llamados a la dolarización, la dinamitación de todo y la eliminación del Banco Central, simplemente no parece tener la madurez necesaria para gobernar.
Digamos, entonces, que hay verdades a medias por ambas partes en cuanto a la proclamada decisión de Cristina de no presentarse como candidata: la persecución judicial es cierta, y por demás visible; pero además hay riesgo propiamente electoral, pues no ganar podría quitar a Cristina parte de la centralidad política que hoy mantiene.
¿Y entonces qué, en el Frente de Todos? Por un lado, cabe dejar de lado las imprecaciones de quienes se niegan a percibir la realidad, e insisten en la candidatura (hasta diciendo que la ex presidenta “no puede” dejar de asumirla como prenda de lealtad a su pueblo), o se dedican a desgranar un rosario de lamentos (“el pueblo no merece a Cristina” y “la base no ha estado a la altura de su liderazgo” es de los más culpógenos y reiterados).
Hasta donde podemos interpretar, la decisión de la ex presidenta -aun no sabiendo si es definitiva- parece muy razonable. Ahora toca ver qué se hace en el FdT, donde no todos tienen disposición a asumir el liderazgo de Cristina como voz decisoria.
Massa se ha lanzado sin paracaídas: parece asumir que es el candidato necesario, y que si así no lo designan, puede poner en dudas su continuidad con la coalición gobernante. Pone al gobierno en situación difícil: el lugar del tigrense en la negociación con el FMI es de improbable reemplazo, pero su candidatura automática sin aceptar ir a las PASO resulta indigerible para diversos sectores, desde Scioli a buena parte del kirchnerismo. Habrá de verse.
Lo cierto es que una designación directa por Cristina -cualquiera fuera- se enfrentaría hoy con diversos candidatos que se postulan, alguno/s apoyados por el fuerte grupo de los gobernadores. Es verdad que las PASO pueden dar impresión de dispersión, pero ordenan los cargos legislativos en todas partes, y dan una proporción a casi todas las listas que se presenten: de tal modo, en la suma, parece ser el método que más podría llevar votos hacia la coalición de gobierno, hoy muy dificultada por la alta inflación, aunque reconfortada por los resultados de las elecciones provinciales ya realizadas.
La vicepresidenta insiste en la necesidad de un programa: pero incluso un programa puede ser, en esta época, acordado y luego fácilmente obviado. En todo caso, un punto resulta central e indisputable: el acuerdo con el Fondo Monetario habrá de ser rediscutido. Aunque en JxC no se hable al respecto, jamás podrían pagar los 20 mil millones de dólares que vencen en el año 2024. Y además, el dictamen de la Auditoría ha sido claro: las irregularidades en el préstamo colosal que pidió Macri, son proliferantes. No hay firma presidencial, no se pasó por el Congreso, los que firmaron no eran los que tenían la atribución para hacerlo. No será, entonces, cuestión de ideología sino de supervivencia: Argentina no puede pagar ese préstamo de dudosa legalidad, excesivo e insensato, y la revisión del mismo se ha de volver -para el nuevo gobierno, sea del color que sea- una prioridad imposible de eludir.-
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