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Candidaturas y metamorfosis electorales

Los que ejercen candidaturas presidenciales cambian a pasos agigantados, haciendo caso de aquella vieja canción que cantaba Mercedes Sosa. “Todo cambia”: las modalidades de quienes van a la elección, también.

Redacción
30/09/2023 22:20
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Massa ha cambiado. Lo veíamos un poco cheto, y quizás con más discurso que realizaciones. Desde el ministerio de Economía nos ha desmentido: puede gustar más o menos su gestión, pero vaya si ha tomado una brasa caliente. Y ha logrado mantenerse, con prestidigitaciones varias.

  Tampoco parecía especialmente dedicado o trabajador: de pronto ha sido a la vez candidato y ministro, arreglaba cuestiones de la interna mientras hablaba con el Fondo para ver las renegociaciones, y con los chinos para pedirles divisas. Se ha mostrado un súbito hiperkinético de la política, con un más que aceptable nivel de logro en sus objetivos.

  Tampoco Massa ha sido especialmente progresista: ahora las medidas que toma van en esa dirección. Habrá que ver qué ocurre si es que gana: hasta Macri se atrevió a practicar distribucionismo tras las PASO de 2019. Pero es verdad que la cercanía del kirchnerismo le pone al tigrense ciertos límites: habrá que ver si su apuesta por un gobierno de unidad nacional no impide una clara direccionalidad en su programa.

  Milei se va cortando el pelo, se emprolija, habla como persona súbitamente razonable: en la calle sigue blandiendo la motosierra para la hinchada, pero en los spots aparece adecentado. ¿Cuál de los dos emergería si llega a ganar la elección? ¿La motosierra es para entusiasmar ingenuos, o la falsa imagen es la del pelo bien peinado?

  Se junta con Luis Barrionuevo: figura marginal de la política argentina, que siempre cuenta dineros y poder. Llama a Guillermo Francos, que era funcionario del gobierno de Alberto Fernández. Su candidata a vice, Villarruel, desgrana casi con obviedad su simpatía por las FF.AA no actuales, sino por las de la dictadura y la represión ilegal. El ex melenudo tiene compañías problemáticas: y es que no podría ser de otro modo.

  ¿Quién acompañaría a Milei si gana la elección? No tiene estructura nacional. No tiene cuadros propios, no tiene suficientes personas cercanas para cubrir los cargos. La respuesta es obvia: se subirá a su carro el desgrane de la política de los partidos históricos, de “la casta”. Los resentidos, abandonados, perdidosos e ignorados en esos partidos se subirán con entusiasmo a esta posibilidad: Milei no tiene la opción de ningunearlos o desecharlos, aunque sean el descarte.

  Bullrich pasó de aplastadora de adversarios antes de las PASO, a confusa relatora de economía, y luego a poner a Melconian en el centro de la escena. El economista se creyó providencial, contó chistes de dudoso efecto y regresó al silencio. Luego vino la etapa espiritual, dejar a los argentinos en estado “interesante”: este lenguaje cuasi/evangélico en voz de Bullrich sonó muy extraño. Tanto, que los asesores parecen haberle dicho: contra Milei no sigas, porque con él ya has perdido. Ahora trata de quitarle votos al kirchnerismo. Sus arengas de “acabar” con él rayan en la antidemocracia, y son muchos los que dudan de su eficacia: cuenta, eso sí, con generoso apoyo televisivo. Se trabaja ostensiblemente en esa dirección, por ahora con escaso resultado: la población quiere ver qué ocurre con la inflación, la inseguridad, etc., y en vez de ello, se encuentra con discursos belicosos y retorcidas pretensiones de encontrar casos de corrupción.

  Para la inseguridad, Massa puede exhibir su intendencia de Tigre, y algunos planes estratégicos nuevos. Sobre la inflación, Milei habla de la discutida dolarización: es probable que en los hechos deba buscar un remedio menos punzante. Bullrich pretende apuntar a la inseguridad, pero ya fue ministra en esa área, y habla más contra el kirchnerismo que contra el narcotráfico o los delitos callejeros.

  A medida que avanza el proceso hacia la votación -y con él, hacia la silla presidencial de quien gane finalmente- las mutaciones se hacen evidentes, los candidatos no son los mismos que fueron al comienzo. El problema es mayor, si uno piensa en lo ocurrido con Menem: él también emprolijó su apariencia y mejoró su peinado. Pero fue no sólo para la elección: fue luego para actuar en contra de todas y cada una de las promesas de campaña, como fuera el alardeado “salariazo”. Tengamos, entonces, cuidado con estas mutaciones súbitas, ya que pocas veces pueden ser inocentes.

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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