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CAMINO A LAS CATÁSTROFES

La crisis de los bancos de Estados Unidos, con secuelas en Europa, no se sabe cómo acabará. Los casos afectados en EE.UU. son de tamaño mediano, nada que ver con los problemas de hace casi quince años: pero podrían arrastrar a otros. El Credit Suiss europeo, en cambio, es un banco de gran escala: y si bien el Estado salió a dar garantías, no está cerrada la situación. Si hay descalabro financiero, todo el sistema económico mundial -y muy especialmente el occidental- pasará severas turbulencias.

Redacción
18/03/2023 21:31

Por Roberto Follari, Especial para Jornada

La causa remota está en la guerra, pero nadie parece advertirlo: en Francia e Inglaterra hay fuertes huelgas y movilizaciones, pero no se asocia la escasez a los dineros entregados interminablemente a Ucrania, y al aumento de los precios del combustible por romper con Rusia. Sorprende cómo la propaganda de guerra ha logrado esconder los efectos económicos del conflicto para la población europea.

  La guerra produjo inflación, la inflación llevó a la necesidad de enfriar la economía en Estados Unidos, ello llevó a la Reserva Federal a subir las tasas de interés. Los bancos se financian con bonos a largo plazo, los cuales se fijaron con tasas anteriores, mucho más bajas: ahora esos bonos valen menos que cuando se emitieron. Los ahorristas entraron en pánico al pensar que el banco se hacía insolvente, fueron en masa a sacar sus depósitos, y el banco se quedó sin fondos. Un tránsito muy comprensible, pero desastroso.

  Se verá cómo sigue esto, pero es un camino de cornisa. Igual se continúa alegremente con la guerra: Europa haciendo de hijo bobo de los Estados Unidos, y éstos advirtiendo que en el Asia las cosas se vuelven complicadas: si bien se fabricará submarinos atómicos con Australia, las sanciones a Rusia se han eludido, porque la India compra el petróleo ruso y lo revende a precio mayor: buena salida para Rusia y la misma India -que ya tiene casi tantos habitantes como China-, malo para Occidente. Mientras, EE.UU. quiere trasladar la guerra para atacar a China: pero la visita de Xi-xinping a Moscú muestra que se consolida esa alianza opuesta, que ahora integra a Irán y en parte a Arabia Saudita, viejo amigo de EE.UU. que ha cambiado de lugar.

  Igual, Erdogan permite a Finlandia entrar a la OTAN, en ese tropel proyanqui que la guerra ha inducido en Europa. Polonia, a gusto de Washington, envía aviones caza para Ucrania. Y EE.UU. clama que se le ha bajado un dron en el Mar Negro, y la pregunta es obvia: ¿qué  hace un dron de Estados Unidos en el Mar Negro? Se supone que es un país americano…y ahora se suma la burda intervención de la Corte Internacional, que en una decisión “de guerra”, alineada y sin legitimidad, pretende condenar a Putin. Quien no es un santo, bien se sabe, pero…¿y Estados Unidos en Irak? ¿y en Afganistán? ¿en Siria? ¿y cuando los europeos mataron en público y bajo filmación a Kadafhi, sin que los responsables hayan sido siquiera demorados? La Corte se ha revelado como un arma de la propaganda exterior de guerra de los Estados Unidos, y no ha sabido guardar siquiera las formas como para aparentar ecuanimidad. Para colmo, Rusia no es signataria del acuerdo de Roma sobre la Corte, de modo que esta no tiene jurisdicción en el caso.

  Difícil situación internacional, que le toca otra vez enfrentar al gobierno de Alberto Fernández; la inflación que dejó Macri y la enorme deuda externa (y en singular, la parte de ella que es con el FMI), fueron de entrada una carga desastrosa. Pero siguieron la pandemia más enorme que se recuerde en 100 años, después la guerra con sus efectos, y ahora…la sequía!! Realmente, son las siete plagas de Egipto, la repetición “ad infinitum” de toda clase de desgracias. Y esto, resultando en una inflación por encima de 6 puntos en febrero, y dificultad para cumplir el acuerdo con el FMI cuyas metas, sin la sequía, resultaban onerosas pero posibles.

  Más allá de los cantos infantiles de quienes creen que hacer interna contra Alberto Fernández puede ser el “non plus ultra” de la ideología revolucionaria, nadie dice cosas sensatas sobre qué hacer con el país en esta situación. Los discursos preelectorales son patéticos y vacuos, estamos ante un incendio de proporciones y hablan de cómo apagarlo con una manguera de uso doméstico.

  Deplorar del convenio que el gobierno hizo con el FMI es fácil, pero es menos obvio decir qué se hubiera hecho como alternativa: casi todos dicen ahora que “no pagar” no es solución, de modo que, simplemente, se trata de pagar, pero de otro modo que nadie muestra saber cuál es. Cristina Fernández, en su alocución de Río Negro, mostró una vez más que es -por ahora- la única que dentro del arco político tiene altura para plantear este tipo de cuestiones de fondo, si bien la problemática geopolítica mundial no fue objeto de lo que entonces desplegó en su discurso.

  En un país con alta inflación, deuda, bimonetarismo, desfinanciamiento y vigilancia del FMI, nadie dice qué hará con la economía, que no sean las consignas sobre acabar con el déficit fiscal y la emisión: que son un componente, pero están lejos de ser la única variable para resolver los problemas, además del empobrecimiento social al cual podrían llevar, y de los previsibles enfrentamientos sectoriales que serían su consecuencia.

  La batalla electoral se dirime en otro terreno: con la sospechosa falla interminable de Edesur -empresa que pertenece a Caputo, el amigo de Macri-; con la muy probable acción intencional que, por incendio, produjo el apagón general de hace tres semanas: con un poco creíble ataque “narco” contra los suegros de Messi, de modo de poner alarma en los diarios internacionales. Es ése el nivel de la disputa: necesitamos cóndores, pero abundan las lechuzas. Veremos si en algún momento se puede salir de este nivel patético en que se despliegan las hegemonías electorales, y -de tal modo- que se expliciten los planes estratégicos que debiera haber para el futuro, en un mundo de altísima volatilidad.-

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