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La fuerza del destino en modo Selección

Argentina siguen construyendo esperanza e Italia debe reconstruirse

01/06/2022 23:31

 

En Italia vanaglorian a Giuseppe Verdi con la dimensión de un mito viviente.

Sus composiciones operísticas lograron lo que escasas obras artísticas consiguieron: inmortalizarse a través de su popularidad.

Una de sus óperas, “La fuerza del destino”, con tamaña potencia subyacente en su nombre, vaya a saberse por qué causa estuvo ligada a la mala suerte, al Jettatore.

Desde 1862, cuando se estrenó, 160 años después aplica su referenciación en el habla popular.

Y, ya en tono futbolístico, que la azzurra, con cuatro títulos mundiales, haya dejado escapar la clasificación a Qatar 2022, de local y contra la ignota selección de Macedonia del Norte, ya es demasiada casualidad.

¿Es el seleccionado azzurri equivalente a otra formación de jerarquía menor?

No, claramente.

Inicia ahora un periplo de cuatro años con vistas a un sello norteamericano en su pasaporte rumbo al Mundial 2026.

Pero tampoco puede suponer que la culpa de haberse visto devastada en un escenario tan cargado de historia como Wembley – no en vano se la conoce como “La catedral del fútbol” – ha sido el fruto de una desventura o de un error de cálculo.

Allí, la fuerza del destino fue, semánticamente hablando, aquello que impuso motu proprio un seleccionado argentino en estado de gracia futbolística.

Dos a cero, tres a cero, cinco o seis a cero daba igual.

Argentina fue una máquina de demolición con piezas que tomaron protagonismo fuera de molde en momentos clave.

Y ese dominio absoluto, sin resquicio para la recomposición rival, se fue naturalizando cuando promediaba el primer tiempo y un ajuste táctico obró como quiebre.

No se le notan destellos de estrella y ni siquiera un rol protagónico en las imágenes subidas a las redes sociales, como así tampoco es presencia en los programas de chimentos, pero Guido Rodríguez es un futbolista cuyo posicionamiento táctico no solo ordena sino que también potencia a quienes cruzan la mitad de la cancha en un ida y vuelta constante: De Paul, Lo Celso, alguno de los laterales o armadores en retroceso que se relanzan a campo rival.

Para el esquema de ataque masivo que suele producir la Scaloneta, no es lo mismo Leandro Paredes con su exquisito buen pie en primer o segundo paso, que el manual de táctica que despliega el hoy mediocampista central del Betis.

Lo resolverá Scaloni, pero el DT se encuentra frente a un dilema y toma nota de todos, inclusive de quienes brillan aún sin luminosidad.

La fuerza del destino, también, liberó a Messi de esa cadena que lo obligaba a demostrar lo que él ya era.

La fuerza del destino, además, reconvirtió a Di María en el jugador del pueblo, ese fenómeno identitario que de tanto en tanto resurge.

La fuerza del destino, desde ya, dotó a Lautaro de la simplificación del punta con gol al atacante todo terreno que pivotea, mete presión alta, se auto fabrica el espacio, define, asiste y se anexa al circuito de ataque a uno o dos toques.

La fuerza del destino, irremediablemente, es la que hoy oscurece la inmensa gloria deportiva italiana porque se ha transmutado en el combustible que le está dando vuelo propio a una Selección que le dio el mejor de los homenajes posibles a Diego: ganar, gustar, golear y encima consagrarse campeón en Inglaterra.

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