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¡No miren arriba!, miren con cuidado

Debo decir que he logrado con éxito la empresa de concluir Don’t Look Up. Sin embargo, debo decirlo también: lo he logrado contra todo pronóstico.

29/12/2021 09:32
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Yo quisiera ir despacio y ser lo más claro posible, porque seguramente llegará el momento en que más de una persona me tome por un amargado, y de hecho ocurre que yo mismo voy a dar con la pregunta en más de una ocasión: ¡¿soy un amargado?!

He tratado de serenarme para escribir este artículo, porque por alguna extraña razón, comentar esta obra con Johana, mi pareja, me llevó a una situación de apasionamiento muy fuera de lugar y me vi rápidamente como sofocado por una sensación desagradable. Me exasperé inexplicablemente y tal cosa no puedo atribuírsela a esta película, no sería justo. De todas maneras, me ocurre que tampoco puedo obviar que la película fue un estimulante nada menor como para que monte en cólera.

 

 

Aproximaciones argumentales

La cosa va de que una doctoranda en astronomía (Jennifer Lawrence) descubre sin querer un asteroide de grandes dimensiones. Sin dudarlo apercibe de su descubrimiento a su jefe (Di Caprio), quien rápidamente comienza a calcular la trayectoria de su órbita y determina que la enorme roca impactará indefectiblemente con nuestro planeta. Pues bien, luego de algunas disquisiciones, comienzan las relaciones con los altos cargos de las más importantes corporaciones norteamericanas. Esto da pie para absurdas situaciones que entremezclan a los diversos personajes. La premisa —aunque no del todo original— se sostiene algunos minutos, pero no los que fueran deseables. Ni bien llevaba 25 minutos de película y no pude resistir la tentación de destacar alguna que otra cosa.

Digo que la premisa no es del todo original porque —y por nombrar un somero ejemplo— la desopilante y no menos interesante película Seeking a Friend For The End Of The World (2012) ya se le ha adelantado, pasando incluso a la parte jugosa y entretenida, sin generar tanto, innecesario tiempo de metraje para contarnos algo tan simplón.

 

 

Los puntos flacos de una ¿comedia?

Cuando agarré la libreta todavía no soltaba la más mínima risa; no había hecho mueca alguna siquiera, y esto ya era suficiente mala señal. ¡Cuidado! Se los dice alguien que ríe con el chiste más ridículo que puedan imaginar; he sido un fiel seguidor de Cha Cha Cha, Todo x 2$, el Capusotto de los primeros tiempos, etcétera; pero también he sido un seguidor de los clásicos de la comedia —¡y clásicos que ya podrían considerarse antiguos!—, casos como las películas de Peter Sellers o algunas más modernas como Airplane (1980), Top Secret (1984) y Hot Shots (1991). Pues bien, que a los primeros 25 minutos ya escribía en mi libretita: «humor nulo». Pero, muy poco tiempo después, apuntaba: «cadencia soporífera», que el ritmo me dormía, ¡es lenta! Sí, es una película lenta que no llega a coger ritmo nunca.

Pues bien, decidí no resignarme, no renunciar y menos todavía quise colarme en el bando de los renegados, así que sacudí mi cabeza y volví a la carga. Nada, en el minuto 52 ya había tenido suficiente tiempo para elucubrar un desenlace que, de hecho, fue casi exacto. No crean —¡por favor!— que digo esto con aires de superioridad, ¡al contrario! Esa opinión mía, más que elevarme, va en detrimento de la película. Por lo mismo, resumiré aquí esos lugares comunes que definieron mi posición al respecto: los chistes tecnológicos de los que hace uso están requetevistos, ¡que ya cansan!, cosa que hace ver al film como trasnochado, ¡trasnochadísimo!; los personajes están esbozados como con desgano, siendo planos, casi inertes; el montaje es, por momentos, un desquicie sin fundamentos; la adventicia participación de personas como Ariana Grande —que había olvidado completamente hasta este momento, y que es expuesta tan solo para incrementar la audiencia— no tiene gollete, y por último… hay al menos tres chistes, tres alusiones a las drogas que son tan ñoñas, tan bobas que parece mentira fueran presentados en una película que se pretende irreverente.

¡No! Aquí no veo crítica mordaz ni intenciones contestatarias, ¡nada más lejos! La película es indeciblemente cómoda, no molesta ni llama. Las supuestas críticas y su acibarado gusto, en realidad: no saben. Todo está muy visto y hasta parece que pasado por agua, deslavazado incluso, alivianado, digerido, desangelado. He llegado a sentir algún cosquilleo incómodo al pensar en sus protagonistas, pero en sus personalidades, en ellos como personas de carne y hueso. Cuesta entender cómo una Meryl Streep se siente tan a gusto con una propuesta semejante.

 

 

Implicaciones 

No crean que, cuando me acerco a una comedia, pretendo irme del cine con una perspectiva superadora, ¡pero ocurre que esta película no es una comedia! Escruté a un amigo al poco tiempo de concluirla y sus palabras me parecieron exactas: «Todavía no encontré la “comedia”». ¡Esto es una fatalidad! O acaso no deberían presentar esta obra como tal. Sin embargo, debo admitir que en una oportunidad la película me sacó una sonrisa e incluso retrocedí para volver a ese momento, pero luego de ese extraño lomo de burro —que casi pareció accidental—, nada más aconteció.

Yo entiendo que mis palabras pueden —en este caso sí— resultar acibaradas, pero es preciso que no se escandalice nadie, porque tienen —en este caso sí— una razón de ser. En estos tiempos nuestros, tiempos en los que vivimos sujetos a la entontecedora influencia de nuestros múltiples aparatejos, es cardinal que nos encontremos, como tantas veces reitero en mis escritos, completamente atentos. Es preciso que el arte remueva nuestra conciencia y nos lleve a exigir nuestro entendimiento, porque la comodidad es el superlativo del estatismo, y a camarón que se duerme… A tal punto esto es así que la misma película tiende a socavar las perspectivas hipercapitalistas, tiende a cuestionar nuestra relación con el planeta, etcétera, y resulta que ha sido un burdo negociado. ¡Claro! Que el cine es un negocio y que, ¡en este caso sí!, la película tiene una razón de ser, pero lo que me irrita sobremanera es que nos vendan, como quien dice, gato por liebre.

Esta obra figura en Google con un presupuesto de 75 000 000 USD, pero resulta que a Di Caprio le han pagado 30 y a su compañera Lawrence 25, lo que no hace que le cierren las cuentas a uno. No, según parece la película ronda los 200 000 000 USD y para colmo, en una de sus escenas vemos cómo uno de sus personajes ironiza sobre un film que gastó 300 000 000 USD, dirigiendo hacia el espectador un claro reproche. ¿Quién se ríe de quién?

Yo les pido por favor que no crean que este tipo de cosas influyen como para que explaye de esta manera mi punto de vista; quiero decir, no influyen como para que me guste o no una película, pero si me hacen pisar con mayor cuidado. ¡Este es el punto! Si no aceptamos la propia gramática del arte, si no nos tomamos el tiempo adecuado para digerir una obra, ¡para verla incluso!, más todavía teniendo en cuenta que ahora existe la posibilidad de ¡ver las películas en velocidad rápida!; si no adecuamos nuestra mirada contemplativamente, que es aquella forma de atención minuciosa y calmada propia del espectador comprometido, nos harán comer cualquier bocado y, a fuerza de zampárnoslo sin siquiera darnos cuenta, esperaremos luego a que nos digan qué sabor tenía o qué sabor debería tener. Y, ateniendo a estas maneras de prestar atención, a estas maneras de catar el arte, es que yo pienso, como en el título de esta nota, que más que mirar hacia arriba, hacia el costado, hacia abajo o hacia atrás, en realidad debemos mirar con cuidado, con sumo cuidado, con cuidado absoluto… no vaya a ser que, más pronto que tarde, nos terminemos dando cuenta de que los observados somos nosotros, y así las cosas: los que actúan una comedia.

 

 

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