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«Midnight In Paris», la mirada enamorada de Woody Allen

Una de las muy comentadas películas de un director que ¿debe ser cancelado?
Nota: 7 sobre 10 (Buena).

26/01/2022 17:23
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Paseo mis ojos por las palabras del ginebrino que era Amiel y me cuenta que el gusto francés es oratorio y teatral. En verdad, un gran número de los pensadores que frecuento la emprenden contra el arte de Francia (generalmente a lo largo del siglo XIX) y puedo decir, al menos basándome en obras contemporáneas, que algo de aquello, algo de lo que refiere Amiel, he llegado a encontrar yo mismo en obras como Las invasiones bárbaras (2003) —que mucho me gustó—, de la trilogía del bueno de Denys Arcand, o alguna otra más actual como El origen del mundo (2020) —que tal vez algún día pueda terminar de ver—.

El hecho es que es cierto, al menos el estilo literario francés rebosa de ingenio y… ¿cómo decirlo? cierta estructura ajedrecística; todo es demasiado sesudo, a la manera de los ensayos de Montaigne, que dejan ver muy claramente sus pretensiones enciclopédicas. ¡El refinamiento! ¿Pero quién ha dicho que lo alambicado es verdaderamente grato? No lo sé… y ocurre que algunas de estas cosas venían a mis pensamientos cuando miraba Medianoche en París (2011), lo que viene a decirnos que, siempre que no haya logrado lo que se proponía, Woody Allen pudo captar muy bien el espíritu francés. ¡Y no solo eso! Que también capta de maravillas la Ciudad de la Luz.



 

Aproximaciones argumentales

Gil Pender (Owen Willson) es un escritor que trabaja escribiendo guiones para Hollywood, pero en verdad anhela concluir su primera novela que lleva desarrollando desde hace largo tiempo. El muchacho se encuentra de vacaciones en París, con sus suegros y su pareja: Inez (Rachel McAdams). Gil es un hombre soñador que permanece embebido por la deslumbrante atmósfera de la ciudad y que no pocas veces fantasea con trasladarse allí, pero Inez suele tratarlo de extravagante y no comprende para nada las aspiraciones artísticas y poéticas del escritor.

Ocurrirá, a lo largo del film, que Gil se verá envuelto en las más inimaginables aventuras, viajando a lugares imposibles y conociendo diferentes personajes no menos imposibles también. Todo se recubrirá de una encantadora atmósfera que nos hará viajar por las mejores épocas de París.



 

La visión de un romántico europeísta

Contrario a mi costumbre, en este caso no estableceré precisiones acerca de la factura técnica de la película y demás; debemos considerar siempre que hablamos de uno de los grandes directores de la industria. Si algo habrá de subrayarse en esta película podría reducirse al guion (eso, pese a haber ganado el Óscar).

Destaca en todo momento el pulso con el que el director capta la esencia parisina; por todos lados desborda su apasionada visión de la vieja Europa. Sabemos que Woody Allen adora las tierras europeas y que no es la única película que ha decidido filmar por allí: lo ha hecho en Francia, claro, pero por citar algunos casos, también en Italia (A Roma con amor, 2012) y en España (Vicky Cristina Barcelona, 2008 y su reciente Rifkin's Festival, 2020).

Owen Willson siempre me ha caído bien. En esta película va muy a tono con ese semblante semineurótico y soñador, además de resultar prácticamente inofensivo: una víctima de las circunstancias que lo zarandean de un lado a otro sin que pueda oponer resistencia. No es difícil sentir entrañable simpatía por el personaje. Sin embargo, resulta algo más difícil simpatizar con Inez, con Rachel McAdams, ya que su papel… Bien, que su papel es bosquejado con trazo grueso, tiene muy pocas aristas, poca profundidad. Decanta en verdad en un arquetipo —algo trillado—, en un modelo que parece utilizar Allen para justificar algunos rebordes de la historia, pero de ello hablaré algo más adelante.

El humor, como no podría ser de otra manera, es siempre acertado y lúcido. Si bien en esta película abundan los estereotipos, como es también el caso del amigo de Inez, Paul Bates (Michael Sheen), casi siempre nos ocurre que todo se siente natural y resulta placentero. Uno se sube a esa nave tan bien capitaneada, esa embarcación que navega a través del realismo mágico, y se abandona en su travesía. Woody sabe introducirnos en su mundo con la facilidad y el encanto de siempre, somos suyos durante cada minuto de la obra.

Todo aquello que requiere aguzar la mirada, todo eso que podríamos comentar evadiéndonos de los principales méritos de este film, será comentado en el siguiente apartado.



 

Implicancias

Hice las primeras observaciones de esta nota porque, como ya he dicho, Woody Allen coincide perfectamente con el espíritu francés. Su humor suele estar siempre signado por diferentes referencias a las más variadas disciplinas artísticas e incluso al psicoanálisis o la filosofía. En esta película desfila incontable cantidad de comentarios sobre músicos, pintores, escritores e incluso cineastas de grande talla, pero es también lo que ocurre: muchos de los espectadores que no estén al tanto de las mentadas referencias, quedarán afuera del chiste y eso —ocioso es destacarlo— limita el alcance de la obra.

También me llega a ocurrir que esa perspectiva burguesa —porque no otra— de engrandecer las figuras del arte, me viene como desagradable. Con el correr de los años he comenzado a vislumbrar que más vale andarse con cuidado cuando paseamos por los jardines de aquellos a quien admiramos, sobre todo porque cualquier obra de arte suele cristalizar un aspecto de la vida del artista que siquiera es un aspecto. Digo, que la mayoría de las veces las obras son o bien afectación, o una astuta manera de reformarse. Siempre es mejor quedarse con la obra y no con su artífice, y aquí mismo me encuentro sitiado en un punto por demás interesante, ya que también esto vale para Woody Allen.

Si bien las polémicas que orbitan en torno al director neoyorkino tienen el más variado alcance, igualmente en ello es preciso andarnos con cuidado, porque si acaso nos enfrentamos a una obra que por sí misma habla de una manera que nada tiene que ver con aquello que haya hecho o pudiera hacer su creador, entonces hay que dejarla intocada. Incluso llego a verme poderosamente tentado a inferir que las Musas realmente existen y que son capaces de inspirar al más incauto, haciéndole realizar vaya a saber qué tipo de prodigios cuando él no es más que un ser ordinario —más de un caso tenemos—. No veo que esta obra de Woody Allen llegue a ser impropia, más allá, claro, de aquello que he aludido: entronizar excesivamente a los referentes del arte. Si alguien menosprecia esta película por algún comportamiento (el que sea) de su creador, yo le diría que debe revisar su criterio.

Por último, diré que tan solo rondan mis pensamientos dos cuestiones. Llego a dudar de si acaso Woody no cree quizá con inquietantes notas de megalomanía en eso de que los artistas merecen un trato especial por ser tales; que merezcan algún beneplácito debido a sus talentos (que ya sabemos: no les pertenecen), cosa que podría explicarnos en algo que haya cometido actos criminales sin remordimiento alguno (eso siempre que lleguen a confirmarse, claro), ya que él mismo es un artista de renombre. Y por otro lado, cosa que ya he sugerido más arriba y que hace que observe a este director con una estimable cuota de suspicacia, me llama la atención la forma de esbozar sus personajes femeninos… eso de describir solamente los contornos de la mujer o de plasmar la idea de La Mujer, como si no se tratara de seres de carne y hueso. Woody diagrama sus mujeres como hueras o como olímpicas, no existe término medio. En esta película, nuestro director únicamente posa su mirada con tenacidad sobre el protagonista que ha de ser, como tantas veces, su alter ego. Las mujeres resultan más bien decorativas y eso me incomoda, pero también me deja esperando, esperando un enfoque distinto.

Lo mejor de la obra es, sin duda alguna, el recorrido por las anochecidas calles de París. Es tan exquisito el modo de filmar la ciudad —que ya sabemos que fascina al director— que uno se siente caminando sus calles, gustando sus sabores y embriagándose con sus aromas. Solo llego a requerir algo más de corazón y un poco menos de astucia, de intelecto, de refinamiento lógico… pero ya lo sé: no hay que pedir peras al olmo.

PD: Al momento de publicar esta nota he descubierto que la película ya no se encuentra en el catálogo de Amazon Prime. Desconozco los motivos de dicha resolución. Ni bien sepa de algo se los haré saber.

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