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Matthew And The Atlas: un descubrimiento de proporciones astronómicas

Es este un espacio dedicado para el descubrimiento musical. Semana a semana estaremos comentando los variopintos baluartes de la música de hoy, y también haremos uso del «arte del desescombro»: revitalizar aquello que nunca debió perder vigencia.

02/11/2021 18:52
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Matthew And The Atlas fue un hallazgo maravilloso para mí. La primera canción que se fijó en mi corazón fue Elijah, presente en su disco Temple (2016) y en su homónimo y bellísimo unplugged del mismo año. Esta banda, con una atmósfera irremediablemente nostálgica, cual si fuera un extensísimo réquiem, nos invita a la reflexión y al reposo; a andarnos despacio por las aguas de una música acariciante y refinada.

La tristeza aquí es palpable, cosa que quizá se deba a su ascendencia, ya que provienen de las plomizas tierras de Inglaterra (y deben saber que yo —sobre todo en cuanto a la música— tengo alguna afinidad especial con aquellos parajes). Tal es la melancolía de sus canciones, que he tenido el atrevimiento de apodar a Matthew Hegarty (vocalista y fundador) como «el hombre más triste del mundo».
 

 

Por otra parte, Matthew Hegarty, antes de comenzar con la banda en el año 2010, era paisajista, y tal cosa puede verse a las claras una vez que uno se involucra con la exquisita música que nos ofrece: nos pinta paisajes de gran variedad, paisajes donde llueve, truena, escampa y restalla nuevamente el temporal para luego dar paso a una promisoria brisa otoñal. Viajar por sus notas es entregarse a un dominio espacial, la música de este revelador grupo toma cuerpo y torna en una eminente masa sonora cargada de sorpresas. Esto último es algo que incluso puede apreciarse vivamente en su canción Veins of Your History, donde los coros emulan una ventisca.

 

 

En alguna ocasión, han comparado a nuestro conjunto con el reconocido Bon Iver, y es algo bastante juicioso en verdad. Ambos grupos han depositado sus anclas en el indie folk, pero esto no es impedimento como para que Matthew y sus chicos nos imbuyan en ritmos divertidos con trompetas y saxos (Plaything), en una estética ochentera, que por momentos recuerda a mi querida The Killers, (On A Midnight Street), o —con violines y banjo incluidos— en un western excelentemente reproducido (I Followed Fires).

 

 

Resta decir que hemos acompañado esta nota con fotografías de Dave Watts, amigo de la banda y cazador de unas imágenes potentes que retratan con fidelidad el espíritu general de la música que estos muchachos del norte nos traen con tanta convicción. Acerca de las fotografías, Matthew comenta que fue inspirado por un libro que compró, en el cual pueden apreciarse imágenes de edificios abandonados de todo el mundo. Según sus palabras mostraba «los efectos del tiempo arrastrándose lentamente dentro y alrededor de ellos, creando misteriosas imágenes etéreas» que encuentra muy intrigantes. Las fotos fueron el disparador para la composición del arte de su segundo disco Temple, que ya hemos mencionado más arriba, y fueron la ocasión de que le solicite a Dave su intervención. Sigue Matthew: «Hay temas recurrentes a lo largo del álbum, de aislamiento y oscuridad, y también algo de belleza. Quería que esas fotos intentaran reflejar esos temas de alguna manera.». ¡Vaya si lo logró!

 


Luego me cuentan qué opinan de su música. Mientras tanto, yo seguiré dándole al play.
 

 

 

 

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