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¡Matrix 4 es absolutamente increíble!

La película que más me ha sorprendido este año.

31/12/2021 09:37
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Literalmente he tronado mis dedos antes de comenzar con este artículo. Ya imaginaba escribirlo a los escasos 5 minutos de metraje; fantaseaba con el futuro desarrollo del escrito. ¡Ya lo sé! Esto que digo no habla, por así decirlo, en favor mío; debe resultar muy de mal gusto que en tan poco tiempo ya me hubiera proyectado hacia ese futuro. Parece como que fuera alguien indispuesto, ¿no? Sin embargo, no es tal cosa; además, curre que siempre vivimos proyectados hacia el futuro, pero ese es otro tema. Mas… al momento de comenzar a escribir estas palabras —y por eso lo de tronarme los dedos— se presentó ante mí como una titánica labor. Yo les confieso: no sé muy bien qué diablos decir.

Aproximaciones argumentales

¿Recuerdan Matrix? ¡Sí! ¡¿Cómo no?! ¡Claro! Esa película fachera, ¡facherísima! ¡Sí! La película que nos deslumbró con sus efectos visuales, ¡esos efectos nunca antes vistos! ¡Pero no nos olvidemos del look! ¡¡Qué trajes!! ¡Claro, yo también quería un montgomery entallado! ¡Y esos anteojos! ¡¿Y las escenas de acción?! ¡¿Cómo no?! Y también eso de… ¿cómo decirlo? La distopía tecnológica; eso de vivir en un mundo simulado; esa mezcla rara, ese sincretismo filosófico que tenía tanta chispa. ¿Cómo? ¿Qué por qué los trajes, la facha, el slow motion, el bullet time y demás? Por nada en particular, simplemente porque era una película de acción que pretendía romper los esquemas visuales; pretendía revolucionar enteramente la estética del mundo de la acción, ¡y vaya si no rompió con todo! Sin embargo, la trama era bien sencilla: vivimos en un mundo generado por máquinas y debemos despertar a la realidad. Neo (Keanu Reeves) es el elegido, en él recae la responsabilidad de quitar el velo de nuestros ojos (por eso que procurará liberarnos con un festival de disparos, explosiones, luchas karatecas sin justificación y demás, ¡pero compramos! ¡Compramos!).

Bueno, que después, con el tiempo y (por) el dinero, se crearon dos películas más, que muy tranquilamente podrían no haber existido, pero que fueron realizadas con la idea de entretener y ya (¿no es acaso el cine al que estamos mayormente acostumbrados?). Nada, que las dejamos pasar. ¡Pero cuidado! Ha llegado la cuarta entrega y es, mis queridos… ¡Es absolutamente in-cre-í-ble!

 

 

Crónicas de una ¿película?

Es cierto, no les ocultaré la verdad, estaba algo prevenido sobre esta creación, pero seguía despertando en mí un vago interés. Bueno, que a los 5 minutos —5’ 22’’ para ser exacto, ya que detuve allí la película— dispuse que sería en un tercio de mi libretita de 10 cm de ancho y 14 cm de alto, por lo tanto en tan solo 4,6 cm, donde escribiría todo lo que fuese necesario acerca de la película.

«¡¿Chistes?!»; «Diálogos… ¡¿qué?!»; «Ritmo: ¡¿cuál?!», fueron algunas de mis primeras anotaciones. Atendamos algo, los signos de admiración en realidad responden siempre a una profunda confusión, a una desorientación generalizada de mi entendimiento: no creía en lo que veía. Es preciso dejarlo claro ahora, el adjetivo «increíble» nace de aquí. No podía dar crédito a lo que me encontraba viendo… ¡¿Estaba en la Matrix?! Alguito más tarde logré darme cuenta (ya que vi la película con auriculares) de que el sonido era insoportablemente escrupuloso, cada cosilla hacía un ruido enfermante; han puesto una atención ridícula a los efectos sonoros (e incluso pareciera que es a lo único que le han prestado atención). ¡Es de una baratura impensable!

 



Minuto 13 —ya les dije yo que esto es una crónica—, tuve una revelación: me di cuenta de que así sería la cosa. Como quien permanece algún rato bajo el agua, tenía que inspirar gran cantidad de aire para zambullirme en esa chapucería, pero no lograba resistir demasiado. Es por eso que determiné que anotaría los minutos en los cuales me ganara el hastío y la desazón, para luego hacer algo con ellos, pero esa tendencia cabalística requiero explicarla más adelante. Sigamos. Escribía entonces que la película parece —como dijera alguna vez en esta otra notaun telefilm del extinto canal The FilmZone, al mejor estilo erótico de cable. Fotografía paupérrima; ritmo cansino, al punto de revisar si no estaba viendo la película en velocidad 0.50x (se los prometo); actuaciones imperdonables; diálogos irritantes, ¡hórridos! ¡¡Puaj!! Más de una vez los personajes tienen algún encuentro en baños —no importa el motivo, por favor no pregunten—, y yo sentía que daría todo el oro del mundo por ingresar con ellos y… sí: vomitar. Y esperaba que los personajes lo hicieran, ¡pero tonto de mí! ¡Ellos sí estaban en la Matrix! El caso es que necesitaba que alguien libere por mí toda esa tensión acumulada.

Minuto 22: la pregunta de por qué viven subiéndose a las paredes como idiotas; un saltito y ¡punch!, otro saltito y ¡paf! —entre medio un chiste como salido del mismo infierno—, saltito, ¡clank! ¡Mi Dios! Es como una criminal, burlesca y fútil copia del Batman de Adam West. Un Batman con anteojos ridículos, un outfit que hace que nos sangren los ojos y una ambientación de cartón (gana la de Adam West). No hay acción, no hay intriga, no parecen haber coreografiado los combates, no hay ritmo, no hay diversión, no hay chispa, no hay… parece no haber voluntad general para nada estimable, pero sí que la hay para montar un vodevil barato, pseudoambientalista, pro medidas sanitarias (porque hay más de una alusión a la COVID, con saludos de puños, barbijos, etc.). En fin: propaganda. Lo mismo quiere decir: ¿A qué viene? ¡¿Por qué?!

Minuto 37: desconozco el motivo por el que detuve la película, no anoté cosa alguna.

Minuto 44: ¡ah! ¡La escena del tren! ¡¡Ta, ta, ta, ta… TA!! (a lo Profesor Jirafales) ¡¿Qué cosa es esa?! Por allí apunté «¿Alguien podría sacarme una foto?», porque mi expresión de espanto debe haber sido comiquísima. ¡Ya está! No diré más al respecto. Tampoco seguiré con la crónica porque aquí mismo dejé de tomar notas.

 

 

Implicancias

Lo que rondaba mis pensamientos con insistencia era una broma. La típica broma que hace uno a la persona que regresa de la peluquería con un corte espantoso, y le pregunta: «¿Cuánto te pagó el peluquero?» Pues bueno, eso mismo. Cuando desesperaba y miraba hacia todos lados como esperando que alguien o algo me rescatara de ese padecimiento terrible, recordaba que en efecto me estaban pagando para soportarlo… entonces mitigaba un poco la pesadillesca sensación que padecía.

Mi crónica resultó abandonada porque no tenía objeto continuar por aquel camino. Seguí viéndola con el mismo asombro y una creciente repugnancia. Matrix Resurrecctions no es, hablando con justicia, una película. Esta entrega es un muy peculiar síntoma de nuestros tiempos; tiempos caprichosos e insustanciales; tiempos de sinsentido y desesperación existencial (o de hartazgo). Son incontables las alusiones hechas hacia las nuevas perspectivas de género, la tolerancia a lo diverso, el rol de las mujeres y demás cuestiones. No me malinterpreten, no considero que esté mal hablar de tales cosas, incluso no es siquiera algo que pretenda tratar aquí —mi opinión al respecto, digo—, pero sí creo absolutamente improcedente que tal cosa ocurra con una película que, aun remontándonos a su mismo origen, ¡nada tiene que ver al respecto! Si su directora, si Lana Wachowski se encuentra decididamente comprometida a enarbolar sus causas particulares en el cine, lo celebro, pero no veo la razón de por qué tenga que hacerlo en contra de su propia obra, como si acaso fuera posible obliterar el pasado. A tal grado esto es así que la muchacha ha llegado a mencionar que: «Matrix trata sobre ser una persona transgénero». ¡¿Qué?! Reitero: ¡¿QUÉ?!

Aquí sí que me suena —casi por primera vez— interesante el término posverdad. ¡¿Qué motivo había para meterse con una obra ya cristalizada, para bien o para mal, en el panteón del cine, con la oscura y oscurantista —puesto que pretende negarnos su verdad anterior— intención de instilarnos una perspectiva particular?! A esto no encuentro respuestas y creo que, en rigor, no existen. No he dejado de preguntarme un solo segundo cómo ha sido posible que los productores —más allá de la propia directora, que también ofició de productora— permitan el zafarrancho que ha sido generado y que hoy baña más de una pantalla porque sí. ¡Sí, queridos lectores! ¡Porque sí! Porque, vean ustedes, para esta producción se han invertido alrededor de 190 000 000 de dólares que, más allá de haber sido depositados con alguna intención bienpensante,  no hacen más que acrecer las arcas de la industria (y que, según parece, tan solo ha ocurrido para eso). Y nacen, entonces, mis inquietudes:

Habiendo tanta pauperización en el mundo —que también cultural—, ¿por qué no hacer algo al respecto que verdaderamente edifique? ¡¿Y por qué insultar la propia obra, que ha marcado justamente un hito cinematográfico, y no dejarla reposar dignamente en su anaquel?! Porque, si acaso Lana pretendía hacer una película que propugne ciertos valores, debería haber comenzado de cero, haciendo algo diferente y nacido de diferente seno (haciendo una película incluso). Porque «lo nuevo para lo nuevo». Porque… ¡¿Por qué, Señor?! ¡¿Por qué?!

 

PD: Debo decirles que aquello de los números tomó forma en mi cabeza y pensé que bien podía yo usarlos para una restitución simbólica. No me malinterpreten, no me quejo de mi trabajo, pero creo que nada podría retribuirme justamente el glorioso tiempo perdido en sufrir este metraje; ¡nada! Por lo mismo, pensé que quizá, si ganara una enorme suma de dinero, si bien no vería la deuda saldada, al menos podría emplearlo en ir en dirección contraria a la del film, en este caso sí: edificando. Por lo tanto los anoté en secuencia. ¡¿Quién sabe?! Quizá saque algo en la quiniela.

 

 

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