¿Quieres recibir notificaciones de noticias?

Ganarle al tiempo con el arma del mañana

¿Quieres recibir notificaciones de noticias?

8° Mendoza

Jueves, abril 11, 2024

RADIO

ONLINE

8° Mendoza

Jueves, abril 11, 2024

RADIO

ONLINE

PUBLICIDAD

Ganarle al tiempo con el arma del mañana

Lo imprevisto, lo repentino me espeta de manera terrible y no puedo hacer otra cosa que seguir el curso de los acontecimientos con una decisión que no admite reposo. Soy llevado como por una furiosa tempestad y yo, como quien naufraga en altamar, debo sujetarme a cualquier madero suficiente como para no desfallecer en las oscuras profundidades.

30/10/2021 22:16

 

Por Alé Julián Sosa, Especial para Jornada

Sin embargo, tal tema ha sido objeto de la filosofía desde sus remotos comienzos y aún hoy no logra desembarazarse de él. Hablo de lo inmediato; algunos contemporáneos gustan decir: “lo intempestivo”, cosa que, sin embargo, viene a significar lo mismo, ya que ‘intempestivo’ hace alusión a lo que se encuentra “fuera de tiempo” y lo inmediato no es otra cosa que lo importuno, ya que nunca antes ha sucedido y uno jamás —sí, podríamos ser determinantes en esto— está lo suficientemente preparado para el porvenir. Cada segundo que atravesamos es infinitamente novedoso y es la oportunidad para que se inmiscuyan numerosísimas posibilidades; pero toda posibilidad engendra una no menor inquietud.

La copiosa fila de acontecimientos nos repleta de ansiedad a tal punto que la mayoría de las veces preferimos dejarnos llevar como una yola sin remos. Sin embrago, así es toda nuestra vida. Si uno recurriera a los tantos medios de comunicación que nos asedian, encontraría con mucha facilidad alguna nota —o por qué no alguna publicidad— acerca del mal dormir y los múltiples remedios sugeridos como paliativo. No, no crean que esto que relaciono es arbitrario, ¡para nada! La ansiedad, como bien sabemos, ha crecido exponencialmente en estos últimos dos años; si bien la pandemia es el factor indiscutible, en verdad no hemos de olvidar que el punto crucial, más que la COVID-19, es su posible desenlace. No saber qué diablos puede ocurrirnos si por ventura llegáramos a enfermar, hace que nuestra brújula se desquicie. Pero es que no debemos olvidarnos: cada segundo venidero es apremiante, ¡no sabemos qué nos deparará!

Hace un buen tiempo, a comienzos del siglo XX, el bueno de Heidegger nos dijo que ser es “estar a la muerte” (sein zum Tod) y no, como suele decirse por allí, “ser para la muerte”. Esta corrección nos viene del genial Julián Marías, y es capital, porque en ella demuestra que colocar la preposición ‘para’ hace a uno pensar que acaso no vivamos sino para morir, pero sucede que quiere decir otra cosa: estamos próximos a morir. Todo esto que digo que resulta tan fatídico —y que, de alguna manera, es un tanto fatídico— no debería alarmar a nadie, antes al contrario, deberíamos andarnos con mayor cautela. Quiero decir que lo verdaderamente acojonante del imparable tiempo que nos empuja es que nos acerca a un destino fatal. Sin embargo, es nuestra tarea enfrentar con valentía esa posibilidad y ubicar en el tiempo futuro el obrar de la esperanza. Esperar el tiempo venidero con la frente en alto, sabiendo siempre que a cada paso nos persigue el destino.

Es un clima peculiar el que se experimenta cuando se vive al segundo —llevado por el inclemente ritmo del devenir—, porque uno comienza a entender que es actor de una obra ya instalada; el mundo ya estaba ocurriendo y nosotros hemos venido a poblarlo, por lo tanto: somos nosotros los intempestivos. Nosotros somos los importunos que han venido a interceder en el proceso de las cosas.

Y así yo: mi cotidianidad no encuentra sosiego, esta “montaña rusa” no se detiene, pero la gran dignidad que ostento es la de poder robarle ocasión al futuro; a los segundos que vienen yo los he avistado y me he empeñado en la tarea de tomarles ventaja. Si me dejo libre en el viaje es porque estoy atento, es porque sé que el cordel puede romperse en cualquier momento, pero también porque estoy seguro de que si lo exijo no podrá cortarse; porque a cada cuota que el tiempo me cobra yo le cobro una cuota de mañana, y no hay resistencia más eminente que aquella que se cifra en el futuro. La única forma de ganar la batalla de lo imprevisto es llenarse de futuro, es creer en el mañana. Así, cuando los segundos arremetan con violencia, estaremos listos.

 

_________________________________________________________________________________________________________________________________________
Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD