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El duelo por Bermejo puso en pausa la campaña y la política, ¿las cambiará?

Creyentes o no, la política debe seguir siendo el ámbito del entendimiento y si eso no es posible, al menos el del respeto por las diferencias. De eso se trata la democracia y la política. Tal vez allí, un dirigente como Bermejo, que transitó tantos pasillos y despachos, como opositor o como oficialista, siga dando un ejemplo necesario y más duradero que el doloroso alto al fuego de estos días. 

19/05/2023 10:41
Suarez y Abed despidieron a Alejandro Bermejo y decretaron duelo provincial

Por Luis Abrego


La muerte del senador provincial justicialista Alejandro Bermejo puso en pausa la incipiente campaña electoral en Mendoza y alcanzó -al menos por un tiempo- para promover gestos de comprensión y concordia entre la clase dirigente. Nada menor en momento de feroz disputa y constante grieta. 

Es lamentable que haya sido el deceso de una figura tan conocida el que haya logrado que, al menos por algunos días, el beligerante clima de pelea pase a segundo plano. Pero también resulta desafiante, y por qué no auspicioso, aunque tal vez ingenuo, que su inesperado final pueda ser el inicio de un futuro menos tóxico para la política y los políticos

Alejandro Bermejo fue concejal en 2010 y luego intendente de Maipú entre 2011 y 2019, su comuna natal, donde antes había tenido diversos cargos municipales; pero también precandidato a gobernador y más tarde, diputado nacional. Tras renunciar en 2021 al Congreso, llegó -un año más tarde- a la Legislatura provincial donde tenía mandato hasta 2026. Como se ve, un tipo de mil batallas que sin embargo no pudo contra el destino. 

Siempre cercano a los pasos de su hermano Adolfo, quienes conocieron y trataron al menor de los Bermejo en el plano de la acción destacaron que fue un hombre dispuesto al diálogo y la búsqueda de soluciones. O eso que siempre se entendió como el deber ser de quien abraza la política no sólo para ganar elecciones, sino también para buscar acuerdos y proveer soluciones a la gente. Aunque eso implique sentarse con el rival o el ocasional adversario. 

No hay dudas que su repentina descompensación el 1 de mayo mientras se desarrollaba la Asamblea Legislativa y el gobernador Rodolfo Suarez daba su discurso del último año de gestión, impactó en la opinión pública, pero especialmente entre sus colegas legisladores y en toda la dirigencia. 

Fue una demostración precisa, real, instantánea y nítida, de la fugacidad de la vida y de la búsqueda de un sentido trascendente que algunos podrán hallar en la fe y otros en el buen hacer como legado para quienes nos sucedan. De esto también se trata la política en su trajín por el bien común. 

No nos debería sorprender entonces que hombres y mujeres de diverso pensamiento (incluso antagónico), enfrentados en la adversidad de un comicio o de una banca en un recinto sean capaces de dialogar y entenderse sin que medien agravios.  

Pero lo cierto es que el show de la política ha trastocado medios y fines, reduciendo los consensos, encasillando posturas, y por ende, las posibles soluciones compartidas. A diario, somos espectadores de la puja y la crítica, de la necedad y la obsesión por diferenciarse. 

A pesar de la clara pertenencia partidaria de Bermejo al Partido Justicialista (PJ), tras su muerte, la política local pareció otorgarse a sí misma una tregua de humanidad que hace mucho no se concedía. Al menos en público. Y eso también resulta conveniente destacar. Pues implica ceder, callar, respetar, acompañar, tolerar. Todas virtudes que aprendimos en democracia. 

¿Alcanzará para lo que queda de la campaña hasta el 11 de junio? ¿O hasta el resto del año electoral? Probablemente no y es entendible. Superado el duelo habrá que competir y todos querrán ganar. Pero al menos tendremos un ejemplo al que echar mano cuando las circunstancias requieran que la madurez se imponga al grito. 

Sí, tal vez el espíritu de empatía que primó en estos días puede al menos encauzar ese tono de denuncias y recelo que asomó hace muy poco, pleno de señalamientos personales y escaso de propuestas para salir del barro cada vez más espeso al que Mendoza se ve arrastrada por la realidad nacional. 

Creyentes o no, la política debe seguir siendo el ámbito del entendimiento y si eso no es posible, al menos el del respeto por las diferencias. De eso se trata la democracia y la política. Tal vez allí, un dirigente como Bermejo, que transitó tantos pasillos y despachos, como opositor o como oficialista, siga dando un ejemplo necesario y más duradero que el doloroso alto al fuego de estos días. 

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