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Arrancó la motosierra de Milei, ¿nos come el león?

Quienes creyeron genuinamente que el ajuste del descalabro kirchnerista lo pagaría la "casta" deben estar empezando a advertir que no hay ajuste que no paguemos todos, y que en todo caso, aquellos que tienen o arrastran privilegios están en mejores condiciones de soportar la malaria de los que no tienen un palenque donde rascarse

16/12/2023 09:29
Javier Milei
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El mensaje descarnado del presidente Javier Milei tras su asunción, al describir el angustiante estado en el que recibió el país, dejó sentadas las bases para las primeras medidas de gobierno. 

Y si bien al presidente no se le podrá achacar falta de sinceridad, respecto al diagnóstico que trazó en campaña y a las políticas que pensaba implementar en el poder, sí deba marcarse alguna sutil adecuación discursiva, una notoria disminución de decibeles y calificativos que no hicieron morigerar lo drástico de su programa. Pragmatismo político, que le dicen. 

En todo caso, el ministro Luis Caputo no hizo más que pasar en limpio una serie de decisiones que apuntan -centralmente- a disminuir el déficit fiscal (una "adicción" argentina, según el ministro), corrigiendo el atraso, la brecha cambiaria y a esbozar algunas medidas simbólicas (como la eliminación de intermediarios de los planes sociales o la reducción de cargos y estructuras del organigrama estatal) en línea con la narrativa de campaña contra la denominada "casta". 

Se trata de un pretendido plan de estabilización que apunta a disminuir un 5,5% del PBI. Un shock capaz de ofrecer un nuevo punto de partida. Un nuevo contrato social, como le gusta decir también al mandatario al mirar de reojo el respaldo electoral obtenido. 

Sin embargo, la dinámica inflacionaria derivada de la abrupta devaluación de estos días y los precios reprimidos del pasado reciente de controles y regulaciones, a lo que se le suma el congelamiento de las transferencias discrecionales a las provincias, la paralización de la obra pública (con su consecuente impacto en el aumento de la desocupación y la eventualidad del cierre de empresas o dificultades para sus proveedores) entre otras, han remarcado el interrogante popular que un ajuste ortodoxo de estas características supone para el país. 

Aumentos de los combustibles del 70% en menos de una semana, disparada de los precios de los productos alimenticios, pero con igual trepada en casi todos los rubros, agitaron la inquietud ya derivada del cambio de gobierno. ¿Incredulidad o pánico? 

Perspectivas de alta inflación en el primer trimestre, incertidumbre sobre la duración de la estanflación y la razonable duda sobre si este nuevo esfuerzo servirá para encauzar de una buena vez la macroeconomía nacional, agigantan la expectativa. 

El futuro de las tarifas, los cambios en el cálculo de las jubilaciones, el valor del transporte público, pero también la reversión del alivio conseguido en Ganancias, o la eficiencia de las paritarias, ponen más condimentos de suspenso para lo que vendrá. 

Una especie de temor resignado, de esos que todos sabemos que nos van a acechar, que no queremos ver de cerca, pero que inevitablemente sucede cuando se materializa. ¿O acaso más allá del resultado electoral, otro camino era posible ante el desquicio populista de todas las variables y los indicadores económicos? 

¿En verdad se cree que la emisión indiscriminada, la vista gorda a la corrupción, los planes "platita" y los subsidios generalizados a quien los necesita y a quién no, no nos pasarían factura algún día? 

Evidentemente, ese momento parece haber llegado si además al combo se le suma la previsible desventaja que en la puja entre precios y salarios, tendrán estos últimos. 

En todo caso, el capital político de Milei, que ha tratado de exprimir en esta primera semana con aquellos anuncios más antipáticos, podrá verse disminuido si los resultados al menos no se vislumbran en el mediano plazo, para cuando los artificios simbólicos ya sean figuritas repetidas. 

La conflictividad social, aquella genuina fruto del descontento de los que venían golpeados y siguen recibiendo reveses (aunque les prometan contención desde el nuevo ministerio de Capital Humano y más refuerzos de los planes que ya cobran); pero también de los que motivados por la política busquen fogonear y desestabilizar, será un desafío de muy difícil concreción en una Argentina que no pierde las mañas. El reloj despertador que suena en la CGT así parece indicarlo tras una somnolencia de cuatro años. 

Quienes creyeron genuinamente que el ajuste del descalabro kirchnerista lo pagaría la "casta" deben estar empezando a advertir que no hay ajuste que no paguemos todos, y que en todo caso, aquellos que tienen o arrastran privilegios están en mejores condiciones de soportar la malaria de los que no tienen un palenque donde rascarse.  

La motosierra está ruidosamente en marcha y se asemeja demasiado al rugido de un león hambriento. 

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