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La historia sin fin

Luis Villalba casi no necesita presentación. O no debiera. Los rastros de su obra están por todas partes, y Mendoza sería otra sin esas evidencias de su empeño creativo. Docente, cuentista, poeta, guionista, periodista, montajista, cineasta, director de Vendimias, en sus 80 años sigue desplegando su actividad, pensando, escribiendo, transformando, conjugando el presente perdurable.

Redacción
04/06/2022 21:22

Por Rubén Gatica, Especial para Jornada

Su  proyecto más actual es una película dirigida por una alumna suya, Agostina Losso, en la que participa como guionista principalmente. La película ya está en etapa de posproducción y se estrenará en pocos meses. Lo que sigue es un sintético adelanto de “Mi tío Claudio. Fragmentos de un olvido”.

─¿Cómo surge el vínculo con la directora de la película, Agostina Losso?

Durante muchos años fui profesor de la Escuela de Cine de la Universidad de la Punta, en San Luis. Estaba a cargo de las cátedras de Guion y Estilos Cinematográficos, y del taller de escritura. Allí tuve de alumna a esta joven de Neuquén, Agostina. Después que se recibió seguimos en contacto, y un día me dijo que quería hacer un documental sobre un tío de ella, Claudio, un hombre que había tenido una vida muy especial, muy dramática y al mismo tiempo muy rica.

Me pidió que hiciera el guion y que aportara en la estructura general. El proyecto me encantó. Ella vive en San Martín de los Andes, así que yo viajaba cada seis meses y así íbamos armando la película, hasta que empezó la pandemia.

Quiero decir que todo esto fue muy valioso para mí como docente, trabajar con una exalumna mía que ahora es la directora del proyecto. Es algo que me llena de satisfacción.

─¿Qué los llevó a proyectar una película con esas características?

El proyecto surge por una inquietud de Agostina porque cuando quería saber algo de su tío Claudio y les preguntaba a los que lo conocieron, sentía que no querían hablar del tema, que lo evadían. Claudio había nacido en un campo de concentración en 1945, de madre alemana y padre italiano, y falleció 15 años antes de nacer Agostina. Así es que una vez conseguidos los fondos para financiar el proyecto, empezamos con la investigación.

Claudio y sus hermanos menores (1956)

─­Quiere decir que empezaron a filmar sin saber adónde los podía llevar la investigación…

Exacto, podría haber llevado a nada. El hecho fue que investigamos y empezaron a aparecer cosas interesantes. El propósito nuestro era hacer un trabajo sobre la condición humana, sobre las relaciones, y sobre las búsquedas y la historia de Claudio.

En algún momento nos planteamos qué forma iba a tener lo que estábamos haciendo, porque no era un documental, no nos interesaba hacer un documental porque veíamos elementos que incentivaban la reflexión. Ya habíamos filmado entrevistas, los lugares donde Claudio había trabajado; teníamos mucho material pero no el tema, el sentido final de la cosa.

Claudio y su madre

─¿Y finalmente hacia dónde los llevaron esos planteos?

Un día decidimos que no sería un documental. Yo me especializo en estilos cinematográficos, y recordé que hay uno no muy conocido que es el ensayo cinematográfico, que tiene grandes representantes: Godard, por ejemplo, Orson Welles, por nombrar un par.

También surgió otra cuestión. Vimos que teníamos bloques: el bloque europeo, el bloque infancia, el bloque Cinco Saltos… y también había muchas lagunas. Así hasta llegar a decidir que la forma era un ensayo construido sobre fragmentos. De manera que el título de la película es “Mi tío Claudio. Fragmentos de un olvido”.

─En el camino se acomodaron las cargas…

Por otro lado descubrimos que había dos historias que se cruzaban: la de Claudio y la de la propia Agostina, la de su involucramiento emocional, que surgía con la investigación y que hacía que también ella sufriera una transformación a medida que avanzábamos.

─¿Cómo es la historia de Claudio Losso, en qué momento toman la decisión de emigrar?

Durante la posguerra, la madre de Claudio decide venir a Argentina, pero él no quería dejar Alemania. Había sido criado por su abuela, y separarse de ella fue muy doloroso. La adaptación a la Argentina le costó mucho también por el idioma y varias cosas más.

Estudió en Bahía Blanca, en tiempos de la dictadura de Onganía, de donde egresó como ingeniero forestal. No participaba en política, en partidos ni en organizaciones, pero sí en la vida universitaria. La convivencia como ingeniero forestal con la gente del campo hizo que se involucrara mucho con ellos, con su forma de vivir.

Fotograma de la película

─¿Qué cosas lo definían mejor?

Claudio era un muchacho que, posiblemente por lo vivido en Alemania, no soportaba las injusticias. Muchas veces actuaba como un justiciero. Hay varias anécdotas que pintan de manera muy clara este rasgo de su carácter.

Por otro lado, a medida que entrevistábamos a más gente nos encontrábamos con respuestas muy contradictorias: unos decían que no se involucraba con nada, otros decían que era una persona muy de izquierda.

Muchos lo describieron como un tipo muy generoso y participativo, y al mismo tiempo hubo otros que nos decían que era muy hosco. En las fotos familiares se ve un tipo fornido, con una mirada muy fuerte, un rasgo que ya se apreciaba incluso de niño.

La montajista y Agostina

─¿También se encontraron con reticencias, de la familia, de los entrevistados en general?

También las había, de dos tipos: unas producidas por el dolor y otras por la complicidad. Hubo gente que cuando se enteró del trabajo de Agostina, concretamente una mujer de la burguesía local, le habló para decirle que no siguiera con la investigación, que dejara las cosas como estaban. Otros se escondían para que no los entrevistáramos, y hasta hubo uno que se fue de la Argentina, a uno de los países del Este, y allá falleció.

─¿Qué generaba en ustedes esta clase de respuestas en la investigación?

Lo que quedó es que uno nunca termina de conocer a alguien. Hay cosas, lagunas inevitables, que forman parte de la condición humana que hacen que nunca se termine de conocer a una persona. Nos interesaba el tema de una sociedad que guarda secretos que parecen tapados totalmente y cómo esos secretos forman parte del presente.

Directora y guionista en un momento de descanso

─¿Y Agostina pudo saber por qué tanto misterio, tantos huecos en la historia de su tío?

Nosotros estábamos siguiendo la historia de Claudio cuando sorpresivamente tomó un giro hacia lo policial. Fue algo que se fue revelando a medida que investigábamos, y muchas veces nos ocurría que no sabíamos qué hacer con lo que nos decían los entrevistados.

─¿Concretamente que es lo que pudieron averiguar?

La muerte de Claudio ocurrió en 1977. Cuando empezamos a investigar la forma en que murió nos encontramos con distintas versiones. La oficial decía que le habían ofrecido dirigir una explotación forestal en Misiones, y que en el viaje había tenido un accidente y fallecido en esas circunstancias. Pero esa versión empezó a hacer agua cuando supimos que los militares les habían entregado a los familiares un ataúd sellado.

En ese punto las versiones se multiplican: que los familiares habían querido abrir el ataúd, y los militares no lo permitieron porque supuestamente Claudio había muerto decapitado. Uno de los hermanos de Claudio dijo que nunca supieron qué había adentro del ataúd, y por supuesto, también nos encontramos con versiones que afirmaban que a Claudio lo mataron los militares.

─Pero decís que la película no sigue esa vía inesperada de la investigación…

No. Nosotros no estábamos haciendo una investigación policial y no quisimos avanzar por ahí porque era un tema muy delicado. Quedó una hora y 20 minutos de película, y para mí fue un trabajo muy intenso, en el que tuve que tratar de estimular a Agostina en algunas partes de la investigación y en otras tomar distancia para no manipularla, por respeto a su subjetividad y su dolor.

─La historia desemboca en un callejón oscuro. ¿Cómo influye todo eso en el tono de la película?

En la investigación una de las mujeres entrevistadas, que fue amiga de la abuela de Agostina, le regala un pañuelo, que ella nunca había usado y que recibió de la abuela de Agostina. Entonces en la película incorporamos el pañuelo como símbolo de esa búsqueda: en el comienzo Agostina se pone el pañuelo y recién se lo quita en los minutos finales, cuando va al cementerio donde está sepultado Claudio. Deja el pañuelo en el lugar y en ese momento suena una canción de cuna. Ese es uno de los finales que tiene la película.

─¿Ya hay una fecha aproximada de estreno?

Podría estar estrenándose en setiembre u octubre, y después se va a presentar en el INCAA para que la incluya en su catálogo para las distintas presentaciones.

Ha sido una experiencia muy rica para mí y para todos, ahora se está trabajando en ajustar los detalles de ese ensayo filosófico poético, para concluir en la idea de que nunca se termina de conocer ni a uno ni a otro, porque no solo hay un desconocimiento porque se oculta información sino porque no hay forma de acceder a ciertas cosas.

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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