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Alicia Moreau de Justo: una estadista ejemplar

Heredera de una pasión y cultura socialistas de una familia francesa, que se exilió en Gran Bretaña luego de la derrota de la Comuna de París en 1871, en la que Armand Moreau -su padre- había participado activamente, un 11 de octubre de 1885 nace en Londres Alicia Moreau de Justo. Más tarde, en 1890, la familia se instaló en Argentina, donde Armand se vinculó al grupo socialista francés Les Égaux («Los Iguales»), una de las organizaciones que en 1896 se unirían para fundar el Partido Socialista argentino.

Redacción
07/05/2022 21:52

Por Mario Scholz

En 1902 Alicia comenzó sus estudios en el prestigioso Normal 1 de la Ciudad de Buenos Aires, gran formador de docentes argentinos, y luego de dos años se recibió de maestra. Allí tuvo como profesor de filosofía a quién sería en la década siguiente Presidente de la Argentina, el radical Don Hipólito Yrigoyen, un auténtico discípulo del filósofo alemán Karl Krause, un humanista y pionero en la reivindicación de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. 

Vinculada con la educación y con ese espíritu altivo que desde pequeña había manifestado, impulsó cambios y promovió innovaciones. Ya al comienzo del siglo XX comenzaba a gestarse la idea de la necesidad del sufragio femenino, que Alicia habría de  impulsar y que allá por 1920 postuló sin éxito en el Congreso Nacional el ya Presidente Yrigoyen, su antiguo profesor.[1] Alicia Moreau fue también una participante activa en la fundación de bibliotecas populares.

El comienzo de su militancia feminista fue en 1906 cuando organizó y participó en el Congreso Internacional de Libre Pensamiento, en el cual presentó un trabajo denominado “Educación y Revolución”, sobre la educación en la Revolución Francesa. Este trabajo fue reconocido por importantes figuras argentinas como José Ingenieros, Juan B. Justo, Margarita Ferrari, María Anabella de Ramírez, Enrique Dickman y Enrique del Valle Iberlucea y mereció también el reconocimiento del muy respetado diario socialista “La Vanguardia”.

Un párrafo de ese trabajo decía: “Desaparecerán las desigualdades sociales que hacen que la inmensa mayoría de la gente tenga ante todo el derecho de sufrir al lado de los que tienen el de gozar de la vida en toda su belleza”. En 1907 intervino en el Congreso Feminista del Comité Pro-Sufragio Femenino. Ese mismo año ingresó a la Facultad de Medicina, en la que se graduó en 1914 con diploma de honor.

En 1910 también fue organizadora del Primer Congreso Feminista Internacional. Ese mismo año creó el Ateneo Popular, un destacado centro de difusión de cultura cuyo objetivo era elevar intelectualmente a la clase obrera. También comenzó a colaborar con el dirigente socialista Enrique del Valle Iberlucea, como redactora del Periódico “Humanidad Nueva”.

 

Luego de graduarse -fue la segunda mujer médica del país- se especializó en enfermedades femeninas, atendió un consultorio gratuito, realizó su residencia en el Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires y enseñó en la Universidad de la Plata. Su tesis doctoral en medicina fue sobre la función endocrina del ovario. También colaboraba con la Revista Socialista Internacional.

 

Cuando en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial, se puso al frente del movimiento pacifista, una bandera que sostuvo en alto a lo largo de su vida. En 1918 fundó la Unión Feminista Nacional y, más tarde, creó el Comité Femenino de Higiene Social para combatir la prostitución. En 1919 participó como delegada en el Congreso Internacional de Obreras que se reunió en Washington, donde tomó contacto con las sufragistas norteamericanas. A su regreso fundó la Unión Feminista Nacional a la que adhirieron, entre otras, la poetisa Alfonsina Storni. Al año siguiente esta agrupación llevó adelante un impactante simulacro de votación en el marco de las elecciones legislativas del 9 de marzo de 1920.

 

En 1921, la doctora Moreau se afilió al Partido Socialista, y al año siguiente, se casó con su líder, el Dr. Juan B. Justo, con quien tuvo tres hijos. Luego se incorporó al Comité Ejecutivo, en el que tendría a su cargo la coordinación de las agrupaciones feministas socialistas. Su tarea fue fundamental para la obtención de los derechos de la mujer -que no incluyeron los cívicos- en 1926. Luego de la muerte de su marido Juan B. Justo en 1928, Alicia siguió trabajando incansablemente. Tras el golpe militar de 1930 y el amañado llamado a elecciones del año siguiente, signado por el llamado “fraude patriótico”, apoyó la fórmula de la alianza  entre la Democracia progresista y el socialismo que integraban  Lisandro de la Torre-Nicolás Repetto (este último presidente del Partido Socialista) y que sería derrotada por la coalición conservadora. No en vano ese período pasaría a la historia argentina como “la década infame”. En 1932 preparó un proyecto sobre voto femenino, que fue aprobado en la Cámara de Diputados y rechazado por la de Senadores. 

En septiembre de 1939, al desatarse la segunda contienda que puso al mundo en crisis, publicó un artículo en el que sostenía: “No basta combatir la guerra; es necesario combatir las causas permanentes de la guerra: el aislamiento económico, que  hambrea, el nacionalismo, que intoxica mentalmente a los pueblos; la diplomacia secreta, que los envuelve; el armamentismo, que los  empobrece y los arrastra al conflicto, el endiosamiento de los conductores que los convierte en dóciles rebaños. No basta combatir la guerra. Es necesario unirse a todas las fuerzas que acercan y funden a los hombres, que mezclan las naciones y las lenguas, que aceleran la cooperación, que barren las fronteras; es necesario crear las formas políticas, que hagan imposibles el predominio individual o de clase; es necesario llegar, por fin, a hacer del pueblo el verdadero y único soberano. Esa será la conquista de la paz”. Estas palabras no han perdido actualidad.

Apoyó la causa republicana en la Guerra Civil Española, fue férrea opositora al gobierno dictatorial de Juan Domingo Perón y como opositora al peronismo, en 1953 fue encarcelada junto con otros dirigentes políticos. En 1955 fue designada miembro de la Junta Consultiva creada por el gobierno que derrocó a Perón. Luego, junto con Alfredo Palacios, encabezó una renovación en el Partido Socialista. En 1958 fue designada Directora de La Vanguardia.

Como militante socialista apoyó a las candidaturas del líder partidario Alfredo Palacios en las elecciones de 1958 y 1963 y la de Américo Ghioldi en la de 1973, todas ellas entre sucesivos golpes militares, sin lograr que el socialismo fuera más que una minoría.

En 1975 cuando aún en democracia comenzaron a registrase hechos de violencia y desaparición de personas, que recrudecieron con el golpe militar de 1976, intervino en la fundación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, en la que participaron otros políticos de prestigio como el luego Presidente radical Raúl Alfonsín. Alicia  llegó a ser copresidente de la Asamblea Permanente y en tal carácter recibió a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que en 1979 llegó al país para investigar las flagrantes violaciones, que hoy son parte imborrable de la historia argentina.

En 1983 vuelve la democracia a la Argentina de la mano de Raúl Alfonsín y varias figuras socialistas, que habían apoyado otra fórmula presidencial, se sumaron con toda honestidad a ese gobierno, cuyo gran logro fue restablecer definitivamente los valores democráticos e institucionales en el país. En el año 1985, ya con 90 años a cuestas y una vida plenamente dedicada a la política, los derechos humanos y la igualdad entre los seres humanos, Alicia fue declarada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, donde habría de morir al año siguiente. .

En su artículo “¿Qué es un partido político?”, Alicia hacía explícito uno de sus deseos más altruistas: “queremos borrar la crueldad ancestral, los odios raciales y nacionales –decía- para reemplazarlos por la bondad y la tolerancia, que son la base moral de la cooperación y del entendimiento dentro y por encima de las fronteras”.

 

El voto y la candidatura política femeninos fueron introducidos en Argentina recién el 11/10/1951.

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

 

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