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Mercedes Sosa. Habladurías sobre su muerte

04/10/2021 12:00
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Madremía, andan diciendo que Mercedes Sosa se murió el 4 de octubre del año 2009 después de Cristo. ¡Puras habladurías!

Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires. Especial para Jornada

Por estos días, demasiados periodistas, agarrados a la comodidad del lugar común, caen en un jodido título recurrente: “12 años sin Mercedes Sosa”. Pero por favor: ¿cómo que 12 años  sin”? Hablemos con propiedad: 12 años más “con” la Negra.

    Otro aniversario y entro, otra vez, en desesperante desesperación. Esto es lo que le viene a uno cuando escucha a Mercedes Sosa y se pregunta: ¿cómo es posible que esta mujer cante así de hondo? Para saber qué hay más allá de sus cuerdas vocales, conviene ver qué hubo más acá. Intento explicar lo inexplicable a partir de la materia menuda que quedó, viva, entre los pliegues de mi biografía Mercedes Sosa. La Negra. Al libro lo escribí en el 2003, pero lo tejí a lo largo de cuatro décadas: compartí con Mercedes momentos que sólo posibilita la amistad: celebraciones, nacimientos, muertes, llantos, terrores, comidas hechas en nuestras casas, luminosos vinos oscuros.        

   La conocí cuando empezaba a brotar el Nuevo Cancionero, semillado por Tejada Gómez, Oscar Matus, Tito Francia, el Mamadera Aragón y otros. Por aquellos días Mercedes tenía una cinturita de avispa, pronto se iba a “poner gruesa” de su Fabián. Siempre cantaba en las juntadas con Carlos Alonso, Luis Quesada, Dante Polimeni, Enrique Sobisch, Antonio Salonia, Benito Marianetti, Ángel Bustelo y otros entrañables habitantes de la Mendoza de aquellos años. Entrábamos a la década de 1960: estábamos todos, éramos felices, y no nos dábamos cuenta.

    Voy a compartir unos pocos momentos de mi biografía. En ellos la Negra nos cuenta naturalmente dónde están las claves de su canto que no cesa.

   Raíces.    “Una parte de mis raíces viene de Santiago del Estero, tierra de gente nacida para ser buena. Mis abuelos paternos se casaron jovencitos. Ni 15 años tenía mi abuela, cuando ya había parido su primer hijo. Los hijos venían uno detrás del otro, sin miramientos, y nacían en las casas. Llegado el momento el hombre le decía a su mujer casi niña: “Deje de jugar y ponga a hervir agua en la olla. Voy a buscar a la comadrona.” Así vino mi padre…

   Historia de amor. “La de mi papá y mi mamá es una historia de amor para siempre. Parezco pavota; todos dicen que eso es imposible. ¿Imposible? Mi papá y mamá nunca se aburrieron de quererse, nunca… No sé bien cómo se conocieron… o sí sé, me lo contaron mateando después de la siesta. Ellos estaban en un velorio de angelito; en esos velorios en el norte se juega el juego del botón y se canta… En el juego están todos con los puños cerrados y alguien tiene el botón en la mano. Hay que adivinar quién, hay que semblantear… Mi papá fue mirando las caras y al llegar a mi madre dijo, respetuoso: “La señorita tiene el botón.” Mi madre lo tenía. Ahí empezó todo…”

     Mi papá y mi mamá. “Me gusta volver a mis padres; sin ellos, ¿quién sería yo? Menos que nadie sería. Mi papá tenía su carácter, pero hacía lo que quería mi mamá, y sin fastidio; no se piense que era un hombre mandado… Dormíamos tres hermanos en una pieza, y al lado mi mamá y mi papá con otro hermanito.”… “Dura la vida de mi padre: fue estibador, hombreó troncos, en el horno del ingenio trabajó en pleno verano, pobrecito… Pero nunca sufrió como en el aserradero. Allí no se cumplían leyes, no había vaso de leche, ni máscaras. Un día mi madre dijo: “Será lo que Dios quiera, pero ahí no trabajás más.”Mi papá era un cadáver que caminaba. Ay, cómo esperábamos los sábados: ese día él traía su sueldito. Mi madre sólo tenía agua con sal para hervir. Hacía milagros en la cocina ella. De un kilo de harina y un huevo salía pan, tortitas, fideos.”

   (( Pausa. Y pregunta: ¿Por estas cosas vividas, será que La Negra canta así? ))

   Los Reyes Magos.    “Mi madre lavaba y planchaba para casas de gente con buena situación. Había que vernos a nosotros, sus hijos, vestidos siempre como los mejores, porque mi mamá aceptaba la ropa vieja y la inventaba de nuevo… Yo no tuve muñecas, los Reyes Magos pasaban de largo…”

   “No me gusta hacer alarde de pobreza, si la saco a relucir es en homenaje a mis padres. Hubo noches en que nos acostábamos con ese dolor de estómago que viene del hambre. Mi mamá bromeaba, nos daba un bollito de pan, mate cocido y nos sacaba a jugar al Parque 9 de Julio. Mordíamos aire, comíamos inocencia… Mi papá y mi mamá se las arreglaban para alumbrar cada día. Si tuviera que meter toda mi niñez adentro de una palabra, elegiría felicidad. Fuimos tan pobres pero ¡tan millonarios! Mis padres, abnegados, fueron sabios: jamás nos hicieron sufrir su sufrimiento. En la casa había alegría. Adentro de la alegría estaba la felicidad, como pan de cada día.”

   ((Pausa. Y otra vez la pregunta: ¿Por qué La Negra canta así? Porque cuando cierra esos ojos que lloran fácil esté triste o esté contenta, ella ve cosas. ¿Qué ve? Ve a su madre lavar y planchar infinitas ropas ajenas…Ve cómo con un puñado de harina, mezclado con risas por partes iguales, hace de nuevo la multiplicación de los panes… Ve cómo resucita ropitas viejas de otros para que sus tiernos mendigos sean principitos ya mismo. Mamita querida del alma, dice La Negra.

    Y sin abrir los ojos, sigue viendo, allá lejos…Ve a su padre inclinado, alimentando las llamas del gran horno… Ve su espalda doblada… Papá… Lo ve consumirse y volverse anciano, y aprende ella que ése es el precio del magro pan de cada día… Mi papito querido.”

   Posdata. No hay caso con los periodistas: insisten, dicen que la Negra murió hace doce años. ¡Pero qué va a morirse! Ella ahora mismo está respirando de otra manera. Tengamos presente, no se nos olvide que el aire la aprendió de memoria. Si uno le pone el corazón y la oreja al aire, seguro que ahora la escucha. Basta de palabras, entonces. ¿La estamos escuchando? Qué la parió, esta mujer cada día canta más hondo. Aplaudamos, aplaudamos todos juntos hasta morir, mejor dicho, hasta vivir.

Canción de las Simples Cosas, de Julio Cesar Isella, Armando Tejada Gómez


Marrón, de Jorge Sosa y Damián Sánchez


El sueño de la vendimia de Ismael Guerrero – Jorge Viñas

 * [email protected]   ===    www.rodolfobraceli.com.ar

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