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Personajes: El gaucho Cubillos

Quedan los restos de la antigua población minera, al pie de la Cruz de Paramillo. Son los que le dieron nombre a la “Ciudad Fantasma”. Se pueden ver antiquísimas construcciones, diversas entradas al corazón de la mina, socavones.

Redacción
15/10/2022 22:56

El lugar está lleno de leyendas de horror y de misterio. En el frente de los borroneados límites de lo que puede haber sido un corral hay una cruz llena de flores y ofrendas. Según dicen los lugareños ese es el lugar donde mataron al Gaucho Cubillos.

Para las autoridades, la policía y sus víctimas era un gaucho matrero, asesino, cruel. Para muchos del pueblo un benefactor, un buen hombre perseguido injustamente, que solía distribuir entre los más necesitados parte de sus botines. Era uno de esos bandidos rurales a quienes les cantó con certeza León Gieco.

Supo tener en vilo a todo el gobierno de la Provincia y a la provincia toda. Había nacido en Chile, en Curicó, en el seno de una familia con la humildad al desnudo, por eso muchos le decían “El Chileno”. Se vino a Mendoza a buscar sustento y lo encontró en los delitos, asalto a personas y, sobre todo, robo de caballos para después comercializarlos. Tenía 18 años cuando comenzó con sus correrías.

Se le atribuían varias muertes y por ello estuvo varias veces preso. En todas la oportunidades escapó. Se refugiaba en los ranchos del pobrerío o en las minas de Paramillo, para mimetizarse entre los cientos de mineros que lo respetaban y lo querían. La policía logró infiltrar a dos de sus hombres en las minas y, aquella madrugada referida al comienzo, se produjo el desenlace. Como suele ocurrir cuando no hay certeza, la imaginación del pueblo se ocupa de regarnos de versiones.

Algunas dicen que cuando se dio cuenta de que lo buscaban montó a caballo y lo mataron al saltar una cerca, desde atrás; otros dicen que el enfrentamiento se produjo después de una noche de alcohol y desenfreno; hay quien asegura que lo mataron mientras dormía; la versión oficial cuenta que se trabó en lucha con los policías que los acechaban y recibió puñaladas en el cuerpo y un tiro en la cabeza.

Los mineros no entregaron el cuerpo, quisieron velarlo entre ellos como uno de los suyos. Después sus restos fueron llevados al cementerio de la capital y poco a poco, se fue transformando en un mito benefactor para mucha gente. Dice Draghi Lucero: “Todo hombre que luche contra la justicia oficial y especialmente contra la institución policial y caiga víctima de ese luchar, es inmediatamente exaltado a “ánima milagrosa”.

Los valores de ese medio social reclaman al varón “cierta postura de rebelde y de choque contra las instituciones oficiales sospechadas”.

Su muerte ocurrió el 25 de octubre de 1895. Su tumba sigue recibiendo pedidos y agradecimientos.

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