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Madres Abuelas y pandemia

24/07/2021 20:28
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Ni una pedrada, ni un acero desenvainado, ni una bala. Nada de eso necesitaron las Madres Abuelas Parteras de Plaza de Mayo, para (re)parir a sus nietos robados

Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires. Especial para Jornada

Ya son 130 los rescates de las Madres Abuelas; 130 los nietos recuperados que ahora saben cómo se llaman. La mayoría de estas prodigiosas abuelas (todas parteras de corazón) ya atravesaron los 90 años de su edad, y van rumbo a los cien. Por estas semanas, con preciosa imaginación lanzaron una campaña de búsqueda, aprovechando la masiva convocatoria para la vacunación por la pandemia. 

    Muchos y muchas compatriotas se preguntan, desde el encono crispado: ¿Hasta cuándo piensan seguir buscando buscando buscando buscando? (Seamos precisos: buscando y encontrando, buscando y repariendo identidades). Respuesta sencilla y contundente: hasta que aparezcan los más de trescientos nietos desaparecidos que todavía nos faltan, que andan por este mundo sin saber cómo se llaman.

   Así es: las abuelas trabajan buscando todos los días con sus noches, sin feriados, sin fiestas de guardar. No sólo tienen voluntad de alumbramiento, tienen imaginación. Ni la atroz pandemia ha conseguido paralizarlas. Aplicando imaginación a la voluntad de búsqueda, por estos días las prodigiosas y porfiadas Abuelas han soltado una ocurrencia formidable al lanzar el plan “Una dosis de identidad”.

Leamos ya mismo su última gacetilla de prensa:

“¡En el marco del avance de la campaña de vacunación contra el COVID-19 para mayores de 40 años en la mayoría de las provincias argentinas y en CABA, desde Abuelas de Plaza de Mayo lanzamos una campaña para visibilizar en redes sociales la búsqueda de los y las nietas que aún nos faltan por encontrar. La presidenta de Abuelas, Estela de Carlotto, incentiva a la campaña de vacunación y a la búsqueda de la verdad: “Vacunarte salva tu vida, si tenés dudas de tu identidad busca tu verdad”, sintetiza.

“La propuesta es muy sencilla. Postear en redes sociales fotos de recién inoculados/as, o con el flamante carnet de vacunación, con el siguiente texto:

“Si te estás vacunando en estos días, y naciste entre 1975 y 1980, podés ser uno de los nietos o nietas que buscamos. Si tenés dudas, comunicate con #Abuelas abuelas.org.ar. Usá el hashtag #UnaDosisDeIdentidad y arrobanos Abuelas de Plaza de Mayo –Sitio oficial.

“En este momento de sensibilidad, apelamos a la reflexión, e invitamos a aquellos que duden sobre su origen, a que se comuniquen con Abuelas. “Se trata de un pinchazo para salvar tu vida y otro para aclarar tus dudas”.

Hace más de diez años que le dedico esta columna a las Madres Abuelas, me extiendo  cada vez que encuentran a un nieto. Por ejemplo, en el noviembre del 2009 apareció, abuelas de Plaza de Mayo mediante, el nieto 98. Le dediqué esta columna a ese milagro sembrado. Eso hice cada vez que se resucitaba a un nieto. Por entonces estaba yo de paso en Mendoza, y me ocurrió esto: una señora muy aseñorada se paró frente a la mesa en la que compartía, en la peatonal, un café con amigos, entre ellos el recordado Carlos Levy.

  La señora se detuvo en seco y me dijo: “Usted es Braceli”.  No alcancé a decirle “sí” y siguió, crispada: “¿Hasta cuándo piensa jorobar escribiendo sobre las abuelas y la manga de nietos que anda por ahí? Déjese de escarbar el pasado de una vez ¡mire hacia el futuro!” Cuando la señora acabó su arenga le respondí que sin alumbrar el pasado no hay futuro posible. Que quedaban por encontrar todavía más de 300 nietos afanados de identidad. Y que seguiría escribiendo cada vez que apareciera otro nieto. La señora muy aseñorada me mandó “a la misma mierda”. Y se fue. Muy republicana ella.

   Pasaron una punta de años desde aquel airado piropo. Esta columna, en muchos más de veinte viernes siguió estando dedicada a las Madres Abuelas. Buscar no impide celebrar, y ahora lo hago retomando algunos fragmentos de la Plegaria furiosa que cerraba mi libro “Madre argentina hay una sola”. No hace falta hincarse para esta plegaria. Sólo se requiere tener latidos en el pulso. Y memoria con sed, memoria de partera:

Ellas, ellas, ellas…

– Ellas nacieron para semillar semillas/ para resucitar lo desaparecido./ Ellas gritan con el alarido y gritan con el silencio./ Pueden desentenderse de hambre y frío y calor./ Supieron, ellas, convertir a la intemperie en abrigo y a la desgracia en linterna./ Fueron la única la luz que atravesó aquella demasiada noche/ impuesta por los dueños de la vida y de la muerte./ Ellas se tutean con el milagro pero no esperan que caiga del cielo./ Una de dos: lo hacen o lo hacen, al milagro.

–Si el diablo mete la cola, no importa:/ ellas siguen hacia donde iban./ Si Dios no baja, no importa:/ ellas llegarán donde querían./ Ellas van, siempre hacia delante, aunque sólo giren:/ son la memoria del círculo./ Tenaces, porfiadas, tercas,/ ellas son el templo andante del luminoso resto de locura que le queda al mundo.

–Salen a desandar la muerte./ Salen, ellas, como locas,/ haciendo abandono de hogar y de aconsejada prudencia y de miedo cautelar.

–Salen, ellas, a sacudir a los que se esconden/ en la abstinencia, en la distracción,/ en el borrón y cuenta nueva./ Salen, ellas,/ a darle vuelta los bolsillos a la muerte.

–No necesitan brújula, ¡para eso sus corazones!/ No necesitan sol, ¡para eso sus corazones!/ No necesitan escudos, ¡para eso sus corazones!/ No necesitan armas, ¡para eso sus corazones!

–Salen, ellas, casa afuera,/ porque aprendieron que ni el mundo ni la vida

terminan en el umbral del egoísmo.

–Salen, ellas, semilladoras, panaderas de la memoria./ Van sembrando y regando,/ van preñando la tierra arrasada./ Y la tierra se deja preñar./ Tienen, ellas, tratos con la tierra./ ¡Entre vientres es la cosa!

–Allá vienen, ahí van:/ no las fatiga la fatiga,/ no las alcanza la desesperanza,/ no las derrumba el insomnio./ Ni se dan tregua ni dan respiro./ Pero tiempo tienen para regar las plantas/ y darle otra oportunidad a la primavera.

–Llegado el caso, ellas pueden/ voltear el muro y cambiar de lugar la pirámide./ Y pueden deletrear el desierto/ arena por arena/ hasta encontrar el rostro de la arenita que buscaban./ Y cuando la encuentran, a su arenita,/ dicen hijo mío, hija mía./ Y nada más dicen,/ los están abrazando.

–Camino se hace al andar, conciencia se hace al girar./ Girando hacia adelante, ellas aprendieron que la indiferencia/ es la madre de todos los crímenes. 

–La rueda no fue inventada, ya estaba./ Si es rueda la Vida, rueda por ellas. / Rueda por la porfiadez de sus corazones./ Rueda porque ellas estaban antes que el viento/ y cuando el viento pase seguirán estando./ La madre que las parió, ellas, tan capaces de todo:/ hasta capaces de sembrar en el abismo.

–No hay caso con ellas:/ no se casan de resucitar./ Ellas conseguirán lo imposible./ Ellas, si no es hoy ni es mañana,/ conseguirán lo que buscan después que el fin del mundo pase./ Y cuando llegue el momento de rajarle el vientre al Apocalipsis/ (ese momento llegará, llegará…),/ justamente ellas serán las que hagan profundo el tajo./ No les temblará el pulso./ Y después del tajo, ellas, desde muy adentro,/ le arrancarán una aurora, al Apocalipsis.

–Entonces, acunarán al nuevo día,/ le arrimarán el pezón, le darán de mamar./ Y la Vida no tendrá más remedio que continuar.

Posdata para la plegaria

Permiso, Memoria. Permiso, Conciencia.

¿Qué sería de nosotros, hoy, si ellas, las Madres Abuelas, no hubieran existido?

¿Qué quedaría de nosotros si ellas no hubieran salido a alumbrar la más eterna de las noches? ¿Qué hubiera sido de nosotros? ¿Qué? ¿Estaríamos de pie? ¿Estaríamos?

–Sin ellas, los puntos cardinales no serían cuatro ni tres ni dos ni uno ni nada. Sin ellas seríamos un desolado agujero con forma de mapa. Sin ellas, en esta olvidadiza patria idolatrada, de tanto tocar y tocar y tocar fondo, hubiéramos desfondado el abismo. 

–Pero ellas están aquí y piensan con el instinto y nos enseñan que la memoria es la forma más ardua del optimismo.

   ((Esta es la enorme buena noticia: para ellas la mentada pandemia es una oportunidad más para seguir buscando, alumbrando, pariendo identidades que hace décadas fueron afanadas. Aquí tenemos la explicación de la longevidad de esta “viejas locas” que atraviesan los 90 años de edad y encaran hacia los cien. Tienen que seguir buscando. Y es lo que ahora mismo están haciendo. Mientras tanto la Vida continúa…)).

*  [email protected]   ===    www.rodolfobraceli.com.ar

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